Capítulo 9: Vida y muerte

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Las memorias llegaban a su cabeza con rapidez, una maraña de imágenes y emociones que se enredaban a ellas. Sin embargo, terminaba escogiendo sólo las más importantes, las más especiales, las que contenían las sonrisas más puras que alguien pudo ofrecerle. Su madre, padre, tíos, Luce, algunos humanos gentiles... Kyoya y Reborn. Cada hermoso recuerdo lo guardaba en su alma, lo ligaba a ella para jamás perderlos, embellecía el "algo" que lo identificaba como un ser inmortal. Estaba centrado en aquello que hacía brillar su pecho mientras daba cada paso para adentrarse en ese espeso bosque desconocido, en donde los rayos de luz no llegaban a todos los rincones del suelo y por eso generaba un extraño sentimiento de "oscuridad".

Su guía permanecía con paso constante, firme, sin inmutarse por el ruido de aquellos animales que habitaban el lugar, en el más completo silencio, sin ver nada más que los árboles que impedían su caminar en línea recta. Mas, ese bosque extraño no era su destino, el suyo estaba mucho más alejado de lugares poblados con verde vida imponente o con especies animales casi mágicas. Su meta estaba ubicada en donde lo único que se podía ver era el verde pasto esparciéndose erróneamente pues era lo único que podía crecer en el lugar; sin árboles, sin animales que consumieran la hierba viva, sólo un par de enredaderas que por el suelo reptaba. El viento mecía todo, silbaba simulando ser una sonata eterna, dos montañas rodeaban el lugar, el sol se veía en las cimas de las mismas dando lugar a varias sombras extrañas que enfriaban el entorno. Y en medio de todo eso, se detuvieron



—Es hora, Tsunayoshi — la diosa, la jueza dio la cara al fin, demostrando la tristeza que la embargaba

—Por favor dígame Tsuna, al menos en esta ocasión — soltó la mano guía y sonrió

—Tsuna — Orégano le concedió ese deseo mientras movía sus dedos hasta que una semilla brotó de la nada y se posó en la palma abierta de su mano derecha — sabes que este es tu sitio de reposo eterno

—Lo sé — miró todo detenidamente, incluso dando un giro completo para no perder detalle —es hermoso

—¿Sabes qué simbolizarás para los humanos?

—Sí — el castaño vio como Orégano se arrodillaba en el suelo en frente de sí, pero esa vez no la detuvo, sólo miró en silencio. La castaña susurró algo mientras quitaba la tierra de un pequeño espacio sin vida alguna que incluso mostraba un tono marrón oscuro, después sólo enterró aquella semilla que brillaba con extraña calidez y la cubrió delicadamente —. Seré pecado o salvación — Tsuna sintió que era correcto revelar su tarea en ese mundo — Dependiendo de quién me solicite o me vea, seré eso o aquello

—Representas el amor y la fuerza del mismo — cubrió la semilla y dejó que un par de lágrimas brotaran de sus ojos violáceos —. Guías el amor múltiple — el fulgor que nació de la mezcla entre las lágrimas y suelo inerte se extendió por esas tierras, dando un espectáculo singular. La diosa se apartó de inmediato porque de las entrañas del suelo que no podía dar a luz a nada más que a hierba mala, brotó una pequeña planta con sus hojas acorazonadas en esplendor — un amor que en teoría no debería existir — completó el juicio oral

—En sí... yo no debía hacerlo — Tsuna admiró como esa pequeña vida crecía con rapidez, formando un árbol esplendoroso que en poco tiempo se extendía por medio de ramas vigorosas y un tronco amplio — yo no debería existir... yo no debí haber nacido

—Naciste como el fruto de una atrocidad — no se atrevió a mirar al castaño y se concentró en ese árbol que terminaba de crecer. Enorme, amplio, el único ser vivo diferente posado en esas tierras infértiles — y tu destino se trazó bajo mi juicio, Tsuna

—Tan bonito — sonrió mientras se acercaba cuando se le dio el permiso de hacerlo — será agradable reposar bajo su sombra — con la punta de sus dedos acarició el tallo

Sonrisas destinadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora