"Me dediqué a vivir y morir a su lado, porque mi sueño en vida fue verlo vivir y una vez él murió, mi deseo fue morir, porque él no tenía la culpa, porque él no era imperfecto, porque Victor fue mi anhelo, mi tortura. No hubo cosa de la que me arrep...
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III
No poseo ningún conocimiento previo de lo que aconteció antes de que, entonces, me hallase sobre la cama, con un individuo de negra cabellera sobre mí, aferrándose fieramente de mi anatomía. Pero, una vez le aparto algunos centímetros de mi cuerpo, puedo reconocer perfectamente de quién se trata y sonrío, sin querer derramando el dulce y obscuro fluido sobre una de sus mejillas al abrir un poco mis labios, así que prefiero terminar de ingerir lo que resta en mi boca. Sé que él es Yuri. Sé que ha estado tanto tiempo conmigo que le fue imposible aguardar un poco más para ver mi despertar.
Agradezco cada una de las cosas que me ha enseñado, pues, en mi mente se mantienen como un vívido recuerdo, a pesar de que apenas estoy viviendo mis primeros minutos.
De manera torpe logro moverme y poner su cuerpo a mi lado, sabiendo que está herido, recuerdo lo que él hizo por mí hace... un tiempo que no logro medir, y surge de inmediato la necesidad de imitar sus actos, así que, por vez primera, me incorporo firme, de pie, en el suelo, y admiro el recinto, inquietándome por el manchado piso, decorado de manera tosca por un rastro de sangre. Así que, paso tras paso, llego a aquello conocido como baño y busco entonces los implementos con los que él ha sellado superficialmente aquello en mi espalda. Aquello que estando yo vivo, al fin comienza a doler. Y una vez yazgo a su lado de nuevo, me encargo de su muñeca, pálida y herida, así como también tomo el atrevimiento de limpiar su piel manchada de sangre.
Y cuando he vuelto al baño para guardar los implementos sanatorios, ahora me centro en un cristal que parece reflejar todo lo que está a mí alrededor y decido pararme en frente de él. Es la primera vez que me hallo allí, observo mi reflejo, siendo consciente de cómo luzco, aunque realmente no causa emoción alguna en mí. Apenas puedo notar mis labios y suéter manchados de lo que sé que es sangre e intento limpiar mi rostro, pero la ropa no se limpia con el cristalino fluido del grifo que parece limpiarlo todo, y en cambio, deja una fría sensación en mi piel cuando el material se adhiere superficialmente a ella, provocando mi estremecimiento, pero entonces, no sé qué debería hacer para retirar las negras manchas del suave y albino material. Supongo que debería dejarlo así.
Afuera, el sucio piso me aguarda y pienso que debo limpiarlo, agua, sí, esa es la benévola solución a cualquier suciedad (o quizás sólo para mi ingenua y nueva mente). Y funciona, al pasar, por cada gota de sangre un pequeño trozo de débil material, que yacía enrollado alrededor de un tubo de cartón en el baño, mojado con el incoloro fluido, esta desaparecía casi por arte de magia. Aquello sí me llenaba de sorpresas.
Yuri sigue con los párpados sellados sobre las sábanas, me molesta el hecho de que no se mueva.
Implorabas para que yo viviera, pero, ¡oh, Yuri! ¿Te has atrevido a estar muerto antes de que me vieras vivir?
Lo regaño, cruzando mis brazos y con cuidado levanto su cuerpo de la cama y lo coloco en el suelo, mientras quito del colchón las sábanas, de tonalidad violácea, que ahora también están manchadas de negro. Él alguna vez lo había hecho, se llevó unas sábanas y pronto, del lugar en donde guardaba su ropa, sacó unas nuevas; así que eso me atrevo a hacer y acierto, por suerte, a colocar unas limpias y nuevas, para volver a poner su cuerpo sobre ellas. También antes ha danzado al ritmo de la apacible música que pone en su tocadiscos. Lo ha hecho conmigo.
Así que, también quiero hacerlo y, en medio del recinto, siguiendo el suave y fluido ritmo de la melodía que acompaña el momento, mis pasos van de un lado a otro, imitando los movimientos de Yuri, él es fabuloso. Pero, me deprime un poco saber que no está despierto.
Su apariencia me gusta, es la única apariencia externa a la mía que he visto y, quizás por ello, me encanta en demasía, es tan diferente de mí. Parece que tiene algo más de carne que yo, pero no parece excesivo, sino, muy bien cuidado, tan diferente de mis extremidades delgadas y estilizadas. Aunque su piel, sin embargo, se asemeja a la mía, pues es pálida, aunque de una tonalidad más cálida y ligeramente amarilla. Pero, ¿por qué sus cabellos son tan cortos y los míos tan largos? ¿Por qué los suyos son azabaches y los míos color plata?
Inflo las mejillas con incomodidad y tomo asiento, formalmente, a su lado, así que acerco poco después mis dedos a sus párpados y no tengo cuidado alguno al abrirlos, sin saber que era molesto para él. El color de sus ojos es oscuro, marrón, tan diferente al azul de los míos.
¡Y se mueve! Acabo de conseguir un movimiento de su parte y me parece lo más fascinante que he visto, siento que mi interior se revuelve y recoge, es extraño. Y sin ser obra mía, sus párpados se separan despacio y el círculo negro en medio del color de sus ojos apunta hacia mí. Tengo miedo, pero estoy ansioso y sin quererlo mis mejillas se tensan al momento en el que sonrío.
Y grita mi nombre, soy Victor. Incluso nuestros nombres son tan diferentes. Me asusto muchísimo más al ser tirado de manera violenta y rápida contra las sábanas, albinas, que recientemente había colocado. Sus brazos están a mi alrededor y le oigo reír; se mantiene varios minutos de esa manera y luego, separándose, brusco, acerca su rostro, buscando mis labios y ataca, cándido, devorando mi boca, la suya está caliente y abrirla resulta fascinante, pues su lengua, húmeda, se pasea por mi interior y la mía intenta llegar también a su boca, pero, su acto termina antes de que pueda lograrlo.
Y, riendo con levedad, sintiendo que la música pronto toma un ritmo más intenso, me encargo esta vez de tomar su mano con sumo cuidado y sacarle de la cama y una vez estamos en pie, tomo su cuerpo, como alguna vez él me ha tomado a mí y pareciendo entender mis acciones, terminamos en el espacio libre, dando vueltas, danzando, un paso, tras otro, emocionados, nos envolvemos en una candente serie de pasos, apasionados, rebosantes de euforia, la mía, de estar vivo y verlo y la suya, quizás, debido a tenerme junto a él, despierto, como él lo había querido.
Susurra varias cosas a mi oído, me agradece, por vivir, por estar allí y me galardona, llamándome, quizá exagerando, como lo mejor que le ha pasado en la vida. Pero, ¿quién soy yo para criticarle si mi vida se basa en apenas unas horas?