Capítulo XI

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Vegeta se encontraba en su habitación, pensando en lo idiota que había sido.

Una punzada de dolor llegaba a su pecho cada vez que recordaba la conversación con el menor, cuando se habían encontrado por casualidad en la pequeña plaza que estaba a unas cuadras de la casa de los Son.

El joven de cabellos alborotados estaba realmente dolido, no quería saber más nada de él, y lo había dejado bastante claro. Eso lo heria, quería recuperarlo, extrañaba su sonrisa, sus ojos, sus labios que tanto ansiaba probar, su mirada dulce e inocente, sus palabras de aliento, sus mimos, TODO, todo de él extrañaba.

Su primera cita invadió su mente, recordaba lo guapo y confundido que se veía el menor por su salida. La habían pasado muy bien ese día, sin embargo; él seguía con su venganza, hasta que cayó en cuenta de que lo invitaba porque realmente quería estar con él.

¿Por qué tuvo qué hacer ese plan que le había costado a su pareja? Quería enojarse con Trunks por abrir la boca, pero a fin de cuentas, él no era culpable de nada. Aquí el culpable era él, sólo él.

Se había dado cuenta de que en realidad amaba a Gokú, al cuál había perdido, por quererse vengar de alguien que en su tiempo, había catalogado, como: "el amor de su vida". Amaba a Gokú, inclusive mucho más que a Raditz.

Había intentado mil maneras para recuperarlo, pero fue imposible. Intentó buscarlo en la escuela, en su casa e inclusive en la plaza, pero el menor no se dejaba ver. Era obvio que quería evitarlo a toda costa.

Una maravillosa idea sé le había ocurrido, escribió rápidamente un texto y lo envió, era su última oportunidad para recuperarlo, y debía hacerlo bien, su tiempo se agotaba.

***

En otro lado, un joven de cabellos alborotados se hallaba en su habitación completamente oscuras.

Aún no podía creer lo que le  habían hecho. Jugaron con él de la peor manera, no se había sentido tan humillado como ahora, y de verdad le estaba afectado, amaba a Vegeta.

Ya no era el mismo chico sonriente que alegraba a los demás. Siempre estaba callado, la mayor parte del tiempo, prefería estar sólo. Sólo la tristeza era quién lo acompañaba.

-Gokú -entraron a la habitación- Hermanito, ¿no quieres salir un rato conmigo a practicar skate? -no contestó- ¿dónde está el niño alegre qué tanto quiero? -Gokú lo ignoro y se dio la vuelta, dándole la espalda al mayor-  Dime algo. Gritame, golpeame, pídeme comida, dinero, lo que sea, pero háblame -pidió con tono triste.

Pero no obtuvo respuesta. Salió de su habitación y se quedó parado frente a la puerta, se sentía demasiado mal. Había lastimado a su hermanito por sus celos. Él se había dado cuenta de que su ex pareja en verdad amaba a Gokú, pero los celos hicieron de las suyas, y ahora, sentía las consecuencias. No sólo había herido a Gokú, sino que, también se había herido a él mismo.

Su hermano significaba mucho para él, y verlo en ese estado aún más sabiendo que era su culpa, lo hacía sentir de lo peor. Suspiró frustrado alejándose de la puerta.

Realmente esperaba que Gokú lo perdonara por todo eso.

Mientras que Gokú dentro de la habitación lloraba en silencio. Trataba de pensar una y otra vez en el porque de las cosas. No podía evitar sentirse tan mal. Una persona que creía que lo amaba, solo lo había utilizado para una venganza. Comenzó a preguntarse ¿por qué le iba así en el amor? ¿Es qué así iba a ser siempre? Él solo quería amar a alguien que lo quisiera de verdad. Que lo tratara de la misma manera que lo trató Vegeta, pero que sí lo amara.

De nuevo esa punzada en el pecho. Un gemido ahogado brotó de su garganta y rompió en llanto, tratando de calmar el dolor de su corazón. Le dolía, le dolía como nunca. Sí pudiera pedir un deseo en estos momentos, sería arrancar ese amor que aún tenía por el mayor.

-¿Por qué no puedo odiarte? -tomó su teléfono y miró una foto de él, acompañado de Vegeta en su celular. Los dos sonreian, se veían felices.

Comenzó a ver más fotos. Él más podía asegurar que esas sonrisas eran reales, que no eran fingidas, pero estaba equivocado.

-¿POR QUÉ NO PUEDO ODIARTE, VEGETA? -gritó fuertemente.

Dejó su teléfono a un lado, no le hacía bien ver esas fotos, pero no podía evitarlo, lo quería demasiado. Ni siquiera era capaz de borrarlas. Estuvo llorando un rato más, hasta que sin darse cuenta, cayó en los brazos de morfeo. Logrando así descansar en un mundo de sueños y fantasías, en dónde era feliz, y no existían los problemas, alejandolo así, de su sufrimiento.

...Él estaba destruido...

JUGANDO CON SUS SENTIMIENTOS Donde viven las historias. Descúbrelo ahora