Al salir, visitó varios talleres en donde solían grabar mensajes en distintas cosas; pero en ninguna pudieron decirle algo realmente relevante, y mientras tanto su tiempo libre se agotaba por lo que decidió regresar al cuartel e intentar algo distinto más tarde.
Condujo de regreso lo más rápido que pudo, pero una de las calles estaba cerrada por reparaciones y se vio obligado a tomar un camino alterno. Se metió por un estrecho callejón que según él salía directo al cuartel; pero iba tan concentrado mirando el mapa de su pantalla que no vio al sujeto que caminaba delante de él y por poco lo atropella. Frenó bruscamente al mismo tiempo que el sujeto saltó y tiró su maleta. Miles de cosas volaron por el aire y Naín muy apenado se bajó del gret para ayudarlo.
—Como lo siento—se disculpó—, iba distraído y no te vi, de verdad lo lamento.
—No se preocupe—dijo el sujeto que había quedado acostado boca abajo sobre el pavimento—. Al menos no sucedió nada.
Cuando el sujeto hablo Naín pudo reconocer su voz, se trataba de Aczib.
— ¡Aczib eres tú! Ahora lo siento más.
— ¡Ah! Señor, no se preocupe, de verdad estoy bien. Solo fue un susto.
Aczib se inclinó sobre el suelo y comenzó a recoger sus cosas. Naín, aun apenado lo ayudó a recoger lo que pudo y luego fue a meterlo todo a la maleta que estaba al lado del novato. Tiempo después, Naín agradecería mucho ese evento; porque si no hubiera sido por esa situación, jamás habría podido ver la nuca de Aczib. Al principio no notó nada extraño, todos los soldados se hacen tatuajes en diversas partes del cuerpo, y este en especial no tenía nada fuera de lo ordinario "Lealtad Al Belial" era lo que rezaba la leyenda que se había pintado; cualquiera habría dicho que Aczib era un gran patriota por eso y que estaba orgulloso de su país. Pero en lugar de eso, a Naín se le había encendido una bombilla en su cabeza. Inconscientemente, metió su mano en la bolsa de su chaqueta y extrajo el cuchillo que había estado investigando "¿será posible?" se preguntaba "¿L.A.B. será "Lealtad Al Belial?" Naín estaba un poco aturdido sintiendo como su cabeza daba vueltas y en su estómago sentía toda una selva crecer, no quería creerlo pero algo le decía que todo embonaba perfecto.
Aczib terminó de recoger sus cosas y se levantó. Miró el cuchillo en las manos de Naín y entonces supo lo que estaba pensando. Reconocía su propio cuchillo y sabia también que lo había dejado olvidado en el apartamento de Amitai.
Una horrenda sonrisa plagada de maldad se dibujó en su rostro cuando comprendió que lo habían descubierto, mientras tanto las manos de Naín se crispaban de rabia.
—Vale—dijo Aczib burlón—, eso también es mío.
Las palabras para Naín sobraron en ese momento; sólo había una cosa por hacer y ni siquiera la pensó.
Arremetió contra Aczib y le dejó un profundo corte en diagonal por todo el pecho. Aczib retrocedió adolorido y sujetándose la herida. Naín volvió a atacar pero esta vez con la intención de clavarle el cuchillo hasta el mango en las costillas. Con gran esfuerzo Aczib sujetó la mano de Naín e impido que lo hiriera, la torció y luego le hizo una llave. Naín grito de dolor; pero aprovechó que la cara de Aczib estaba muy cerca de él y le dio con su nuca en las narices. Aczib lo soltó y pronto la sangre le comenzó a brotar a chorros, se tambaleó un poco y cuando se recompuso miro con fiereza a Naín estaba decidido a acabar con su señor; sin embargo un estremecimiento recorrió todo su cuerpo y en sus ojos parpadeó un intenso brillo rojo, como si en lugar de ojos tuviera dos pequeñas bombillas. Aczib sacudió su cabeza con ímpetu y cubrió sus ojos mientras decía una y otra vez "puedo solo, puedo solo, déjame hacerlo" Naín no entendía lo que le estaba ocurriendo; pero tampoco le importaba. Furioso volvió a atacarlo aprovechando que estaba distraído, no obstante, en ese momento Aczib se recompuso y saltó asestándole una poderosa patada a Naín en el pecho quien cayó de espaldas.
Los ojos de Aczib otra vez eran normales aunque seguían despidiendo un intenso odio; pero quizá había más odio en los ojos de Naín, y fue ese mismo sentimiento que lo impulsó a levantarse y seguir peleando; pues Aczib estaba demostrando que ese cuento del novato había sido solo eso, un cuento, pues se defendía muy bien y atacaba aún mejor. Naín estaba teniendo dificultades para someterlo, ahora él también tenía sangre corriendo por toda su cara y los brazos doloridos; pero nada lo detendría y aprovechando un momento en el que Aczib perdió el paso, Naín lo empujó hacia el gret que seguía estacionado ahí e intentaba clavarle el cuchillo en el corazón. Aczib lo detenía con todas sus fuerzas y de vez en cuando en sus ojos parpadeaba ese extraño brillo rojo, pero Aczib cerraba sus ojos con fuerza y ellos regresaban a la normalidad.
Al rato, poco a poco se le fueron acabando las fuerzas y la punta del arma estaba cada vez más cerca de penetrar. Naín estaba casi seguro que se vengaría después de todo; al menos así habría sido de no ser por un imprevisto y tremendo golpe en su nuca que lo hizo caer pesadamente al suelo. El golpe no lo desmayó pero si puso su vista borrosa. Miró hacia arriba para ver quién lo había atacado, sin embargo sus ojos aún no le permitían saber con exactitud de quién se trataba.
—Traté de razonar contigo—dijo, y Naín se estremeció cuando creyó reconocer su voz—. Te puse en la cárcel para alejarte de ellos ¿Cómo iba a saber que aún ahí te buscarían? Pero jamás se rinden y ahora aquí estas, sufrirás el mismo fin que tu hermano. Todo será culpa de ellos quiero que lo sepas, yo no lo haría si no hubieras sido tan tonto como para buscarlos. Pero eso es de familia, primero tu hermano y ahora tú.
Ahora Naín podía ver bien y se estremeció cuando vio al ortán ante sí sosteniendo una pistola en su mano. "No, por favor, que esto sea una pesadilla. Que no sea él." Rogó.
—Ya no importa—dijo el ortán suspirando—, me pareció una buena idea al inicio, quitarles sus hijos a los ixthus parecía ser una solución a esa plaga; pero creo que es más fácil así.
El ortán disparó su arma hacia el hombro de Naín quien gritó de dolor y se sujetó el brazo con fuerza. Le había sorprendido saber que Aczib era el asesino de su hermano; pero saber que Darcón también lo había traicionado lo había desmoralizado por completo.
—No me mal entiendas—continuó—, de verdad eres bueno en lo que haces con nosotros, me ayudaste a atrapar a muchos ixthus; pero yo tenía que hacer demasiadas cosas para evitar que te dieras cuenta de la verdad y eso es cansado, además, ya estoy algo viejo para esto. Por eso tengo a Aczib, ahora él hace lo que yo años atrás; pero como sabrás, es un poco tonto. No es nada cuidadoso y por eso lo descubriste, aunque debo admitir que eso de disfrazarse de ixthus para hacerte ir al hospital con Andrés fue muy buena idea, así pudimos inculparte de su muerte ¿sabes? Tan sólo tuvo que seguirte y envenenarlo poco antes de que entraras a su habitación. Pero bueno eso ya no tiene importancia, morirás hoy y aquí mismo, ya no me resultas útil.
Esta vez Darcón apuntaba su arma hacia la cabeza de Naín, pero éste sin tenerle miedo a la muerte y obteniendo fuerza de su rabia, se levantó aun apretando su brazo contra su cuerpo y mirando fijamente a aquel que siempre había admirado.
— ¡Confié en ti, Darcón!—Le gritó—Y Ben también.
— ¡Sí pero yo en ustedes no! Jamás confiaría en ustedes; lo criminal se hereda, siempre es así, ya lo he comprobado. Ben se había unido a esa peste y por eso mandé matarlo ¡Él me traicionó primero!
—Pero... ¿Y mis padres? Ellos eran tus amigos.
—Abre los ojos Naín ¿crees que habría algo que me llevara a entablar amistad con personas así? Tus padres siempre fueron ixthus, y no sólo eso; eran los lideres, grandes personajes. Simón perteneció al grupo de los doce, casi podría decirte que fue el más importante de todos. No todo fue mentira, definitivamente estuvimos juntos en una guerra, pero yo quería destruirlo, solo para salvar este mundo ¡mi mundo!
— ¿Cómo pudiste?
Naín ya no encontraba palabras suficientes para hacerle saber a Darcón lo traicionado que se sentía.
— ¡Dispare ya!—Lo apremiaba Aczib asustado de que Naín intentara algo mientras se levantaba.
—Tranquilo, Naín tan solo no desea morir de rodillas y no esperaba menos de alguien como él.
Darcón se equivocaba; la intención de Naín no era simplemente morir de pie, en realidad lo que él quería era gastar su última oportunidad de vengarse aunque por ello tuviera que morir. Sin que Darcón se hubiera dado cuenta, Naín había sacado su pistola de la funda que colgaba de su cinturón y cuando el ortán disparó, Naín también.
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Ixthus, El Llamado
Ciencia FicciónEste es el primer libro de una trilogía que se llama "Ixthus". Espero la disfruten tanto como yo. Naín ha tenido siempre muy clara su misión en la vida, combatir lado a lado con los cazadores. Juntos él y su hermano crearán paz en un mundo donde las...