—Hace tiempo una chica encontró algo muy extraño: un aro mágico. Ella creía que se trataba de un portal al vacío total, a la inexistencia. El único amigo al que le contó sobre él también creía que se trataba de un portal, pero a una existencia diferente. Realmente ninguno de los dos sabía qué había detrás del aro o qué era lo que le sucedía a aquello que lo atravesaba. Sólo sabían que cualquier cosa que pasaban a través de él desaparecía y era olvidada por completo por los que tenían relación con ella y no controlaban el aro.
—¿Y quiénes controlaban el aro?
—Los que hacían pasar cosas a través de él. Bueno, según la chica, el hecho del olvido era lo que la convencía de que lo que pasaba a través del aro dejaba de existir. Pero el chico, su amigo, creía que ella pensaba eso más que nada por el miedo que le daba imaginar que tras la muerte no había nada, que todo era vacío y punto. Estaba algo traumada con el vacío, así que tampoco la culpó por tener un pensamiento tan drástico. Él, por el contrario, creía que la x cosa que pasaba a través del aro en realidad no había dejado de existir, porque al final de cuentas el que la había pasado aún la recordaba.
—Me agrada el amigo, yo también habría pensado eso.
—¿Sí? Bueno, seguro te preguntarás de dónde salió dicho "aro mágico". La chica simplemente lo encontró dentro de un libro sacado de la biblioteca.
—¿Desde cuándo cabe un aro en un libro?
—Lo que pasa es que otra cualidad mágica que tenía este extraño objeto, además de hacer desaparecer y olvidar, era la de hacerse grande o chico: sólo era cuestión de girarlo a la derecha para hacerlo tan grande como para que un humano pasara a través de él, o de girarlo a la izquierda para hacerlo tan chico como un anillo. El aro estaba en forma de anillo dentro del libro.
—¡Ay! ¡Qué cosas te inventas!
—Eso dices, pero bien que te gustan mis historias... Total, esto de que adquiriera forma de anillo le causó una gran impresión al amigo la primera vez que vio a la chica con él, pues ella no lo traía puesto, ya te imaginarás por qué, sino que lo traía en una de esas cajitas para proponer matrimonio... Oye, no te rías... El amigo se puso pálido cuando descubrió que tenía esa cajita, porque ella le gustaba y realmente pensó que alguien se le había propuesto... Qué mala, ¿tanta risa te causa?
—Es que eso de la cajita está muy bueno, quizá algún día se la aplique a alguien al que le guste.
—Ah, mírala, qué mañosa...
—Ay... Bueno, ¿cómo fue que la chica se dio cuenta de la magia del aro? Porque por lo que me has dicho, no es como se lo haya puesto de anillo.
—No, no. Afortunadamente no hizo eso. Es que el mismo día que lo consiguió sus padres la obligaron a ir a la casa de su abuela, donde se aburrió y le puso el anillo a una muñeca suya con la que jugaba cuando era niña, dejándola sin dedo.
—De acuerdo...
—Cuando eso pasó, incrédula, lo comenzó a examinar. Le dio vuelta y se dio cuenta de que se hacía grande y chico. Además, siguió ingresando cosas irrelevantes dentro de él para verificar que desaparecían. De la cualidad del olvido se dio cuenta cuando por accidente eliminó un papel que había dejado su madre en su cuarto, confundiéndolo con basura. Según ella el papel era importante para su madre, pero su madre nunca fue a su cuarto en su búsqueda ni le preguntó por él. Pero como esto sólo le generó una leve sospecha de que la gente olvidaba lo que pasaba a través del aro, decidió corroborar su teoría de otra manera. Su madre tenía un labial verde moco...