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El hospital no estaba muy lejos, y él necesitaba de aire fresco así que llegó hasta ahí caminando.

—Buenos días, soy el siftán Naín—dijo a la recepcionista—. Quisiera ver los papeles del deceso de Andrés.

—Siftán como lo siento, esos documentos son clasificados, a menos que traiga una orden, no puedo mostrárselos.

— ¿Está segura? Es un asunto muy importante.

—Sí, lo siento mucho señor, pero no puedo hacerlo.

—Bueno, muchas gracias señorita.

Naín sabía desde un principio que no sería fácil conseguirlos con solo pedirlos; pero había querido intentarlo de la manera obvia primero. Sin embargo ahora que había fallado el plan "A" seguiría con el plan "B": entrar a hurtadillas en los archivos del hospital y buscar los documentos él mismo.

Cuando la recepcionista se distrajo para contestar el teléfono, Naín aprovechó para meterse por un pasillo que conducía a una serie de cuartos donde solían guardar los archivos de los pacientes.

El primer cuarto en el que entró contenía efectivamente un sinfín de cajas con papeles adentro, sin embargo estaban ordenadas de manera alfabética y en ellas solo contenían hasta la "C".

Salió del primer cuarto asegurándose que nadie estuviera cerca y se metió hasta el tercero. Ahí estaba la letra "H" por su apellido Hamul. Revisó todas las cajas con esa letra hasta que dio con los papeles que buscaba. Era una gruesa carpeta que contenía todo lo referente a Andrés y su estado de salud. La mayoría eran datos sin importancia; pero al final de toda esa pila de papeles estaba la constancia de su deceso. Decía que había muerto por una falla en los pulmones a la 1:05 a.m., y que había sido enterrado esa misma mañana.

Naín estaba confundido. Todo ese tiempo había estado enojado contra Andrés porque creía que había asesinado a su hermano, pero ahora que sabía que eso no era posible no estaba muy seguro de con quién estaba enojado.

Frustrado aventó la carpeta y todos los papeles se desparramaron por el piso y fue entonces que notó uno que no había visto antes. Era una lista de todas las visitas que Andrés había recibido mientras estuvo en el hospital. La lista no era muy larga, pues nunca se le permitió a ningún familiar visitarlo; además de que no se hubieran atrevido por miedo a ser acusados de ser parte de los ixthus. Los pocos que lo habían visitado eran militares que al encontrarlo aún inconsciente se habían marchado; pero alguien lo encontró despierto. Según decía la lista un religioso había ido a verlo poco después de que despertara y se había ido justo cuando Naín había llegado.

Naín quedó muy desconcertado al enterarse de aquello, sabía que los religiosos solían visitar a los criminales para darles algunas palabras sobre sus creencias y quizá confortarlos si, como Andrés, iban a ser irrevocablemente condenados; pero este le llamó mucho la atención ¿Por qué se fue sin avisar que Andrés se había puesto mal?

Le hubiera gustado quedarse para seguir investigando, pero los pasos de alguien lo alertaron y recogió todos los papeles y salió rápidamente del cuarto.

Un enfermero lo miró extrañado cuando se lo topó en el pasillo.

—Lo siento—Se disculpó Naín—. Buscaba el baño.

—Por allá—dijo el enfermero indicándole la dirección.

—Muchas gracias—dijo Naín y se alejó de ahí.

Mientras caminaba de regreso al cuartel iba pensando en interrogar a Aczib sobre lo que había pasado en la montaña. Había algo muy sospechoso en ese religioso, y su mente le decía que era muy probable que fuera el asesino de Andrés, quizá otro ixthus que quisiera evitar que hablara de más.

Cuando llegó al cuartel, vio que los novatos estaban entrenando en el área del rally con Amitai. A Naín le divertía ver como su amigo actuaba serio cuando entrenaba a los novatos, sabiendo que la seriedad con Amitai se llevaban tan bien como el agua y el aceite. Aunque debía admitir que lo hacía bastante bien pues realmente era intimidante con los novatos.

Naín esperó a que concluyera el entrenamiento para acercarse a Aczib y hablar con él.

Luego de un rato el entrenamiento terminó y todos se retiraron para continuar con las siguientes actividades. Naín alcanzó a Aczib a la mitad del camino.

—Hola Aczib—saludó.

Aczib se cuadró en cuanto vio a Naín y efectuó el saludo de los cazadores.

—Está bien Aczib, solo quisiera preguntarte algo—Lo tranquilizó Naín.

Aczib solo se le quedó mirando con los ojos muy abiertos.

—Quisiera saber qué fue lo que ocurrió en la montaña, aquella vez que perseguíamos a Andrés y... tú sabes, asesinó a Ben.

Aczib se vio un poco desconcertado ante la petición de Naín pero accedió a responderle.

—Bueno es un poco confuso. Cuando Ben y yo nos separamos del resto, pronto Ben me dejó atrás; traté de seguirle el paso pero la nieve era muy espesa y no podía correr, además, su condición era mucho mejor que la mía. Pronto solo distinguía su silueta entre la niebla y en un momento dado vi cómo se detenía en seco, creo que miró el precipicio y por eso se detuvo. También dijo que había escuchado algo y se acuclilló, yo estaba a punto de llegar a donde él cuando de pronto salió Andrés de debajo de Ben. Se había ocultado bajo la nieve y lo tomó por el cuello. Ambos comenzaron a forcejear, pero Andrés aprovechó la cercanía del precipicio y lo lanzó. Me pareció que su intención era buscarlo solo a él porque en cuanto me vio salió huyendo. Dudo mucho que yo lo haya intimidado, soy sólo un novato.

—Pero entonces ¿tu solo viste una silueta, no a Andrés mismo?

—Pues no señor, pero no creo que haya podido haber otro en la montaña esperando para asesinar a un cazador.

Naín se quedó meditabundo, sin duda alguien le mentía. Los ixthus le decían que no habían sido ellos, pero Aczib decía que no podía haber sido nadie más que ellos, aunque admitía no haber visto del todo la cara de Andrés.

—Señor puedo preguntar ¿Por qué es tan importante ahora?—Aczib sacó a Naín de sus pensamientos.

—Solo quería saber cómo había muerto mi hermano. Hasta ahora no tenía todos los detalles. Has sido de mucha ayuda Aczib muchas gracias—Le dijo Naín dándole una palmada en la espalda.

—No hay de que señor, estoy para servirle.

Naín se separó de Aczib y se fue directo a su entrenamiento de tiro. Había muchos asuntos dando vueltas en su cabeza que prefería distraer su mente disparando armas, después estaría más preparado para sacar conclusiones.


Ixthus, El LlamadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora