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Gera se quedó completamente solo. Lo único que rompía el silencio de la noche eran los cantos de los grillos. Creía realmente que Naín debía hacer eso solo, pero no significaba que su sícigo no pudiera ir a auxiliarlo cuando lo necesitara, e indudablemente lo necesitaría. Aprendería una lección, eso lo sabía, pero si no lo ayudaban a tiempo, probablemente moriría por eso. Y no era lo que Gera quería. Por eso corrió lo más rápido que pudo hasta la oficina de Lael para avisarle lo que acababa de ocurrir.

—Se fue—dijo sin aliento—, Naín se fue. Aún sigue con la idea de vengar a su hermano.

Lael y Eliel estaban en la oficina principal cuando Gera llegó a darles el aviso.

—Sabía que esto sucedería—dijo Eliel—, Naín no es de los que se olvidan fácilmente de cosas así y obedecen lo que se les dice.

—Ninguno de nosotros lo es—comentó Lael.

— ¿Qué vamos a hacer?—pregunto Eliel.

Lael se quedó pensando, sopesaba todas las opciones que tenía y trataba de elegir la que era mejor y más segura para todos.

—Gera—dijo finalmente—, ve y reúne a algunos hombres y luego vayan tras Naín.

—No pensarás obligarlo a volver—inquirió Eliel—, no hacemos eso con ninguno que nos deja.

—No para nada. Naín no tiene idea de en lo que se está metiendo, necesitará ayuda, pero también necesita vivir esto. Debe saber que hay cosas que sobrepasan nuestras fuerzas y nuestro entendimiento. Quizá por fin abandone su orgullo y se nos una realmente.

—Será difícil—comentó Eliel con un suspiro.

—Sí, lo sé. Gera, salgan inmediatamente a buscarlo, pero no intervengan a menos que sea sumamente necesario. Dejen que haga esto más bien solo.

Gera no perdió ni un minuto más y fue corriendo a reunir a varios hombres y minutos después salieron tras Naín.


Ixthus, El LlamadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora