Ése es mi nombre

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A la mañana siguiente, Chuck me despertó a las 7 de la mañana. A veces parecía que Chuck era simplemente el chico de los recados, siempre de aquí para allá. Cuando me desperté completamente, salí al pasillo, y allí, como era de esperar, estaba Newt. Él parecía que no me había visto aún así que me adelanté:

-Hola, pingajo -saludé, con naturalidad.

Newt se giró y me miró perplejo. La verdad era que esa palabra había salido de mi boca como cualquier otra, como si fuera lo más normal del mundo...

Newt expresó mis pensamientos más rápido que yo:

-Vaya, vaya, parece que alguien se está acostumbrando a vivir entre nosotros muy rápido -hizo una pausa, me miró detenidamente. Desde que lo conocí, cada vez que me cruzaba con Newt, él me miraba como si fuera la primera vez. - Ha llegado la hora de la Visita, verducha.

-No me gusta esa palabra -comenté, sin pensármelo dos veces. A veces parece que carezco de un filtro entre el cerebro y mi boca.

-Mientras no te acuerdes de tu nombre es lo que hay... verducha -dijo, con una sonrisa malvada en la cara.

Comenzó a andar y yo le seguí. Por fin iba a salir de esa casa destartala a la que llamaban Hacienda. Cuando alcanzamos la puerta, Newt me miró:

-Haz los honores, bella durmiente.

Ignorando la última parte de la frase, puse la mano en el pomo y lentamente lo giré, mientras mi imaginación comenzaba a trabajar en una idea de cómo sería aquel lugar, desconocido. Teniendo en cuenta que tras salir de la Caja me desmayé de inmediato, todo era un misterio para mí. Pero cuando abrí la puerta... la realidad empujó mi idea tan lejos como pudo.

El Claro era... ordenado, muy... ¿simétrico, quizás? Di unos pasos adelante y miré a mi alrededor. Estaba todo ordenado como me dijo Newt, en realidad. En la esquina noreste estaban los cultivos, e Huerto. En el sureste estaba la Casa de la Sangre, donde criaban y sacrificaban a los animales. En el rincón suroeste estaba el Bosque, y en su interior los Muertos, que era el cementerio. Me extrañó lo del cementerio, es decir, ¿por qué iba a morir gente tan joven? Me rápidamente me vino a la cabeza lo que dijo Alby de los laceradores... Y por último, en el noroeste, donde estaban estaba la Hacienda, donde dormían todos, aunque algunos lo hacían fuera de la residencia destartalada. Todo ello estaba rodeado por los cuatro inmensos muros, tan altos que intentar buscar su final producía vértigo. Eran enormes, eran... terroríficos, si me lo preguntáis a mí. Formaban un cuadrado perfecto que delimitaba el Claro y lo separaba del Laberinto, como me había dicho Alby. También vio las grandes grietas que se abrían por las mañanas para dejar paso a los corredores y se cerraban en el ocaso, cuando ellos volvían... o al menos, casi siempre volvían, según todo lo que me había explicado Newt. Tras el largo vistazo, me giré y le dije a Newt:

-¿Me haces el tour o no? -pregunté, sonriente. 

Estaba emocionada. ¿¡Cómo demonios podía estar emocionada!? La situación no era para emocionarse... seguía sin saber cómo se llamaba, dónde estaba exactamente ni cómo salir de ahí, ni si tenía familia... Pero tampoco era momento de pensar en eso, me dije.

Newt me llevó por todos los sitios, y me explicó todas los trabajos. La verdad es que ninguno me sonaba especialmente bien, pero me propuse probarlos todos. Quería ayudar a los clarianos, aunque sólo había hablado con 3 o 4. Ya entendía los conceptos del Claro, la manera en la que funcionaba. Los interrogantes que quedaban eran los clarianos y... el interior del Laberinto junto con los laceradores.

-Es hora de comer, pingaja, estoy agotado de ir vagueando por ahí contigo, por mucho que me guste tu compañía. Vamos a ver al gilipullo de Fritanga.

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⏰ Última actualización: Jan 26, 2018 ⏰

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 The Maze Runner: No sin élDonde viven las historias. Descúbrelo ahora