Capítulo 16.

70 6 6
                                    

Vasilisco no era precisamente un ser del que nos pudiéramos fiar. Y yo lo sabía muy bien.

La Guarida no había cambiado absolutamente nada. Todo seguía tan escéptico como la última vez que la había visto. Tal vez una docena de almas y auras más adornaban aquellas estanterías.

Para poder ir al Pandemonio primero debíamos ir al Abismo.

Y a él se accedía rompiendo un extraño sello escrito en lengua muerta.

La mayoría de las personas se han preguntado qué le sucede al alma después de morir. Unos afirman que el alma no va a ningún lugar que simplemente muere y ya, otros dicen que va al infierno, y otros que al limbo.

Sin embargo, pocas personas coinciden en su descenso al Abismo; un lugar ni donde los demonios quieren estar, una cárcel. Una amplia y profunda extensión situada en lo más recóndito, junto al Seol.

El Abismo se divide en varios sectores de nombres extraños, pero sólo cuatro destacan: donde van los condenados, el Hécate; donde son juzgados, Apollyon; donde cumplen condena, el Nergal y donde perecen; éste último llamado Diabolus.

Mientras avanzábamos en silencio, cada ciertos tramos, se podían escuchar alaridos y lamentos que se intentaban pasar por alto. Sonaban despechados, horrorizados, suplicantes y simplemente muertos.

Se apreciaban seres, o más bien bultos, realmente extraños escondidos en la fría oscuridad de la cárcel del Abismo, del Oved.

—Aquí —había comentado Vasilisco deteniéndose donde había una enorme entrada que como única seguridad contaba con una cuerda blanca y un papelito con misteriosos símbolos— están los demonios de los pecados.

Las cuatro alzamos la cabeza observando aquella enorme entrada, dudosas de qué hacer o cómo reaccionar.

Era cierto que cada una teníamos un demonio que representaba un ciento por cien nuestro pecado, llamado como su representante.

Era decir: el demonio de la Ira era Satán al igual que el demonio de la Soberbia era Lucifer.

Todos demonios desgarradores denominados Chandrians menos el ángel caído.

Vasilisco había señalado dos grandes bultos que se habían movido repentinamente dejando escapar un horrible rugido tal vez de advertencia.

—Si os dais cuenta Leviathan y Mammon están separados de los demás. Satán, Asmodeus, Lucifer y Belzeebu están más unidos y Belphegor es aquel bulto irreconocible del fondo.

***

—¡Haz que me suelte maldita sea! —Juró Owen mientras colgaba de la garra de Vasilisco.

Cruzar las compuertas del Abismo para acceder al Pandemonio había sido más fácil de lo que hubiera imaginado.

A nuestro paso se escuchaban los gritos ahogados de quienes sabían quienes estaban allí.

Una vez en Pandora, en un sector oscuro y decadente, Vasilico había optado por su verdadera forma. Un ser casi colosal y oscuro con forma engañosa de gato. Grandes dientes de sable, ojos rojos como el rubí y larga y grande cola de afilados huesos que movía con cierta rapidez.

—Mira. Si te hubieras callado, Xexaer no hubiera hecho nada —alegó Luchia con una sonrisa de oreja a oreja.

Desvié la mirada irritada, caminado de un lado a otro. Haciendo sonar pequeñas y frágiles ramas viejas a mi paso.

Aquella Región, como se refería a ella Vasilisco, estaba desordenada. Era un bosque oscuro que como única luz tenía la luna llena en un manto aún más oscuro. Los árboles estaban desnudos y en los huesos. La vegetación no era abundante y no había rastro de vida.

Proyecto Pandora: Bienvenido al Pandemonio.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora