Capítulo 7.

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Sería realmente entretenido contaros cómo nos dimos cuenta de que junto a Damn había aparecido otro pecado o de cómo supimos que ese pecado, por decirlo de algún modo, era como mi hermana menor. Sería, sería... sería muchas cosas. Pero antes que eso, os contaré cómo nos percatamos de que aquella joven no era más que una farsante. Me explico: todos los Pecados Capitales tenemos algo que nos identifica como ello, denominado Atma o Aura.

—Damn Own. Realmente eres una maldición. —Jugó Diddi tras un silencio producido al enterarnos que otro pecado andaba suelto por ahí, posiblemente matando a más personas.

—Y tú, sigues siendo una niña mimada e irritable. Sólo hay que verte. —Contestó, aparentemente ofendida mientras se acercaba a ella.

Nuestra presencia allí era irrelevante. Si nos hubiéramos marchado, estaba más que claro que no se hubieran percatado. No obstante, nos limitamos a retroceder unos pasos, escudarnos y escuchar. Macius, seguía sosteniendo su daga a la altura de los ojos. En un principio pensé que aquella arma no haría mucho, pero preferí no subestimar. Khalius, sin embargo, no llevaba armas. Estaba tranquilo, escuchando y cavilando, tampoco lo subestimé. Desde el momento en que lo vi, supe que era extraño. Glotón, infantil y extrovertido, pero extraño a su manera. Yo me escondí tras él. No estaba asustada ni sentía el temor que había sentido anteriormente con Deidara, simplemente confundida. Estaba claro que no me encontraba con personas normales y que yo no lo era. Muy claro ya me había quedado antes.

Diddi ladeó la cabeza mostrando una sonrisa infantil. Pareciera que toda palabra o frase que saliera de la boca de Damn no le afectase lo más mínimo.

—Se palpa la Envidia que me tienes. —Dejó escapar una carcajada llevándose la mano derecha a la cara, cubriendo así la mitad de ésta. Fue un acto que me resultó familiar. Yo había hecho lo mismo el día que conocí a Khalius. Era como si algo o alguien quisiera salir de mi interior y con ese movimiento lo detuviera—. No esperaba menos de ti, ni de mí.

Damn frunció el ceño molesta, aquel comentario la había tocado. No sé exactamente cómo ocurrió, pues Khalius me cubría parte de la vista, pero al igual que había ocurrido con Mark, aquella joven sacudió su mano derecha, obteniendo así varias dagas, esta vez de mayor tamaño, las cuales lanzó fugazmente hacia Deidara.

Hubiera sido encantador que aquellas dagas llegaran a Diddi y se iniciara una pelea, pero no fue el caso. Ni la rozó. En ese mismo instante, Diddi se había visto protegida por una preciosa luz azul platino que irradiaba de ella naturalmente. Ya no mantenía una expresión infantil como al principio. Ahora mantenía el semblante serio y decidido con una sonrisa de lado que infundía temor. De entre la luz, se podía ver como una pequeña especie de llave u orquídea brillaba con cierta intensidad, hasta convertirse en un arma. En su caso una larga y afilada guadaña que acordaba más con la mítica Paca que con una niña de trece años.

Diddi arqueó la ceja observando a Damn, la cual había retrocedido algún que otro paso con la mano alzada cubriendo su perfil. La pequeña la observaba con unos preciosos ojos ambarinos, similares a los felinos. Era como si la analizase.

—¿Qué pasa? —Preguntó de repente. Mientras, colocó la guadaña a su derecha, y con una sonrisa burlona y petulante empezó a relatar algo que me trajo vagos recuerdos color carmín—: El día del Réquiem el único pecado que faltó fue la Pereza, ¿sabes?

Lo que había relatado Deidara fue ¿atónito? Sí, creo que esa sería la palabra adecuada. Ya era la segunda verdad en un día que escuchaba mientras arrugaba con las manos la camisa blanca de Khalius.

—Ese día estuvimos todas pero tú faltaste. Némesis, Coraline, Rosen... —noté como su voz dudaba al decir aquel nombre—. Lisbeth, yo, e incluso Sheila. Estuvimos presentes el día del Réquiem. Recuerdo perfectamente lo enfadada que estaba Némesis, lo mucho que nos quejamos Lisbeth y yo. La osadía de Rosen —volvió a dudar—, el hambre de Sheila, lo cual la enfurecía, y las ganas de matar de Coraline. Todas esperando. Y tú sin aparecer, ¿y ahora te dignas a venir? ¿Quién te crees que eres?

Proyecto Pandora: Bienvenido al Pandemonio.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora