Un picor en su brazo derecho lo obligó a incorporarse en el tieso suelo, volteó a todos lados para ver dónde se encontraba pero una cegadora luz se lo impidió; entornó los ojos para adaptarlos y poco a poco se acostumbró a ella y se dio cuenta de que no era tan intensa como él había supuesto. La picazón que había sentido se debía a unas cuantas piedras del pavimento incrustadas en el hombro, las sacudió con su mano y cayó en la cuenta de que estaba frente a la casa de Sara; ella estaba arrodillada frente a una maceta, tenía un sombrero de paja y guantes de jardinería. La observó por un minuto hasta que ella le habló. Seguía de espaldas a él y aunque se encontraba como a diez metros de distancia, su voz sonó como si estuviera a tan sólo dos pasos.
—Tú debiste haberlo sabido desde un principio.
Naín volteó a todos lados, incrédulo de que realmente fuera la voz de Sara; pero no había nadie más cerca. La calle estaba mortalmente vacía y silenciosa. Además Sara nunca se volteó a verlo, seguía concentrada en sus plantas.
— ¿Qué...? ¿Saber qué Sara?—respondió Naín luego de un momento.
—Que no debías llevarlo ahí, porque seguramente algo pasaría. ¡Era muy obvio! Pero tu orgullo pesó más que su vida.
—No Sara, te juro que yo no tenía idea. Habría hecho lo que fuera con tal de que no muriera.
—No, no importa ya. Él está muerto y ahora ella también. ¡Por tu culpa!
— ¿Ella? ¿Quién ella?
Hasta entonces había creído que Sara trabajaba en sus plantas pero cuando se levantó y se volteó para mirarlo, supo que no podía estar más equivocado. Una pequeña tumba se alzaba a sus pies, sus ojos estaban vidriosos y ella ya no parecía estar embarazada, su vientre estaba plano otra vez y entonces entendió lo que pasaba. Al enterarse de la muerte de Ben había muerto también su hija.
Una profunda culpa llenó todo su cuerpo, corrió para encontrarse con Sara; pero aunque sus piernas se movían muy rápido no conseguía adelantarse ni un milímetro. Comenzó a desesperarse, gritó hasta quedarse afónico pero Sara aún seguía lejos. Segundos después la calle, Sara, la casa, todo fue absorbido como en una especie de hoyo negro y cayó de rodillas; exhausto por el esfuerzo.
Se levantó temblando, solo para descubrir que ya no estaba en casa de Sara, ahora se encontraba de nuevo en la montaña, se levantó sorprendido por el ambiente tan cálido que se sentía considerando la nieve que lo rodeaba. Se dio cuenta de que no tenía más que unos jeans y una camisa de manga corta y por si fuera poco, estaba descalzo sobre la nieve; sin embargo para sus pies la sensación era muy parecida a estar pisando arena de la playa. Exploró la montaña, buscando a sus demás hombres. Llegó a dónde anteriormente habían estacionado el gret; pero no había ni siquiera rodadas en el suelo. Se sentó en la nieve y utilizó una roca como respaldo pero de nuevo el murmullo llamó su atención y se puso de pie de un salto. Frunció el ceño, lo único que podía identificar era un seseo y al final captaba algo que el entendía como una "e" pero las voces tenían eco lo que lo confundía aún más. Escaneó la montaña buscando el origen del murmullo. Parecía venir de todos lados. Mientras su cabeza daba vueltas buscando la fuente de aquel ruido descubrió una silueta, parecía ser un hombre. Estaba sentado en una roca y en cuanto sus ojos se posaron en él, se levantó. Naín, por instinto, buscó a tientas su pistola en los costados de sus pantalones, pero se había olvidado que no traía nada de su equipo. No tuvo más remedio que levantar sus puños e intentar valerse de ellos.
A cada paso que el desconocido daba la respiración de Naín se volvía más pesada. Esperaba ver aparecer a Andrés pero en lugar de eso se llevó una enorme sorpresa, ante sus ojos la sombra tomó color y entonces lo reconoció, hubiera querido decir algo pero su mente estaba completamente liada, por eso fue él quien inició la conversación
— ¡Hermano! Quiero decir, señor, ¿Qué hace usted aquí?
Naín se olvidó de los formalismos y se lanzó hacia su hermano para fundirse en un abrazo con él.
—Ben, no sabes cuánto lo lamento, fue mi culpa ¿sabes? Aczib me lo advirtió él dijo...
—Shhh—Lo interrumpió Ben—. No importa ya, no he venido a culparte, no arruines este momento por favor—Soltó una carcajada y palmeó el hombro de Naín—. Ya no eres el mismo chiquillo que dejaba encerrados a sus maestros y compañeros en el salón de clases ¿verdad?
Naín también soltó una carcajada al recordar aquel momento del que hablaba.
—Hay cosas que forzosamente tienen que cambiar, creo.
—Bueno, solo espero que en cuanto a lo bueno nunca cambies pero todavía no has cambiado lo más importante.
— ¿A qué te refieres?
Ben suspiró y con su brazo dirigió a Naín hasta un sillón que no supo a qué hora había aparecido, de hecho ahora ya no estaba en la montaña sino en su propio departamento.
–Escucha Naín...
Las siguientes palabras de Ben salieron de una manera indescifrable como si hablara en otro idioma.
—No te entendí nada, ¿qué me decías?
Ben se entristeció al escuchar aquello, esperaba que su hermano supiera lo que quería decirle y cuando vio que no pasó como esperaba se decepcionó.
—Naín ¿tienes oídos?
—Sí.
—Entonces escucha.
—Claro pero... ¿qué es lo que debo escuchar?
Ben no contesto, se dibujó una enorme sonrisa en su rostro y ese hilo de sangre volvió a salir de una de sus comisuras mientras se levantaba y comenzaba a desvanecerse.
— ¡No! ¡Espera!—gritó Naín—no te vayas por favor—su voz se quebró—. Ben no te vayas. Aún no he entendido lo que querías decirme.
Se lanzó hacia Ben para tratar de detenerlo, pero sus manos no fueron capaces de sujetar nada, era como si su hermano estuviera hecho de aire. Se levantó y lo buscó con la mirada, pero él ya no estaba por ninguna parte, en cambio un lejano e incesante sonido empezaba a llenar su pequeño departamento, y con cada segundo que pasaba se volvía más fuerte hasta el punto en que tuvo que poner sus manos sobre sus oídos, mientras caía de rodillas y su nariz tocaba el suelo frio. Se habría vuelto loco de no ser porque despertó repentinamente de su sueño y se dio cuenta que el incesante sonido provenía de su despertador. Lanzó un fuerte manotazo sobre el reloj para apagarlo, había sonado tal como él lo había programado, a las siete en punto.
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Ixthus, El Llamado
Science FictionEste es el primer libro de una trilogía que se llama "Ixthus". Espero la disfruten tanto como yo. Naín ha tenido siempre muy clara su misión en la vida, combatir lado a lado con los cazadores. Juntos él y su hermano crearán paz en un mundo donde las...