Capítulo 10

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Había sido un día tranquilo en el bufete para ser viernes. Pasaba mediodía y yo ya había almorzado con Miranda y vuelto a hacer nada, realmente. Alex estaba en los tribunales con Segovia y no había aparecido en todo el día así que no había podido hablar con él, yo estaba expectante y un poco nerviosa por eso, necesitaba cortar el tema de raíz.

Había logrado que transfirieran a Alex a otros casos sin mi alegando que en dos meses había mostrado bastantes capacidades, cosa que no era mentira, de ahora en adelante trabajaría con Robles y Segovia, tenían más experiencia que yo y logré convencer al señor Francisco que era lo mejor para él. Quizás estaba siendo poco profesional de mi parte pero tenía que marcar distancias con él y esta era la mejor forma y en la que nadie saldría perjudicado.

Ya eran cerca de las 5pm y me encontraba arreglando mis cosas de espaldas a la puerta para irme cuando alguien entró a mi oficina dando un portazo. Me volteé para reclamarle al intruso y me quedé de piedra al ver a Alex. Su gesto era de furia y respiraba agitadamente. No tenía saco, su corbata roja estaba floja y los primeros dos  botones  de su camisa estaban sueltos. Caminó hacia mi como cazador al acecho.

-Sea lo que sea que te tiene de ese humor no justifica tu falta de respeto.- Le dije cortante, importandome un pepino su porte amenazante- La próxima vez tocas la puerta.

-¿En serio me quieres sermonear después de lo que hiciste?

-A ver, ¿y qué hice según tú?

-Me sacaste de todos los casos- exclamó con frustración- ¿tienes alguna queja sobre mi trabajo?

-No, al contrario, porque veo tus capacidades es que creo que es el momento de que trabajes con litigantes con mas experiencia que yo. Eres excelente y debes seguir nutriéndote de otros.- le dije con el mayor convencimiento que pude.

-Estas mezclando lo profesional con lo personal, Natalia- soltó bruscamente. -Mi trabajo para mi es sagrado y doy lo mejor de mi para llevarlo a cabo.

-Lo sé y justo por eso es momento de ir con los mejores.

-¿De qué hablas? Tú eres la mejor, -dijo señalandome con su indice- el abuelo lo dijo el día que llegué aquí por eso me envió contigo.

-Pues tú y yo no vamos a seguir trabajando juntos y esta discusión no tiene sentido así que te pido que te retires de mi oficina.- Él hizo caso a omiso a mis palabras y en lugar de eso dio la vuelta a mi escritorio y se paró frente a mi.

-¿Tanto miedo te da aceptar lo que pasa entre nosotros que tienes que alejarme de esta forma?- el olor de su perfume intoxicaba el ambiente y no pude evitar el nerviosismo que se apoderó de mi cuerpo al sentirlo tan cerca aunque en ningún momento me tocó. Yo trague saliva y aparté la vista.

-No pasa nada entre nosotros y ya es hora de que lo aceptes- respondí tratando de sonar serena. Él se acercó aún más si era posible y su nariz rozó con mi mandíbula haciéndome estremecer, su recorrido fue subiendo hasta llegar a mi oído.

-¿En serio vas a seguir negándolo?- me susurró y algo en mi vientre vibró. Sentí sus manos tomarme por la cintura y sus labios rodear el lóbulo de mi oreja, mi respiración se volvió pesada pero y yo sabía que debía detenerlo antes de perder el control y terminar igual que la última vez. Con el raciocinio que me quedaba lo empuje y me alejé de él.

-Sal de mi oficina Alexander, es suficiente- casi grité señalando hacia la puerta. El me miró y luego a la puerta.

-Tu dices una cosa pero tu cuerpo otra, deja de negarlo- intentó acercarse de nuevo y yo dio otro paso hacia atrás.

-Sabes lo que es el acoso sexual laboral, ¿no?- su cara mostró total desconcierto. Sí, era un golpe bajo de mi parte, pero esto debía acabar aquí y ahora. Él apretó la mandíbula y una mueca que quiso ser sonrisa se apoderó de su rostro.

Solo un niño. ¡Pero que niño!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora