Me duele mucho el cuerpo, no sé si es porqué hace más de seis meses que duermo en este sillón.
Mi mano toca la alfombra pegajosa y viscosa y mis dedos acarician un filtro de cigarrillo. Todo huele a ella, toda esta maldita casa y no soy capaz de irme de aquí, no tengo el valor de hacerlo; ni siquiera la plata, la puta plata para ir a una inmobiliaria y venderla a la mierda.
Ya gasté el fondo de desempleo que me provee el estado y solo me queda esperar a que me coman los piojos.
¿Mis amigos? ¿Mi familia? Quién los necesita, siempre es lo mismo, me recuerdan mi miseria: "ella no va a volver" "ella está en un lugar mejor, Andrés"Pura mierda.
¿Qué saben ellos de dónde está mi esposa?
El teléfono suena y no tengo fuerzas para alcanzarlo, tengo la boca seca y amarga, a veces me pregunto cómo es que sigo respirando. Por qué no me lleva y listo.
El timbre del teléfono cesa, la persiana americana me brinda algo de claridad, solo unos incipientes rayos de luz se filtran por los agujeritos tocando amablemente mi rostro. Esa tibieza me sienta bien.
En más de una ocación se me ha cruzado por la cabeza quitarme la vida, pero su cara se me aparece, esa cara de reproche y enojo que ella siempre hacía cuando algo andaba mal o cuando yo, simplemente, me pasaba de la raya, ponía sus manos en las caderas y me miraba seria; arrugaba la frente e intentaba permanecer...
El teléfono suena una vez más despitándome de ese agridulce recuerdo. Me volteo para alcanzar el teléfono y caigo de boca al piso, mis músculos no responden.
A duras penas me levanto y atiendo.
-¿Qué? -expreso.
-Hola, hermano, ¿cómo estás? -saluda con la voz llena de ... no sé, no sé qué espera.
-¿Qué querés? -Se queda en silencio unos seguntos- Saber cómo estás -concluye.
-Mejor que nunca -digo mirando el desastre a mi alrededor.
-Mamá dijo que no te iba a pagar más los servicios si seguís metido en esa cueva. Andrés hace un esfuerzo, por favor -cambia su tono de voz haciéndola más conciliadora.
Lo hago todos los días
-Ni siquiera nos abrís la puerta cuando vamos a visitarte, ¿cuánto tiempo más vas a estar así? -Otra vez nos quedamos en silencio-. Yo también la extraño, Andy.
Me presiono el puente de la nariz intentando así no quebrarme.
-¿Algo más? -carraspeo.
-Mama pensó, ya que no trabajas, que alquiles una de las habitaciones, así tenés algo de plata. ¿Qué estás comiendo? ¿Tus vecinos te siguen cocinando?
No respondo a su pregunta y se siente que suspira del otro lado.
-Bueno... Andrés...
-¿Qué?
-Te amo, hermano.
Corto la cominicacion sin siquiera responder, me siento en el piso abrazandome a mis rodillas. Estoy tan destrozado, tan maltrecho.
Yo también te amo, hermano.
Desde su partida mi casa de volvió un lugar oscuro e inhóspito. No hay nada bello en este lugar. Nada es igual desde que ella no está.
Todos los días es la misma mierda de siempre.
Sé qué no va a volver.
Apago el cigarrillo y me quedo en el balcón apreciando la noche. Unos pendejos pasan gritando seguro están en pedo. Odio a esta juventud de mierda que lo único que hace es emborracharse, drogarse...
Ya no sé que estoy hablando.
Voy al baño y decido darme un baño. Ni siquiera tengo shampoo, creo que tampoco tengo jabón.
La extraño, Dios.
Me miro en el espejo y no me reconozco estoy tan barbudo y ojeroso; pálido y demacrado.
Ya pasó una semana del anuncio que puse en el diario y todavía no recibí ningún llamado.
Podría haber optado vender el departamento y así poder comprarme algo más chico, pero no puedo hacerlo; ésta casa está lleno de recuerdos de ella...
Tocan el timbre.
Debe ser el encargado del edificio. Otra vez diciendo que pague las expensas.
Vuelve a tocar el timbre.
-¡Va! -grito.
Me acomodo un poco y voy a la puerta.
-Buenas noches, lamento la hora, señor...
-¿Quién sos? -lo interrumpo.
-Yo ví el anuncio en el diario. Estuve llamando pero nadie me contestó.
Debe ser que me lo cortaron.
-¿No sos de por acá? -indago ya que su tonada me da la pauta de que no lo es. Pregunta demasiado obvia.
-No, señor, soy de Córdoba. Villa María -informa.
-Ah. ¿Vas a pasar?
-Sí, señor.
-Yo soy Luis. -Pone unos apuntes debajo del brazo y me da la mano.
-Me llamo Andrés -digo y extiendo la mía.
Hace mucho que no tengo contacto con una persona. Se siente algo perturbador.
Mira a los alrededores y no me dió tiempo a limpiar. El departamento es un chiquero. Es un desastre descomunal.
Parece algo tímido o intimidado no lo sé.
-¿Te sentís bien? -pregunto.
Su nerviosismo me pone incómodo y de mal humor, un poco más de lo que ya estoy.
-¿Fumas? -interrogo de espaldas a él. Me dirijo a la cocina y pongo la pava. Algo tengo que tener. Abro todas las puertas y todas están vacías.
-¿Cómo señor?
-¿Qué si fumas?
Encontré té de manzanilla.
-No, señor.
-¿Alcohol?
-Muy poco.
-¿Muy poco?
-Cuando salgo con amigos tomo algo -informa, algo tenso.
-Entiendo. ¿Drogas?
Me doy vuelta para ver su expresión.
Abre grandes los ojos y niega con la cabeza, mirando a sus pies. Tiene la típica pinta de pibe nerd come libros.
Mucho no me interesa estoy tan desesperado que no me interesa de dónde es, qué hace con su vida, o a quién se lleva a la cama. Necesito la plata y la necesito ya.
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Con el corazón roto [PAUSADA]
Short StoryAndrés es un hombre solitario y egoísta por naturaleza. A raíz de la muerte prematura de su esposa, entra en una profunda depresión que lo lleva a quedarse sin trabajo y alejarse de sus amigos y familiares. Sin ningún tipo de ingreso, decide alquil...