XXIV

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Ciervo blanco

Te miraron mis ojos asustados/
y su corona hundió mi corazón/
en anhelo de agua y cielo/
y ceniza desierto./

¡Cuán grande es mi desconcierto!/
Soñamos cayendo en plumas doradas/
de cuchillo punta de sábanas./

Y había una astilla de arce rojo matando/
en mi médula atormentada./

Morimos cayendo en la sangre a la que pertenecemos./

Y había una espina de alce rojo sucumbiendo/
en mi médula atormentada./

Lloramos como armoniosas arpas noche/
y fulgor sol de luna./

Gritaremos, gritaré,/
porque estamos vivos/
y caminamos bajo tumbas./

¡Oh, que el granate nos cubra y desvele!/
No seré para cuando despierte/
la misma médula atormentada/
del rojo nervio sirviente./

Y no habrá nadie que nos alce en rojo/
ni en ningún hilo de tus ojos,/
que miro asustado al resquebrajar/
mi cornamenta de ciervo blanco./

El jardín de los suspiros del ruiseñor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora