Capítulo 5: Recuerdos Dolorosos

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La mansión Wayne era un enorme castillo, digno de cualquier monarquía europea. Si Gótica tuviese una monarquía sin duda seria la familia Wayne.

Aquel era un enorme hogar, lleno de luz y vida. Tenía muchas habitaciones, pero solo cuatro personas habitaban en ella: Thomas Wayne, Martha Wayne, Alfred Pennyworth y el pequeño Bruce Wayne, el cuál dormía tranquilamente en su cuarto. De pronto, el sonido de un disparo de escopeta, junto con unos gritos femeninos, lo despertaron. Sintió una fuerte presión en el pecho, anticipando que algo malo estaba ocurriendo. A pesar del miedo, se levantó de la cama y se encaminó con cuidado a la habitación de sus padres. Martha lloraba desconsolada y aterrada, al lado del cadaver de Alfred Pennyworth, el cual tenía un enorme agujero en el pecho.

—¿Por qué, Martha? —preguntó Thomas desde el marco de la puerta, con la escopeta aún humeante en las manos.

—¿Quieres saber por qué? —preguntó la mujer entre sollozos—. ¡Él era mucho más hombre que tú! —gritó llena de rabia, toda esa rabia guardada durante años de violencia y abusos.

Thomas apretó sus dientes tanto que por un momento sintió que se le iban a romper. Martha seguía gritandole, descargando en inutiles insultos todo su odio y desprecio, pero él apenas le prestaba atención. Sujeto con firmeza su escopeta, la apuntó a la mujer que quedo inmóvil y le voló la cabeza de un disparo. Bruce solo podía ver con incrudelidad a su padre frente a la habitación matrimonial, con la escopeta en las manos. Thomas giró la cabeza y lo miro con una sonrisa perturbadora, junto con una mirada llena de locura y maldad. De pronto las llamas se alzaron por todos lados, como si la mansión estuviese en el mismo infierno. Las paredes se derrumbaron y dejaron ver los cuerpos ensangrentados de Martha y Alfred, que estiraban sus manos hacia Bruce.

—Ayudanos, Bruce —hablaron ambos cuerpos al unísono.

Thomas empezó a reir maniaticamente, como solo un monstruo o un demonio podria hacerlo, mientras las llamas envolvieron los cuerpos de los amantes. Su carne se desprendía dejando al descubierto musculos, nervios, orgamos, y finalmente los huesos. Todo se consumía por el fuego. Los ojos de Alfred se caían y una horrorosa mueca de terror se apodero de su rostro hasta que solo quedaron esqueletos que aun emitían dolorosos lamentos. El doctor Wayne apunto la escopeta aun entre risas y le disparó al rostro a su propio hijo.

En ese momento Bruce despertó con un grito de terror. El sudor frío recorría su cuerpo semidesnudo y su pecho se movía con violencia. Otra vez la misma maldita pesadilla.

Intento calmarse, enfocarse, pero entonces la escuchó.

—¡Bruce!

Cientos de preguntas golpeaban contra su alterada mente después de escuchar aquella voz femenina. ¿Quién sabía que estaba ahí? ¿Quién en el mundo sabía que estaba vivo? ¿Realmente lo llamaban o había enloquecido?

Se levantó de golpe, tomando un kunai mientras luchaba por regularizar su respiración. Caminó hasta el marco de su cuarto y desde ahí observó la planta baja, encontrándose inmediatamente con quien lo buscaba. Ella media un metro setenta, tenia el cabello negro a la altura de los hombros, un cuerpo muy bien formado el cual resaltaba con la ropa negra tan ajustada. La fémina volteó un momento y sus miradas se cruzaron. En ese momento, el tiempo pareció pausarse y no había nadie mas en el mundo que ellos dos.

—Bruce...

—Bruce

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Bruce Wayne: Ninja (Tierra 1B)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora