«11»

964 71 0
                                    


POV Martina

Desperté con un gran dolor de cabeza y abrazada al pecho de quién no divisé aún pero más que obvio, Nacho. No recordaba nada de lo que había sucedido y me dolía absolutamente todo.

Quise levantarme y nuevamente me sentí rodeada por sus brazos.

– Buen día bombón - susurró Ignacio a mi oído. – ¿Te sentís mejor?

– ¿Qué pasó? acomodé mi pelo y así verlo

– Tomaste de más, vomitaste arriba de una piba y casi te pegan – respondió entre risas.

– La puta madre, qué horror.

– Te quise cuidar y me dijiste que no te joda más. – se mordió el labio; odiaba que lo hagan, demostraba enojo o soberbia pero a él le quedaba tan bien.

– Perdón por eso. –suspiré –¿Por qué te quedaste después de haberte dicho eso?

– No iba a dejar que vengas sola en el estado que estabas, aparte cuando llegamos me pediste que me quede.

– Gracias –sonreí y amagó a besarme – ¿Querés desayunar algo?

Me levanté rápidamente y me dirigí a la puerta antes de que conteste, no quería que se repita mil veces la situación y que se torne incómodo por no saber qué decir luego.

– ¿Café o té? – grité desde la cocina y no escuché respuesta, por lo cual me dirigí al cuarto – Ignacio te estoy hablando boludo.

– No me quedo Marti –respondió mientras se ataba las zapatillas.

– Dale, no seas gil – insistí – Voy a quedarme re sola todo el día si total Facundo no está, un re embole.

– ¿Y soy tu payasito de turno? – rió y asintió. – Si querés voy a comprar algo

– No, no. Ni ahí. – Insistió nuevamente y finalmente fue a comprar.

Me tomé un gran tiempo hasta que Ignacio volviera para ordenar la cocina donde desayunaríamos y escuché el timbre ya que había olvidado de darle la llave.

Abrí y me encontré con mi mamá; parada y cruzada de brazos con una expresión para nada agradable. Sabía a lo que venía y no tenía ganas de hablar de tal tema, al menos vino sola y no acompañada por mi papá como generalmente lo hacía.

– Mamá, tanto tiempo – hablé primero con cierta sorpresa – ¿Qué hacés acá?

– ¿Tu hermano dónde está? – pasó como si nada – Como siempre cubriéndolo vos.

– Era su única opción – respondí levantando la voz – ¿O qué esperabas? ¿Que se vaya a dormir a la calle?

– Si me vas hablar háblame bien. – me miró fijamente.

– Te estoy diciendo la verdad y eso es lo que te molesta... – escuché el timbre sonar, ésta vez sí era Ecko; mal momento la puta madre.

– Ah bue... – dijo sarcásticamente al ver pasar a Ignacio. – Encima te pagamos el departamento para que te revuelques con cualquiera también.

– ¿Qué decís mamá? Si no sabés nada de mi vida, el departamento fue una excusa para sacarme de casa. – Respondí enojada ante su comentario.

– Puedo volver en otro momento Marti – interrumpió Ecko con culpa.

–No Ignacio, vos no te vas. – Abrí la puerta – Mamá ¿te podés ir? Si querés ver a Facundo pensá en lo qué hiciste primero.

Decidió irse y sentí como mi vida se derrumbó, otra vez. Comencé a llorar como siempre pasaba al finalizar una discusión; odiaba ser así de frágil, todo me perjudicaba y no podía hilar dos palabras que tenía un nudo en la garganta o me quebraba en llanto.

Nacho fue testigo de aquella situación y nuevamente, me abrazó y me podía sentir más tranquila. A veces solo nos hace falta un poco de afecto.

– Me rompe el corazón verte llorar – habló finalmente – No quiero que estés mal, nunca.

No sabía cómo reaccionar ante aquél comentario sin olvidarme que él también motivó mi llanto hace semanas atrás aunque al final de cuentas todo siguió normal o eso quería creer.

•••

La tarde se había pasado en un abrir y cerrar de ojos; Ignacio se había ido y mi hermano, nuevamente, volvería al día siguiente. Me quedé sentada en el sillón mirando el celular y la tele se reproducía en el canal que había quedado aunque no estaba prestando mucha atención.

El timbre sonó una vez y otra, hasta que sonó una vez sin parar.

– Bebé – gritó Damián abrazándome, tenía un olor alcohol que asqueaba – Te extrañé demasiado

– Estás re mal boludo – quité sus brazos de mi – Son las seis de la tarde ¿Qué tomaste?

– La verdad que no sé – contestó casi sin poder hilar las palabras

Damián pasó y se sentó en el sillón donde antes estaba sentada, mientras le hacía un café para que baje las revoluciones. Me quedé mirándolo desde la cocina; estaba inmóvil mirando la tele y sin decir nada como si no estuviera ahí en tiempo y espacio.

Habló y deliró con sus historias, anécdotas y chistes hasta que se durmió. Para variar estaba arriba de mis piernas con sus brazos abrazándome por la cintura. No quería mirarlo porque me sentía culpable por Matías, no sabía por qué pero lo sentía.

– ¿Por qué no me diste bola cuando estabas con Nacho, ayer? – dijo de repente abriendo los ojos.

– Por la misma razón que vos en la fiesta de Duki – respondí cortante

– Perdón.

– Me acostumbré Dam – me miró sin entender – Cuando me necesitas existo, como ahora. Y cuando estás bien sin ningún problema me ignoras.

– No es así – se sentó bien frente a mí. – Sé que estuve mal pero tampoco tuvimos oportunidad de hablar de eso.

– ¿Hablar de qué? Yo no tengo nada que hablar con vos.

–Martina, ya sé que estás enojada pero por favor, hablemos. – Su voz estaba a punto de quebrarse – Corté con Florencia y ahora sos la única persona que necesito.

– ¿Cuántas veces la misma canción y diferente verso, Damián? – bufé.

– Ésta vez es en serio. – me miró –Ayer me dolió verte con mi amigo, así como solías ser conmigo pero sé que con él todo va más allá de la amistad y de mí te olvidas.

Dejó de hablar y miró hacia el piso, de repente comenzó a sollozar como un nene chiquito cuando le niegan algo que pide. Su llanto cada vez era cada vez más y entendí que todo lo que estaba diciendo era verdad; consecuencias del alcohol. Intenté abrazarlo y me rechazó, no reaccioné a su acción solo lo miré, lo único que podía hacer. 

❝desaprender❞ ➳ Damian LafuenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora