Hoshitani/Nayuki

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Nayuki Tooru no sabía si armarse con la escoba, o llamar a la policía.

Era un treinta y uno de diciembre, domingo, y definitivamente no era normal que alguien –vaya a saber quién- estuviera tocando a su puerta como si la vida se le fuera en ello ¡Era aterrador! Tooru ya comenzaba a entrar en pánico, y para que eso sucediera no debía pasar mucho. Ah, vivir solo era complicado...

Llevaba algunos meses en París, efectuando un curso especial de artes culinarias que no cualquiera podía acceder. Y estaba contento, muchísimo, porque la cocina era algo que hacía muy feliz a Tooru a tal punto de querer aprender cada día más. Por ello, no lo pensó dos veces antes de tomar un avión y llegarse a la capital del país del amor, en un acto de valentía que hasta a él mismo le impresionó.

Lastimosamente no pudo volver a casa en las vacaciones decembrinas, eran muy cortas para un viaje tan largo, y no le tocó de otra que permanecer solo en esas fechas. Claro, tenía algunos amigos muy amables con quienes había compartido varias veces, pero ahora todos estos se hallaban en sus respectivos hogares.

Pero estaba bien, Tooru no se sentía del todo triste, pues era un pequeño sacrificio el que le tocó esta vez. Después de todo, en los años siguientes podrá disfrutar mucho más de la compañía de sus seres queridos.

Hasta ahí, todo bien. Pero, ya entrada la tarde, comenzó a escuchar golpeteos en su puerta. Y se acercó con intenciones de abrir pero se detuvo antes de hacerlo, inseguro. Sus amigos estaban en sus casas, lejos, así que no podía pensar en algún otro conocido que estuviera frente al modesto departamento que era su hogar temporal. Y comenzó a entrar en pánico cuando los golpeteos se volvieron más fuertes y constantes... ¿Y si era un ladrón? Que apenas abriera la puerta, este lo golpearía para llevarse su cabeza y lanzarla con los fuegos artificiales de año nuevo...

Muchos años habían pasado ya, y la mente dramática de Nayuki Tooru seguía intacta.

Los golpeteos continuaban escuchándose, mientras Tooru caminaba en círculos en la pequeña salita pensando qué hacer. De pronto, el sonido cesó completamente, dando pasado al silencio. Extrañado, el rubio detuvo su caminata nerviosa y con cautela se acercó a la puerta. Allí, colocó su oreja sobre la madera y nada escuchó, preguntándose si se habrá ido quién sea que haya estaba tocando sin parar. Y se encontró con el agujero de más arriba, recordándole el orificio que servía para ver quien estaba del otro lado. Sintiéndose un poco tonto, haberlo hecho desde el principio, se colocó de puntitas (había crecido con el paso de los años, pero no lo suficiente) y miró hacia afuera... Pero nada encontró.

Ya más aliviado, un poco al menos, Tooru regresó al interior. Bueno, a pesar del susto, fue lo más emocionante que le pasó en todo el día, de verdad que no estaba acostumbrado a la soledad. Sintió que la habitación, de por si pequeña, se había reducido mucho más... ¿Cuánto le faltaba para regresar a casa? Se preguntó, y negó con la cabeza apresuradamente, no era momento de pensar en eso. Así que enfocándose en ello, buscó entretenerse con cualquier cosa.

El tiempo pasó, el último amanecer del año se había ido hacía unos minutos, y Nayuki ya no sabía qué más hacer. Aseó el departamento, ojeó libros, navegó por internet pero siempre acababa aburriéndose rápido. Y con la hora de la cena cerca, se preparó para ocuparse en la cocina... No sin antes, sacar la basura que recogió hace poco.

Cuando abrió la puerta, el frío de París lo recibió. Recordó lo que hacía rato sucedió, ese susto que podía asegurar le quitó algunos años de vida, y el alivio se acentúo en él al encontrar los pasillos vacíos. Dejó la basura en su lugar, y regresó rápidamente a su hogar pensando en lo que estaba por cocinar... Pero una presencia imprevista le hizo soltar un grito ahogado.

Sweet KissDonde viven las historias. Descúbrelo ahora