Apariencias (V)

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Perseguí a Leila luego de salir de Historia. Había estado evitándome toda la semana y no me parecía lo correcto. Caray, éramos amigas. Y no existía algún reglamento en la amistad que permitiese desistir de ella sin rendir cuenta alguna.

Mi paso frenético hizo sobresaltarse a más de uno.

— ¡Maldición, ya detente! —Gruñí hastiada, agarrándola sin delicadeza por su hombro. Me fulminó con su mirada.

Enarqué mi ceja—:Oh, nada de eso nenita. ¿Qué carajos te sucede?

Sonrió con malicia.

—Nada que le interese, princesa — escupió con desprecio en la última palabra, hizo un ademán de irse y la sostuve con más fuerza de lo esperado, arrugó su rostro. No me importaba.

—Vas a decirme qué pasa, o tú y yo nos divertiremos —amenacé muy segura de mis palabras.

Rodó sus ojos, bufando sin salida.

—No podemos relacionarnos, usted no es buena para mí.

— ¿Por qué me hablas así?

Se burló.

—Sólo así puedo hablarle, princesa —repitió de nuevo condescendiente, dándose la vuelta y largándose. ¿Pero qué pasó? Los estudiantes que pasaron por mi lado me observaban especulativos, con cierta lástima que rechacé instantáneamente. Cumplir mi amenaza solo serviría para llamar a los entrometidos, era mejor simplemente despistar toda atención porque mis asuntos no le incumbían a nadie.

No iba a seguir insistiendo, si de la noche a la mañana quería abandonarme estaba bien. Su vida, sus decisiones. Yo también tenía una.

No la necesitas, mía.

Suspiré con cansancio. La noche anterior llegué a la lastimosa conclusion de que algo surgió como un apoyo para sobrevivir a mi madre, sin lugar a dudas ella era el detonante de mierda. Seguía asimilándolo tratando de no compadecer la fragilidad de mi mente. Ojalá pudiese platicar sobre ello con Jordan, pero me pintaría de lunática y defendería a mamá. La adoraba. Y los gemelos estaban tan pequeños;... no, me lo callaría.

Te equivocas, algo. No tengo a nadie más.

Me tienes a mí.

Reí por lo bajo con sequedad, caminando en dirección a la cafetería y evadiendo el camino de siempre que me conducía a mi mesa con Leila, quien se hallaba junto a un chico mayor que nosotras, bajito pero fornido, ya me había hablado de cuanto le atraía por llamada telefónica. Y esa probablemente fue la última vez que me contó algo, como amigas.

Me senté en una mesa aislada del resto y abrí la mochila sacando el almuerzo que hizo papá, al menos él me quedaba:—Tú no existes —contesté en un murmullo.


☽☽☾☾


Tenía que hacer algo. No podía quedarme de brazos cruzados esperando que la vida me rescatase de repente. El universo no poseía esa clase de compasión. Por lo pronto, buscaría un lugar relajante donde pudiera pensar con claridad y sin interrupciones.

El soplido escalofriante que abrasó a mi piel me dijo que estaba cerca. Mis dedos hormigueaban ansiosos, mientras que la incesante llama se instalaba detrás de mis ojos. Estaba acostumbrándome a la sensación que acompañaba a algo en su intrusión. Una ramita sonó, me detuve ipso facto. Tragué con fuerza antes de darme vuelta.

Bret 

Su aroma. El característico y dulce aroma a vainilla que su piel despedía. Estaba impregnado en el aire y me dispuse a seguirlo, a toda costa.

El Hilo Irrompible © ~EDITANDO~Where stories live. Discover now