Las aventuras de Jim: El reinado de Nokam.

Capítulo 10: Protegiendo la Paz.

     Los árboles empezaban a disminuir en cantidad, mostrando el final de ese espeso bosque en el que pasaron los últimos dos días Jim y Derek. Al terminar el trayecto ambos se quedaron de piedra al ver lo que tenían en frente: El mar.

     Claro que ellos no sabían lo que esto era, antes de emocionarse se despidieron del Yamile que les acompañó hasta el final de ese laberinto gigante. Cuando se aseguraron que nadie les vigilaba ambos empezaron a correr por aquel terreno. Se observaba una gran cantidad de arena blanca y cálida, en la cual se apreciaban restos de conchas, el cielo azul daba una tonalidad turquesa al mar, el cual contenía agua cristalina. 

     Los dos amigos llegaron hasta la orilla, donde el agua tocaba la tierra. Miraron dudosos, y metieron sus pies tras quitarse los zapatos, el agua estaba fría, pero era una sensación que se agradecía, pues junto al contraste de la calidez del sol creaba un ambiente perfecto. Ambos se desprendieron del resto de sus prendas dejando solamente su ropa interior. 

     Entraron hasta la mitad de su pecho, dejando que sus alas recibieran el contacto del agua, la cual mojaba sus delicadas plumas. Jim y Derek sintieron como esta les nutría y hacía que ambos se sintieran más energéticos. Pasaron media hora jugando con el agua, mojándose el pelo e intentando nadar, pero sin alejarse de la orilla. 

     De un momento a otro oyeron un ruido, como una risilla que venía de un lugar próximo al bosque, lleno de vegetación pero sin tanta abundancia como en esa selva. Ambos se sintieron incómodos y salieron del agua, poniéndose otra vez su ropa y secándose el pelo sacudiéndolo. Volvieron a escuchar otro ruido, pero este se alejaba de ellos, y con su curiosidad decidieron investigar, metiéndose entre los juncos.

     Entre la maleza vieron la figura de una criatura pequeña, y la persiguieron con más intriga, llegando al final, en donde se encontraba un estanque natural, con una pequeña cascada rodeada de flores y plantas, con peces de colores en el agua, los cuales parecieron muy apetitosos ante los ojos ingenuos de los dos amigos.

     Jim sacó una navaja de su mochila, y la ató a una cuerda. Justo antes de disponerse a lanzarla contra los peces para comerlos, un ser pequeño salió de entre las plantas. Esta pequeña criatura les llegaba por la cintura, teniendo la apariencia de una niña, la cual gritó en defensa de los peces.

     -¡No! no les hagáis daño, por favor.- Exclamó la pequeña. Portaba un vestido de color grisáceo oscuro que a la vista era grande para ella, con muchos volantes y pliegues que hacían que la falda le llegase por las rodillas, su cintura estaba adornada por un corsé negro, del cual salían dos tirantes que se cruzaban por la espalda. El traje era de manga corta, pero llevaba guantes blancos con lazos marrones a la altura de los codos, y estos se cortaban en la muñeca. Llevaba unos zapatos de tacón negros y unas medias blancas. En el pecho se podía ver un camafeo con un símbolo extraño en él. Su cara estaba tapada por un sombrero grande de terciopelo negro con gafas hechas de cobre. 

     Derek se asustó ante la repentina aparición de la chiquilla, pegando un grito y escondiéndose tras su amigo. Este cambió el objetivo de los peces a la pequeña. Pero bajó la navaja cuando la niña se apartó el sombrero de la cara, dejando ver una inocente mirada de ojos avellana, labios finos y nariz respingona en una tez pálida con una peca bajo el ojo izquierdo. Su cabello era castaño, recogido en un moño mal hecho.

     - Estos peces son peligrosos, si os los coméis moriréis en cuestión de segundos.- Añadió la infanta al ver que estos vieron sus buenas intenciones. Se agachó y tocó el agua haciendo que los habitantes marinos se fueran nadando.

     - Eran nuestra comida.- Dijo con pesar Derek, señalando su estómago, el cual empezaba a rugir.

     - Estamos un poco hambrientos, ¿De dónde vienes pequeña?.- Expresó con amabilidad Jim, mientras se acercaba a la pequeña.