Antes de que Khir pudiera emitir sonido alguno, Rha ya había saltado al agua.
—¡Sal de ahí! ¡Déjala ahí! —exclamó Khir, procurando denotar autoridad—. ¡Es posible que nos metamos en problemas si los demás nos ven!
Como era de esperar, Rha no escuchó a su hermano. Se concentró en colocar a la chica sobre su espalda y en que la corriente no desarmonizara el movimiento de sus piernas.
—¡Dios mío, Rha!¡Ahí vienen! ¡Apresúrate! —gimió Khir.
—Tus gritos no me ayudan —respondió telepáticamente Rha—. Si me vas a comunicar algo, preferiría que fuera de utilidad y con la mente.
A Khir le asombró y angustió la serenidad de Rha ante una situación como aquélla.
—Lo siento, tienes razón —respondió silenciosamente—. Los nervios me hacen gritar...
—Descuida —dijo Rha, paciente—. Hazme un favor, concéntrate lo más que puedas en que esta chica y yo lleguemos a la orilla. Intentaré algo.
Khir cerró los ojos con fuerza y visualizó a su hermano y a la chica a su lado. Impresionado, percibió cómo el oleaje, cada vez más intenso, los empujaba hacía él.
—Muy bien, sigue así —pidió Rha.
Poco tomó para que él y la chica fueran entregados a Khir por las olas. Rha recostó a la chica sobre la arena y, colocando sus manos sobre el pecho de ella, pronunció:
—Afuera.
El agua brotó a montones de la boca de la chica hasta abandonarla por completo. La rescatada recuperó levemente la conciencia, pero de inmediato se desmayó. Quién sabe si por el agotamiento o por la impresión que le causaron los aspectos de Rha y Khir.
—Es mejor así —concordaron los hermanos.
—Están muy cerca —dijo Khir—. ¿Qué hacemos?
—Ve con ellos —contestó Rha, cargando a la chica en sus brazos—. Haz un poco de tiempo. Tengo que encargarme de ella.
—¿Qué planeas? —preguntó Khir, preocupado—. Mucho hemos tenido con esa...
—Hay una cabaña cerca, la dejaré ahí. Es peligroso que se quede aquí en esta condición —Rha le sonrió a Khir al notarlo afligido—. Tranquilo, enseguida te alcanzo.
Sin reclamar, Khir fue con su grupo e hizo un esfuerzo por distraerlos.
—¿Dónde está Rha? —preguntó el más viejo de los integrantes—. Tenemos que irnos.
—Ahorita viene, se encontró con un animal extraño y lo quiso examinar —mintió Khir.
Todo el grupo lo observó con sospecha, pero el temeroso logró no pensar sobre lo sucedido para así no delatar a Rha por si alguno de sus compañeros decidía leerle la mente.
—Bien, hora de irnos —dijo el hermano mayor al salir de repente de entre los arbustos.
—¿Qué animal te has encontrado? —preguntaron varios.
—En el camino les digo —contestó—. Será mejor que nos vayamos, se hace tarde.
Nadie se opuso a sus palabras, probablemente porque era el más sabio y fuerte del grupo.
Minutos después, ya en la cabaña, la chica despertó. Le extrañó encontrarse en su cama.
—¿Qué ha pasado...? —sus esfuerzos por recordar fueron en vano. Se puso de pie y por inercia se dirigió a la ventana—. No puede ser —murmuró. Había visto un ovni desaparecer por los cielos.