Con Brais buscábamos en su casa cosas que pudiésemos usar para armarme una cama.
Cómo sábanas, almohadas y frazadas.
–Oh, mira, aquí hay algo– dijo Brais, levantó algo de en medio de una montaña de objetos y me mostró un saco de papas podridas.
–Brais, en primer lugar eso es un saco de papas, y en segundo...¿Cuánto tiempo lleva eso ahí?–dije, me tapaba la nariz por el olor inmundo que tenía esa bolsa.
–Nah... Tú tranquilo, solo debe tener unos...5 años aproximadamente– me acercó el saco a mi nariz, y comencé a toser, me daban ganas de vomitar.
–¡Sácame esa cosa de encima!
–Oye oye, no te pases de cabrón con mi bebé.
–Ya basta, sigamos buscando–dije tratando de que nos volvamos a enfocar en lo que estábamos haciendo.
En medio de todas las cosas que no usaba su familia, encontramos unas frazadas gruesas y una almohada.
–Lo siento amigo, creo que no tengo nada más que eso–me dijo.
–Brais, no te disculpes, esto está más que bien para mi, con que ya me des un techo en el cual pueda dormir yo estoy satisfecho.
–Bueno bueno terminemos con esta cursilería y vayamos al sótano de nuevo, que me estás por hacer llorar, maldito– me dijo, solté una risa corta y tierna.
–Baja tú solo Elián, ya iré contigo, tengo que llevarles el almuerzo– dijo y se fue hacia la cocina.
Seguí caminando por la casa y fuí al sótano, encontrándome con la chica de antes, jugando al Ta-Te-Ti con un gato, primera vez que veo un animal normal, aunque el gato tiene dos colas.
El gato movió la ficha amarilla con la patita, ganándole a ella.
–¡Otra vez no! Siempre es lo mismo contigo, nunca me dejas ganar– dijo con tristeza, haciendo un puchero.
–Miau– le dije, haciendo que se sobresalte por el susto.
–Estúpido, me asustaste idiota–me dijo, poniendo una mano en el pecho haciéndose la ofendida.
Aparté algunas cosas del suelo y luego me senté en el para hablar con ella.
–¿Que edad tienes, Narissa?–pregunté.
–Tengo doce años, casi trece–contestó ella –, y me llamo Nerissa, con la letra E, no Narissa–terminó de decir.
–Oh, lo siento–dije algo apenado.
–No te preocupes, ya me acostumbré a que confundan mi nombre, suena a nariz ¿No crees?–dijo elevando una ceja.
Me reí, es divertida y graciosa.
Luego de varios minutos charlando con ella el ambiente se puso menos pesado.
Me quede un rato observando cada detalle de ella. Pasé de su pelo a sus pies pequeños y volví a mirar sus alas, trataba de saber por qué solo nosotros dos éramos los únicos que tienen alas aquí.
Bueno, hasta ahora no ví a nadie más así.
–Que lindas–dije sin darme cuenta.
–¿Que cosa?–preguntó confundida
–Tus alas.
–Ah, gracias–me sonrió.
Todo el cuarto quedó en silencio, no había ni siquiera un grillo haciendo su típico "cri cri". Pronto ese silencio se volvió algo incómodo. Ella lo notó y decidió hablar.
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Caught: Sólo en mi mente
AcakElián Edevane, un chico de 13 años, cuya vida es desagradable y no se la desea a nadie en el mundo. Tiene la extraordinaria habilidad de controlar sus sueños mientras duerme. Pero un día, su historia toma un rumbo totalmente distinto cuando se queda...