Lugares lejanos.

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Había viajado por casi todo el mundo.
Estaba cansado de deambular por la vida como un nómada.
Me habian hablado de un pequeño pueblo. San Lucero.
Estaba en un valle.
Pensé que sería el mejor lugar del mundo para retirarme.
A esta edad ya había aprendido a conciliar con la soledad. Aquella más profunda, que es mucho peor que "estar" solo.
Sin dudarlo fui a conocer el pueblo.
Estaba anclado en una colina, tenía lo necesario. Un bar, una escuela, una plaza y pocas casas repartidas.
Sentí que mi intuición me estaba sugiriendo que éste era "el lugar".
...Y así fue como toda mi vida resumida en tres maletas, se instaló en San Lucero.
Por las mañanas podía oler el mar, ver como el sol hacía acuarelas entre el infinito.
Las brisas eran dulces. Saborear la soledad, hacer un trueque con lo nuevo.
Todo era misterio. Osadía.
Todo era vértigo, las miradas indiscretas, el murmullo bribón, la prematura llegada de alguien que nadie conoce.
Tomé valor.
Porque para las cosas importantes es necesario salir sin corazas a la vida.
Ahí, a pecho y alma descubierta.
Era un simple forastero.
Pero para aquel diminuto pueblo, era un intruso.
Alguien con quien podían especular.
Que era diferente, tal vez por ese aire de viajero fotógrafo que heredé de tantos andares por el mundo.
Ahora con cabello algo plateado y un universo de "vida" a mis espaldas.
Tuve que romper algunas que otras barreras...hasta que la vi.

Tenía la sonrisa más bella del mundo.
Su pelo volaba al compás de sus senos cuando caminaba.
Tenia treinta y pocos...seguramente.

Y unas curvas casi prohibidas como peligrosas.

Los días continuaron como quien investiga un crimen.
Ya sabía quien era.
Nada fácil para un señor maduro, viajero, y desconocido.
Era la esposa del alcalde. ¡Ni más ni menos!.
La fiesta de la vendimia se estaba organizando. Y no tuve más ocurrente idea que presentarme en la alcaldía para ceder todas las fotos que tomaría de forma gratuita.
El señor alcalde tenía unos cuántos años menos que yo. Se mostró agradecido por mi ofrecimiento. Me dio aversión tener que desinflar mi ego. Así que tuve que contarles que llegaba nuevo al lugar, que me gustaría conocer sus habitantes, y qué mejor forma de que me conozcan, es tomando todas las fotos de la fiesta de la vendimia, sin coste alguno, memorando tiempos pasados.
El alcalde sonriente dijo "acepto".
Así fue como dos días antes de la fiesta me invitaron a cenar a su casa.

Aquella mujer tan bella, me saludó e impregnó mis mejillas de un perfume melocotón. Rica. Rico perfume.
Nos sentamos los tres. Cenamos un churrasco de pollo, crema de espárragos, puré de patatas con algo de canela, bebimos un vino rosado que les traje como cortesía. Un vino Alemán.
Así que tuvieron muchas preguntas para mí. Donde había trabajado, en que parte del mundo, mi mejor experiencia...y yo, intentaba responder y disimular estar nadando entre esos pechos enormes , que asomaban por la blusa.
Era extraño sentirme atraído por aquella mujer.
Estaba comprometida.
Era mucho menor que yo, y además era la esposa de quién me iba a presentar a casi todo el pueblo.
Olvidé la idea de soñar fantasías.
Pero en la vendimia sacaría fotos a toda esa gente siendo feliz...y a su sonrisa, también.

Las guirnaldas y la música empezaron a sonar desde las once de la mañana.
Cada quien traía su colaboración de comida, su vino tinto y rosado, sus refrescos, y sus ganas de pisar las uvas viejas que desprendían un delicioso sabor a vida.
Todos estaban riendo, reencontrandose, recordando viejas historias.
Comencé a tomar fotos.
...El sol haciendo abanicos entre los viñedos...
Las uvas de cerca. El morado de su madurez.
El abuelo, el niño que juegaba en el árbol que parece quebrado sin querer partirse.
Tomé fotos del baile, de la alegría que de pronto estaba allí, presente, como contagiando deseos de saborear lo sencillo.
El señor alcalde y su esposa arribaron al lugar, con su simpatía singular de matrimonio feliz.
Me saludaron con gusto, ella apretó mi mano y mi corazón.
En un descuido le tomé una foto.
Me juré que tenía que olvidarme de esa locura.
No fue una foto.
Fueron algunas...
Así fue como sucedió el día de la tradición, entre toda esa gente afable, cayendo la noche en aquel lugar del mundo...

Once Relatos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora