No tuve que cambiar por ti.
No solo te perdí,
también me perdí.
Amanecía con ojeras y tus cigarrillos quemándome la muñeca.
Amanecía escribiendo una N en el cielo que acababa lloviendo en forma de sangre en mi brazo.
Amanecía siendo una persona que ni siquiera era yo.
No tuve que cambiar por ti, joder.
Solo dolías.