La nieve en la ciudad caía sin tener motivo alguno de detenerse. La habitación estaba más fría de lo normal y el tiempo que llevaba de pie frente a esa ventana, no lo tenía muy claro. Lo único que había ahí dentro era un cuadro, cables, máquinas y una larga camilla en dónde un cuerpo descansaba, ¿Cuánto tiempo llevaba ahí? Tampoco lo sabía, sí sabía que en todo ese tiempo no se atrevía siquiera a voltear. Quizás seguía en un proceso de negación, en dónde deseaba que todo fuera erróneo, pero nada era cierto y si volteaba a mirar todo era una broma. Aun si así lo quisiera, todo resultaba ser cierto. Sus manos aún tenían manchas de aquél rojizo líquido, sus prendas estarían iguales o en peor estado que lo que aparentaba en su rostro.
Muy a su pesar volteó a pasos que hasta un niño pequeño daría más rápido; no quería, pero debía enfrentarlo. Aquella sonrisa que tanto disfrutó no estaba, aquél brillo en los ojos que tanto amaba, mucho menos. Lo único que ahora podía ver era lo frío, pálido y débil del menor y aún en esa situación odiaba lo tranquilo que podía estarse mostrando. El JongIn activo y alegre que a diario veía ya no estaba; su cuerpo descansaba bajo esas delgadas sábanas, conectado a un sinfín de máquinas debido a lo que había sufrido. ¿Qué podía hacer? Quería desconectarlo de todos esos cables y llevárselo a casa. Meterlo bajo las sábanas de su propia cama en dónde estaba seguro que al cabo de unos minutos de abrazarle y besarle, el menor despertaría. Las horas seguían pasando y los rastros de mejoría eran imaginables, lo único bueno de aquél lugar era ese amplio sofá en dónde podía estirar sus largas piernas, ese amplio sofá que le permitía entrelazar sus dedos con los del menor que seguía completamente inmóvil. Así pasó hasta que sus ojos se cerraron, sintiendo sólo aquél molesto sonido que sólo hacía tenerle más nervioso.
"¿Yeol?".
Seguía en la misma posición, extrañado y asustado por no encontrar la mano que había sostenido y más aún al notar que ese molesto sonido ya no estaba. Sonaba contradictorio, pero ahora era cuándo deseaba oírlo lo más cerca posible, pero no, no estaba y JongIn tampoco.
"Yeol, ya es hora".
No, despertar no quería. Sentía como su cuerpo era movido por unas manos más finas y delgadas que las de él. Sabía lo que ahora se venía y todo lo que debía enfrentar. Ligeras lágrimas salieron de sus ojos, sintiendo ahí como su cuerpo fue movido con más fuerza, despertando completamente agitado y asustado.
"¿Estás bien? ¿Tienes algo? ¿Por qué lloras?". Preguntó la joven chica que estaba igual o más asustada que su hermano, sentándose a un lado buscando una manera de calmarle.
"JongIn... ¿Dónde está JongIn?".
Ella no entendía, de pronto Chanyeol parecía desconocer el lugar. Al verle que observaba extrañado la habitación, trató de que se calmara, ¿Qué había estado bebiendo su hermano? Estaba a punto de golpearlo por si había hecho alguna idiotez, pero al verle llorar más fuerte, comenzó a preocuparse.
"¿Qué ha pasado con JongIn?". Yoora ya estaba desesperándose y cuando ella se ponía así, era como si estallara una bomba.
Sacó un sobre blanco de su cartera para entregárselas a un adormilado Chanyeol, quién seguía frotándose los ojos y sintiéndose aún fuera del mundo.
"Debo ir a ver a JongIn, yo...".
¿Qué había sido eso? Chanyeol había desaparecido como si de un fantasma se tratase. Ni siquiera puso bien sus zapatillas, ya que dejó una de ellas en la habitación.