Capitulo 3

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Percy:

Entre que estaba distraído pensando y mirando con entusiasmo la decoración ya estaba enfrente de la puerta de mi mejor amigo.

Toqué la puerta y Jason me abrió en un abrir y cerrar de ojos

- Buenos días su majestad - le dije haciendo una reverencia

- Deja de hacer el tonto y pasa ¡mi capitán! - dijo poniendo su mano en la frente, haciendo un saludo militar.

Entré en la habitación de mi amigo, estaba perfectamente ordenada y todo estaba colocado en su sitio, no se podía comparar con el desastre que había en mi habitación, mi habitación era una pocilga y la de Jason era el Olimpo.

- ¿Vas a seguir como un tonto mirando mi cuarto? -

- Lo siento es que la estaba comparando con la mía -

- Vale - dijo Jason sonriendo

Se tumbo en la cama haciendo pequeñas arrugas en las mantas, lo mire mejor y pude distinguir dos emociones tristeza y enfado, yo solo conocía a una persona que lo podía hacer sentir así.

- ¿Qué te pasa Jason? -

El se levanto y me miró, en esa mirada solo había tristeza.

- Nada importante, lo que importa es que tenemos que celebrar, es la última vez que te veré - dijo Jason con una sonrisa

- Tengo dos cosas que decirte principito - le dije lo más serio que pude

- Bien ¿Que es? -

- La primera está no será la última ves que te veré porque nos vamos a divertir y descontrolar en la fiesta no aquí y segundo tus problemas si son importantes, ahora no te librarás de contarme que te pasa -

- Eres de lo que no hay Percy -

- Eso indica mi victoria en el debate - dije sonriendo triunfalmente.

- ¡Pero si esto no es un debate! - Se defendió el rubio.

- Eso lo dices porque has perdido el debate -

- Bueno vamos a dejarlo así -

- Señoras y señores Percy Jackson gana otra vez - dije

- Eres imposible -

- Por eso me quieres, pero no te equivoques tú te tienes que casar con una chica y a mí no me gustan los chicos para tu información, sino las chicas -

- ¿Te cuento mi problema o seguimos debatiendo? - dijo Jason sonriendo

- ¿Ves que si era un debate? - dije riéndome

- Ya cállate ¿Quieres? -

- Bueno, bueno, Cuéntame principito -

- Mi padre no me da mucho más tiempo para conseguir una esposa y hasta ahora ninguna chica me llama la atención  -

- Vaya, tío tienes que dejar de ser tan exigente -

- Otro igual, yo solo quiero lo que doy -

- Pues da menos porque si no, no encontraras ni una sola novia -

- Ja-ja-ja que gracioso - ironizo Jason.

- Así soy yo - dije señalándome.

- Hablando de novias, tú tienes un montón de chicas detrás de ti muriéndose para que las saludes - dijo Jason levantando una ceja y dándome una sonrisa pícara.

- ¿A sí? Pues ni me enterado -

- Tío, ¿No tienes alguna chica en mente? -

- Ahora las chicas no me interesan, tengo muchas obligaciones con el reino -

- Esas obligaciones que dices, acaso ¿Tiene que ver con matar a todos los piratas con los que te cruces? -

- Ala si mi amigo es inteligente -

- La verdad es que los piratas son personas bastantes interesantes, me he leído un par de libros sobre ellos y sus normas y son muy guays -

- ¿Un pirata y sus normas guays? Imposible -

- Tengo que decirte que no, serán malos y los odio pero... - a partir de ese punto deje de escuchar y miré por toda la habitación, encontré cara a cara con el reloj y resulta que llegaba tarde a casa para prepararme.

- ¡Llego tarde! adiós principito -

Salí como un rayo del castillo, estaba por el pueblo y mientras corría mire las tiendas y a sus dueños que me saludaban, claro que lo hacían, ellos me vieron crecer y convertirme en un... chico, hombre, no lo tengo muy claro, todos los del pueblo son prácticamente mi familia.

Llegue a casa, abrí la puerta y lo primero que me encontré fue a mi madre enfadada por la tardanza.

- Mamá, te quiero mucho - le dije con mi cara de foca bebé

- Ve a tu cuarto para que te prepares -esas fueron las palabras de amor y cariño de mi madre.

Como dijo la señora de la casa fui a mi cuarto y me prepare con mi uniforme, me miré en el espejo, no pude evitar sonreír, pronto tendría una nueva condecoración que diría que yo soy el capitán, a mí no me pasaría como a mi padre, no dejaría mi futuro puesto ni mi amor hacia el mar por una chica.

Me fui de casa, caminé por última vez por las calles del pueblo mirando cada cosa con detenimiento, me fijé en una chica pelirroja con pecas, esa era mi amiga Rachel, todo el mundo sabía que ella estaba enamorada de mi, como no estarlo solo tienes que mirarme, ella estaba llorando cerca de una fuente, decidí que no me acercaría, pues probablemente yo era la causa de su llanto, bueno no yo mi ida, y si me acercaba seguramente me suplicaría que me quedara y no tendría el valor suficiente para decirle a la cara que tenía que irme y que no sentía más que amistad por ella. Seguí de largo aunque me costase, ignorando los llantos ensordecedores de la dulce chica pelirroja.

Un amor inesperadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora