Si hubiera pasado tres segundos más de pie, sin hacer nada, estoy segura de que aquella espada me hubiera cortado la yugular. O rebanado la cabeza.
Aquella sonrisa me había asustado y gracias a ello la adrenalina hizo que me apartara corriendo, lanzándome al otro lado del pasillo, evitando la hoja de la espada. Chocando las rodillas desnudas sobre el suelo, y sintiendo un dolor agudo en los huesos. Escuché el sonido de unas alas desplegándose y fruncí el ceño. Recordé que sus plumas eran venenosas y no tenía nada con lo que cubrirme o aislarme del daño que pudieran ocasionarme. Me levanté, tan rápido como lo aturdida que estaba me permitía y la observé. Estaba equivocada, completamente. Ella no era un pecado. ¿Por qué, entonces, la recordaba como tal? ¿Por qué los demás también pensaban que Rosalinda era la Soberbia?
—No sé de qué me hablas —concedí escupiendo desdén.
Sonrió al mismo tiempo que negaba.
—No, ahí te equivocas. Sí sabes de lo que te hablo.
Rápidamente cambio la sonrisa por un rostro completamente sumergido en la furia. Terminó de expandir sus grandes alas oscuras al mismo tiempo que sujetaba la espada con una mano dispuesta a atacarme. No me había dado tiempo a apartarme, ni tampoco podía puesto estaba pegada a la pared y no tenía escapatoria alguna. Vi cómo la hoja de la espada se acercaba a mi. Por su actitud, deduje que Rosalinda no era una de las personas que vacilaban a la hora de matar. Esa fue la razón por la que me sorprendió encontrarme viva. La tenía delante, su espada estaba colocada contra el perfil de mi cuello cortando, poco a poco, mi débil epidermis.
—Te he dicho que no sé dónde están. —Volví a repetir. Pese a que mi cuello estaba sangrando, formando un charco a mis pies, no sentía dolor.
—Los humanos sois repugnantes. Además de que mentís fatal.
¿Humana? Ahora caía. Pensaba que era humana. A decir verdad, hasta no hace mucho yo misma pensaba que era humana. Una persona normal que había perdido la memoria. No una chica de más de quinientos años. No un vampiro, ¡además depredador!, poseedor de un pecado. ¿Irónico no?
—¿Humana? —manifesté mi duda— ¿Y piensas que una humana como yo retiene a tus hermanas? ¿Estás desesperada por encontrarlas o qué?
Curvó una sonrisa cínica. Movió la mano y cortó, sin esfuerzos, la yugular.
Caí al suelo, la sensación fue devastadora y dolorosa por un instante. Pese a lo corto que fue, recordaría ese dolor de pocos segundos como uno de los peores.
No moví ni un ápice. Estaba desconcertada y la sangre no dejaba de emanar del cuello. Sin embargo, seguía viva. Pero no era yo misma. En mi interior algo se rompió. Alguien quería salir. Alguien tomaba el control de mis emociones y de mi cuerpo.
—Y, ahora creerás que me has matado ¿no? Por ser humana, digo —comenté repentinamente con tono jocoso al mismo tiempo que me incorporaba.
Rosalinda volteó la cabeza para observarme. Aunque su rostro no mostraba ni un tizne de impresión, supe que en el fondo lo sentía. ¿Qué humana sobrevive a eso?
—Vaya. —Se limitó a decir con una sonrisa de oreja a oreja mientras sacudía un lado de su largo cabello platino y pasaba un dedo por la espada para recoger mi sangre.
Mantuve silencio. No respondí a su palabra. Tan solo clavaba mi heterocromía en sus ojos violetas. Ella ofreciéndome su superioridad y yo mi tranquilidad y paciencia irónica. Pasé la mano por la herida del cuello, la cual seguía dimanando sangre. Recogí un poco de aquel líquido rojo y lo lamí saboreándolo. No lo negaré, me burlaba. Buscaba su ira. ¿Qué ocurriría ahora? No era humana, ella tampoco. No era débil, ella menos aún. No era estúpida y ella... quizá. No me malinterpretéis. No digo que lo fuera, tan solo que aquel revés del destino era una desventaja. Para ella, claro. Yo no la conocía. No sabía, del todo, sus habilidades ni poderes. No sabía que ases ocultaba bajo la manga. Era tedioso. Pero ella tampoco sabía de mi. Pensaba que era humana, por lo que no contaba con ningún dato sobre que habilidades o poderes tenía. Pero yo sí. Rosalinda había sido tan amable de mostrarme como luchaba y algunos de sus ataques en nuestro primer encuentro.
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Proyecto Pandora: Bienvenido al Pandemonio.
Fantasy"[...] Aceleró el paso, llegando así a aquel basto lugar. Miró a su alrededor logrando observar varios cadáveres, y entre ellos el de su madre. Tenía la ropa de color azul empapada y teñida de rojo. Una pierna se le retorcía de una forma absurda, y...