—No le puedes impedir a tu hijo crecer — Luce estaba sentada en el lugar destinado para un oráculo, esperando a quienes solicitarían sus predicciones
—Y tú no puedes inculcarle la desobediencia — Iemitsu discutía desde hace días con su hermana, pero sin tener ningún resultado
—Yo te lo dije y repito... no puedes hacer nada para impedir su destino — miró desaprobatoriamente a su hermano, pero después sólo le brindó una sonrisa sutil — ¿entendiste?
—Es mi hijo
—Y es mi sobrino
—Entonces, ¡¿por qué haces tales barbaridades?! — apretaba los puños al elevar su voz, incluso en su cuello destacaba una punzante vena
—Eres su padre... ¿por qué le impides ser libre?
—No quiero perderlo — apretó los dientes y cerró sus ojos
—No puedes quedártelo
—¡Entiéndeme!
—Ni siquiera tú puedes entenderte — bebió el néctar que le fue dado de regalo y sonrió — ya basta, Iemitsu... Es tarde
Veinticinco años, ni más, ni menos. Era el número que Tsuna respetó, el que decidió sería el tiempo necesario para dejar a sus padres dominar su destino. Mas, también representaba el día en que abandonaría aquellas nubes tan bellas que lo acogieron desde su nacimiento. Se despidió de su madre con un beso, le limpió las lágrimas, sonrió para indicarle que haría las cosas correctamente y que no se preocupara. Soportó las palabras de rechazo de su padre y el intento de éste por detenerlo. Sin embargo, nada pudieron hacer cuando Tsuna mostró su firme decisión y usando sus propias habilidades creó un portal para, al fin, retirarse...
Tsunayoshi abrió la celda que siempre consideró como un hogar. Lo hizo a pesar de que la tristeza lo invadió al dejar a su madre y padre, la misma que contrastaba con la emoción por iniciar su propio camino y al fin... por fin... visitar aquellos lugares que lo cautivaron desde sus años mozos. No le importó nada y simplemente partió hacia los caminos polvosos que los humanos forjaron para trasladarse. Le gustaba de cierta forma y aunque sus blancos ropajes se mancharan un poco, estaba feliz
Aún recordaba las diferentes salidas en compañía de su tía, Luce, la más amable de todas, a la que más le tenía respeto porque, a pesar de tener la terrible tarea de predecir cada vida existente en el mundo humano y cuando era necesario de los mismos dioses, era un alma bondadosa y llena de paz. Le debía todo a ella, incluso la dicha de hallar a tan particular criatura a la que en ese mismo instante pensaba visitar. Recordaba el primer avistamiento, la primera afrenta -porque admitía no compartir muchas de las características de ese ser -, pero no estaba mal... era divertido
El castaño caminó por un lugar desolado en primer lugar, disfrutando de la brisa que removía su cabello y del aroma a tierra húmeda. Poco después se internó en un bosque frondoso en el que adoraba apreciar las siluetas extrañas que formaban las sombras originadas por los rayos de luz que no podían atravesar el sinnúmero de hojas en las ramas más altas. Recordó que debía cubrirse con una capa larga de color marrón para que el frío de esa época no calara en su piel y empezó a cantar alguna cosa para que un ave tímida le hiciera compañía. Siempre hacía eso por simple diversión, además, para poder llegar a su destino debía atravesar cierto pueblo humano en el que no deseaba ser reconocido como una deidad. Él quería normalidad en su vida nueva.
Luce siempre le dijo que sería más fácil crear un portal directamente hasta el hogar de aquel ser, pero Tsuna prefería caminar un poco, respirar aire puro, ayudar a algún humano y entonces sí ir hasta su destino. Podrían llamarlo caprichoso y no le importaba mucho serlo
ESTÁS LEYENDO
Sonrisas destinadas
FanfictionHe cedido parte de mi existencia a la persona que amo y no me arrepiento absolutamente de nada.