Capítulo 4: donde todo sucedió

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Era sábado, Jim se levantó de la cama, se frotó los ojos y se dirigió a las ventanas. Subió las persianas, no había sol, todo cubierto por una capa de nubes negras que llegaban hasta el límite de vista del alas grisáceas.

Bajó a desayunar y miró el reloj, eran las diez y media, aún le daba tiempo a ducharse y prepararse para la llegada de ahora su recién conocido amigo Derek. Su madre pasó parte de la noche y mañana en desempaquetar las cajas de mudanza y colocar algunas cosas básicas, como un sofá, el televisor o la nevera, cosas que trajo el camión de mudanzas apenas Jim se fue a dormir.

Al terminar de desayunar ayudó a su madre con unas cuantas cosas antes de que ella le dijera que no iba a estar preparado a tiempo, y con mucha prisa fue al baño que con suerte su habitación contenía. Se dio una ducha rápida y salió con una toalla envuelta en la cintura mientras buscaba ropa que ponerse, lamentándose el no haberlo preparado todo la noche anterior. Tras elegir un conjunto de camisa ancha negra y unos pantalones negros se dispuso a secar su cuerpo y después sus alas con mucho cuidado, pues estas eran frágiles como todas las demás. Se puso la ropa interior y se vistió, aprovechó para sacar pulseras de cuadros y collares de cadena de la maleta para colocarlas encima de su escritorio ya que las colocaría después. Se peinó y cogió dinero, acto seguido llamaron al timbre, era Derek.

Su madre abrió la puerta y le dio los buenos días al amigo de su hijo, le invitó a pasar y este accedió con una gran sonrisa en su cara. Se sentó en la mesa y esperó a que Jim bajara, cosa que no tardó en hacer, a los pocos minutos el sujeto bajaba las escaleras dándole los buenos días a su amigo con una sonrisa cálida. Derek se levantó al instante con un ligero sonrojo al ver a Jim pero enseguida se esfumó al dirigirle la palabra:

-Bueno, ¿preparado?.- dijo el amigo de ya casi oculto sonrojo.

-Claro que sí, llevo doscientos rubeliones y seiscientos esmeliones.- dijo al sacar su monedero y moverlo haciendo acto de presencia a su dinero.

-Jajaja, perfecto, pues nos vamos .- Dijo Derek con un tono amistoso y alegre que animó bastante las ganas de salir de Jim.

Ambos partieron de la casa del más alto a las doce y media del medio día, Jim no sabía a donde ir así que se limitó a seguir por detrás a su amigo no más bajo que él. Los dos salieron de la calle y dieron lugar a una gran plaza donde en medio había una rotonda, muchos cuchtantes giraban entorno a ella, y más personas aún cruzaban las calles de aquella plaza en donde cuatro calles se juntaban, todas llena de tiendas. Derek habló:

-Esta es una de las plazas más importantes de Shadowcrown, pero la principal está enfrente del palacio de Nokam. Es tres veces más grande que esta y tiene muchas más tiendas, pero como esta es la que más cerca nos pilla pues compraremos aquí tu teléfono y si quieres luego de registrar tu número y tal podemos ir a tomar algo y pasar la tarde .- Comentó el amigo con una gran sonrisa en su cara.

-Eso me parece estupendo, pero no se si yo manejaré alguna de esas cosas .- dijo Jim con un tono avergonzado tras decir aquello, pues realmente se abochornaba de su inexperiencia en la ciudad.

Tras aquellas palabras Derek inconscientemente le agarró de la mano a Jim para dirigirlo a la tienda donde vendían los teléfonos, pero ese acto no le importó al que estaba siendo "arrastrado" por su amigo, pues se alegraba de que nada más llegar alguien se preocupara por él y que se integrara bien en la sociedad moderna, sin embargo nada más Derek se dio cuenta de su acción le soltó de la mano, y entraron a la tienda.

Muchos teléfonos aparecieron a la vista de Jim, y se sorprendió al ver como un aparato tan pequeño podría comunicarle con alguien que está tan lejos, o podría contener tanta información. Se compró el más barato por setenta rubeliones y cien esmeliones, pero Derek le recomendó ese pues contenía lo básico para comunicarse y buscar información.

Las aventuras de Jim: El reinado de Nokam.Where stories live. Discover now