El Pasaporte:

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Eramos vecinos. ¡No unos vecinos cualquiera!.
Teníamos doce años y casi los mismos sueños. Yo quería ser astronauta, Nerea quería ser profesora. El árbol del vecindario, era tácitamente nuestro, allí resguardabamos a los gorriones, nos contábamos secretos, esperábamos a los extraterrestres, hablábamos en un idioma diferente para atraer a las gaviotas. ¡Éramos los mejores amigos del mundo!
Ella tenía una delicadeza heredada. Rubia , de piernas largas y casi esquelética,  ojos azules intensos . Sin duda era la chica más hermosa de la clase. A desventaja de mis compañeros, yo era afortunado. ¡Era su vecino!
Además nunca lo confesé pero moría por besarla. Me gustaba demasiado. Había jurado que en nuestro catorce cumpleaños la besaria. Dado que teníamos casi trece, aquel año del setenta y ocho, estaba un poco más cerca de dar mi primer beso .
Algún domingo que otro sus padres me invitaban a almorzar. Mi madre sufría con todo aquello, me lustraba los zapatos para que disimularan nuevos, me peinaba con gomina, me cepillaba las uñas. Ella decía que iba a una casa de gente " de bien" ... Yo no acababa de entenderlo mucho. Sí es cierto que Nerea provenía de una familia adinerada. Nosotros éramos los vecinos detrás de los chalets , cruzando las vías, pero eso no impedía que me trataran con mucho cariño y mucha comida.
Aquel verano la vi poco.
Sus padres veraneaban en un lugar muy lejos del pueblo. Solo sé que ella me giraba el mundo y me decía - aquí estaré los tres meses Pablito, hay que viajar en avión- Y esa bola indicaba un lugar bastante extraño para mí, yo solo sentía que la iba a echar mucho de menos. Tal vez en ese tiempo me crecería un poco la prematura barba, así podía sorprenderla y tal vez...quien dice, le confesaba que ya era hora de abandonar los árboles e ir a tomar helados.

Aquel verano de lluvias había inundado dos veces mi casa. Después de unos arreglos que hizo mi hermano en el techo, me pidió que subiera a ayudarlo. Era un tarzan, tenía la agilidad de una liebre, subí al techo para sostener unas chapas que cubririan los daños de las tormentas y...en punta de pies, desde el techo de mi casa, pude ver que las ventanas de la planta de arriba del chalet de Nerea estaban abiertas. Me inundó una extraña emoción. Tres meses habían sido tres siglos. Mi hermano me gritó - niño inútil presta atención- solté las chapas y salté al suelo sin oir los bozarrones de mi hermano. Corrí hasta su casa. Crucé las vías a sabiendas que el tren de carga estaba cerca, no tenía gomina en el pelo, mis uñas estaban sucias, y solo me había crecido un pobre pelo en la barbilla.
Le grité con el pulmón en la voz. -¡Nereaaaaaaa!
Giré la casa , toqué timbre, volví a llamarla.
Me asomé a los cristales de las ventanas.
Una mano tosca me tocó el hombro. Era una mujer alta y robusta. Trabajaba con ellos .
- Nerea no está ni estará, sus padres por cuestiones laborales han decidido quedarse en Europa, estamos recogiendo cosas, lo siento muchachito- y me sacudió el cabello sudado por la ansiedad de volver a verla.
Aquél día sentí como un puñal de hierro atravezaba mi garganta. Tenía una angustia indescriptible. Subí a " nuestro árbol" y lloré.

Cuarenta años era mucho tiempo y la vida arrasó con muchas simplezas que reemplazaron no sé si para bien, la inocencia con la que crecí.
Mi hijo me habia " creado" un perfil en una red social. Me explicó que eso servía para reecontrarse con antiguos compañeros de colegio. Reconozco que me costó aprender a utilizarlo. Pero era tan simple con buscar en " buscar" a quien deseaba encontrar.
...Poco más sabía hacer.
Entonces tuve una sensación muy parecida aquella vez siendo un niño, cuando supe que nunca más vería a Nerea.
Y la busqué. Sin reparos y nervioso. Doce años ya eran cincuenta y pocos...
Había varias Nereas Uriarte Medina .
Pero sólo una con esos azules ojos. Indudablemente era ella. Me tembló hasta el corazón. Tenía miedo. Sí, miedo.
Miré su perfil. ¿Se acordará de mi?
Tenía una sensación de nostalgia infinita. ¿Como le habría tratado la vida todos éstos años?
Le envíe la invitación. Y tímidamente le escribí un mensaje. Le hubiera puesto muchas cosas. ¡Tantas! ...
Días posteriores no tuve respuestas. Vi que vivía en Francia, algunas fotos que seguramente serían sus hijas por lo mucho que se parecían. Me sentí algo decepcionado.
Mi viudez había dejado en mí un resentimiento vil a las cosas que no eran inmediatas. Así que olvidé pronto ver alguna respuesta. Cerré las expectativas de recibir respuesta.
Me puse a leer. Como solía hacerlo siempre.
Estaba leyendo un libro que impulsaba a tomar decisiones. Olvidé la red social. No abrí mi cuenta por seis meses. Me dediqué enteramente a nutrir mi espíritu.
Mi vida también había cambiado mucho.
Ya no era ese pequeño de pueblo que soñaba con la chica más bella de la clase. Mi primer beso fue con Lolita, la hermana de mi amigo el pipi. La barba me creció definitivamente a los dieciocho años. Me mudé de barrio, de ciudad. Me casé , tuve dos hijos, puse un taller mecánico. Ya no tengo cabello para engominar. Más bien poco pelo. Envuide joven.
Me gusta compartir algunas horas en el bar.
El fútbol y la política. Fumo desde que tenía cuarenta. Leo bastante. Soy un hombre un poco básico . Nunca viajé. Apenas conozco esta gran ciudad y añoro mi pueblo donde fui feliz. 

Llovía torrencialmente ese sábado. Después de tanto tiempo tuve la curiosidad de " espiar" mi correo en mi perfil. ¡Había un mensaje!.
Era de Nerea. El corazón me dio un vuelco.

-" ¡Querido amigo! ¡Cuánta alegría al leer tu mensaje! ¡Cuánto tiempo! Tienes pocas fotos. Me gustaría verte personalmente. Estoy en Francia en estos momentos y no puedo viajar debido a que mi profesión me lo impide. Te dejo mi dirección y una reserva para que el doce de junio vueles a Paris para reencontrarnos...( si puedes por supuesto) siempre podrás cambiar la fecha del vuelo-.

Ella me hablaba de volar , del doce de junio, que ya había más que pasado. Jamás en mi vida me había subido a un avión. No conocía los aeropuertos. No sabía que se necesitaba. Ella parecía tan natural y yo tan restringido...ni siquiera tenía pasaporte.
No me atreví a contestar el mensaje.
Me sentí avergonzado. Ya no era tiempo de contestar nada...
Tragué el sabor del desencuentro pero también la agria sensación de la cobardía. Yo no era un hombre de mundo.
Seguí arreglando motores. Los fines de semana quedaba con los conocidos en el bar y debatía sobre la economía del país. Hasta que llegó mi amigo inseparable pipi, y me dijo que el viernes teníamos un reencuentro con todos los ex compañeros de colegio del antiguo barrio donde vivíamos de niños. Se lo veía contento...se había enterado porque él sí tenia mucha costumbre de utilizar su red social.
- Pablo será maravilloso, hasta vendrá Nerea Uriarte, tu ex vecina, parece que estaremos casi todos, menos Peluca, ¿lo recuerdas? , ha fallecido el pobre...-

Y corrí a casa a mirarme bien al espejo.
Tenía latidos de niño de doce años.
Me afeité. Me cepillé las uñas más que nunca.
Miré mi armario y había escasa ropa de salir.
Me fui con mi trasto camión al centro de la ciudad a comprar zapatos nuevos , que tuvieran el brillo que mi madre me dejaba lustrando mis viejos calzados...

Y pensé que nunca se sabe porqué el amor es siempre hermoso.
Pensé en ese mundo de plástico que giró mi vida . Después de cuarenta años. Al menos esta vez la volvería a ver. Y me prometí dejar la cobardía . Hacer que sucedan las cosas que me hacían sentir vivo.

...Y pregunté como se sacaba un pasaporte...

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