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– ¡Martina! – se quejó Dam – ¿Vos me estás jodiendo?

– Para nada. – negué – Ya escuchaste a papá, tenés la pieza de Facu.

Dio media vuelta y entró al cuarto cerrándola de un portazo. Reí y me recosté, obviamente lo estaba jodiendo porque moría por compartir mi poco espacio en la cama con él. Prendí el celular y le envié un mensaje de texto, no tenía ganas de entrar a WhatsApp porque tenía varios mensajes que contestar.

Marti; Dale pajero, vení

Dami; Morite.

Marti; De ganas de que estés acá.

En pocos minutos escuché sus pasos de punta a punta, entró y otra vez cerró con un portazo; tenía serios problemas con las puertas.

– Wacho me vas a sacar de lugar la puerta – reí.

– ¿Sólo la puerta? – levantó la ceja.

– Qué asco – codeé delicadamente sus costillas y me di vuelta, lista para dormir.

– ¿Te puedo preguntar algo? – pasó sus brazos por mi cintura.

– Ya lo estás haciendo.

– En serio te estoy hablando – rió.

– Dale.

– ¿Qué somos? – preguntó tratando de no tartamudear.

– Personas, de carne y hueso.

– Dale boluda. – habló molesto.

– Hagamos un trato – me di vuelta y quedamos frente a frente, él asintió. – Yo te soy sincera, como siempre pero si vos me decís qué te dijo posta mi mamá.

– Marti – quitó sus brazos.

– No hay trato.

– Bueno, a ver... – suspiró. – Vos primero.

– Bueno, a ver – imité su voz, jugaba con su paciencia. – Me gustas, lo sabés y todo lo que pasó hoy no sé, fue todo un impulso. Ojo, no digo que lo del otro día también lo fue pero no puede ser que ni siquiera me hables por meses y después vengas a tratarme así.

– No – interrumpió. – A lo que me refiero es que quiero que, no sé cómo decírtelo.

– ¿Intentar algo? – él asintió. – Supongo que sí.

– ¿Vos me amás?

– Ésa pregunta intensa, qué te pintó. – reí.

– La puta madre – se quejó – ¿Podés ser seria?

Me sentí un poco mal por burlarme de aquél tema que para él lo era todo pero no podía dejar de pensar en Ignacio y de todas las veces que pateé el ''¿Qué somos?'' o ''¿qué sentís?''.

– Perdón. – suspiré.

– ¿Y? – insistió, refiriéndose a la pregunta anterior.

– Sí, te amo. – sonreí a medias.

No volvió hablar y sólo se privó de mirar hacia la pared de la izquierda; pintada con estrellas y una frase del principito ''Fue el tiempo que pasaste con tu rosa la que la hizo tan importante''. La habíamos pintado con papá cuando nació Facundo y para que no me ponga celosa me habían comprado un libro, mi primer libro. Cuando leí aquella frase la marqué, lo que a papá le molestó mucho pero igual lo asumió y tiempo después aceptó pintarla. Según él trataba del amor y no erraba a su idea.

Damián había comenzado acariciar mi pelo y tranquilamente acomodé mi cabeza en su pecho, mil ideas pasaban por mí cabeza pero lo principal ¿por qué él no contestó a su pregunta?

Recordé que él no me había dicho lo que mamá le dijo antes de salir, injusto. Pero aquél momento no era el indicado para interrumpirlo.

Se movió por última vez y claramente se había dormido, su celular había sonado y supuse que quizás era su madre. Lo agarré del bolsillo y me fijé desde la pantalla de bloqueo, era un mensaje que no era de su madre, a menos que no la tenga agendada.

Número desconocido

+54 1527390239

¿Qué onda bonito? No me hablaste más. 01:37am

Explotaba de bronca, intenté varias veces desbloquear su celular pero lo único que logré fue bloquearlo del todo. No sentía bronca por las pibas con las que hablaba Dam, tampoco tenía porque si éramos un algo hace menos de veinte minutos sino por la mina que le volvió hablar pero bueno, cosas que pasan cuando salgo con un Dam gato.

•••

– Buen día – desperté mientras Dam repartía besos por toda mi cara. – Vino tu viejo y dejó unas facturas para desayunar.

– Qué bueno – estiré mis brazos. – Anoche te llegó un mensaje.

– E intentaste desbloquearlo – frunció el ceño al tomar su celular. – ¿Qué era?

– No sé, fíjate. – respondí cortante.

– Martina – suspiró – No seas así.

– ¿Así? – me senté.

– Si estoy con vos es porque me gustas – se acercó – Y no con cualquiera.

– ¿Y vos me amás? – estaba a punto de hablar pero fue interrumpido por el timbre. – Voy y vengo.

Me acomodé un poco la ropa que tenía como pijama y saqué la llave de la puerta, abrí con la misma. Levanté la vista y era Nacho, la puta madre. Cerré rápidamente quedándome afuera.

– Vine sin avisar, perdón – rascó su nuca y se acercó para saludarme.

– No pasa nada – sonreí.

– ¿Estás ocupada? Porque pensé que quizás podríamos ir a... – sentí la mirada de Ecko pérdida detrás de mí, la puerta se abrió. – Parece que sí

– ¿Qué onda amigo? – Dam estrechó su mano en forma de saludo.

– Todo bien – sonrió

– ¿Querés pasar? – me aparté y negó con la cabeza.

– Estoy llegando tarde a un compromiso que olvidé. – contestó y luego se despidió.

Sabía que mentía y su mirada estaba llena de tristeza, sentía que lo había traicionado. Damián hablaba y hablaba aunque no pude prestarle atención a lo que me decía, tan solo asentía y sonreía.

No es que no esté segura de lo que sentía por él, sino que no sabía cómo no perder a Nacho más allá de todo. 

❝desaprender❞ ➳ Damian LafuenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora