Distancia

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El sol apenas salía entre las colinas que separaban a Quinta de la costa cuando el escuadrón salía desde los muros rumbo al viejo fuerte.

Jean fue lo suficientemente discreto como para orientar la marcha inicial como si se dirigiesen al sur. Para cuando estuvieron lejos de la vista de los muros de Quinta, el galope se detuvo. Mikasa entregó el bolso que contenía los registros de migración a Gregor, quien junto con Frederick retomaron la ruta, mientras que el resto del escuadrón cortaba hacia el oeste.

Había sido una movida inteligente. Nadie podía saber aun de dicho fuerte, no mientras no supieran las implicancias que ello pudiese tener en su batalla contra Mare.

Como siempre, el trayecto libre de titanes. Unos pequeños recesos para que los caballos descansaran, los dibujantes tomaran notas y luego retomaban la marcha. Nada que fuese diferente al resto de toda su misión, excepto por un detalle que se hizo evidente ya al llegar al fuerte.

Sentados alrededor de una fogata que habían encendido fuera de la construcción, Betza destapó un ungüento de color café y un fuerte aroma a mentol. Metió los dedos dentro y sacó una buena cantidad. Tomó el brazo descubierto de Jean y comenzó a frotarle desde el antebrazo hasta los dedos con gran experiencia. El chico hacía ligeros gestos de dolor.

-Según mis cálculos -Haller indicó unos trazos en una hoja -Son exactamente 112 kilómetros desde Quinta.

Hausdorf tomó la hoja que le extendía el oficial y comenzó a contrastarla con sus propios cálculos.

-Eso quiere decir que los muros son perfectamente concéntricos -comentó Jean viendo como el ungüento le iba dejando la piel brillante.

-Aun no vamos del otro lado, puede que sea diferente -comentó Hausdorf.

-Hasta ahora lo único que puedo sacar en conclusión es que los titanes son mejores constructores que nosotros -bromeó Sommerville sentado junto a Haller.

Encerrados por titanes convertidos en muros. Encerrados por su libre voluntad. Sus recuerdos borrados. Un fuerte desconocido. Cientos de conjeturas que ninguno de ellos quería explicitar. Y era mejor dejarlo así.

-Con esto estarás mejor -comentó Betza a Jean enrollando una venda en el brazo y mano del más joven del grupo -Karl solía tener este problema a menudo.

-Eres la mejor enfermera de guerra, Betzie -la celebró Hausdorf -Un verdadero lujo, muchacho. Tienes suerte que yo sea un hombre generoso.

Y seguido de ese último comentario el pote del ungüento le fue a dar directo en la frente, eso si no tuviese tan buenos reflejos con su mano izquierda y haber detenido el impacto con asombrosa rapidez.

-Ya sería hora que intentaras volver a tu trabajo en lugar de sobrecargar a Kirstein -lo reprendió Betza -Bien que puedes hacer otras cosas con esa mano. Así que te quiero tomando los lápices otra vez, al menos para que comiences a acostumbrarte.

Le quitó el pote con brusquedad de la mano y se perdió con él dentro del viejo fuerte.

-Está preocupada -la disculpó Hausdorf -La entiendo. Pero…

Jean lo sabía. Karl había tratado de tomar los lápices y ayudarlo los días anteriores. Pero sus trazos aun eran torpes.

-Tranquilo, tengo todo bajo control -dijo Jean con soberbia mirando a su mano -Es solo simple cansancio. Nada que los cuidados de Betza no alivien, ¿verdad?

Hausdorf se sonrió. Mikasa miró como Jean bajaba la manga de su camisa y la abotonaba a la altura de la muñeca.

-Iré a terminar lo pendiente -Jean se puso de pie -Mañana recorreremos hacia el norte. Debemos recuperar el tiempo perdido en Quinta.

El como Mikasa se enamoró de JeanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora