Esa mañana se levanta temprano, como otras tantas.
Llora notas, y toca lágrimas.
Alguna gente lo mira.
Otra no.
El violín es su lienzo.
El arco su pincel.
Su alma su único espectador.
Él sabe que nunca le querrá.
Toca con rabia. Cada compás es una metáfora.
Y él solo quiere salir de allí.
Y lo hace.
Entonces abre los ojos.
Sigue en mitad de la calle.