1

346 99 122
                                    

No supo definir cuánto tiempo llevaba corriendo. Tampoco recordaba en qué momento comenzó a hacerlo. Era un niño, no mayor a los cinco años, que vestido con su uniforme azul del jardín simplemente corría y corría. Lo único claro hasta el momento era el latido acelerado de su corazón. Ante sí, el pasillo parecía no llegar a un fin y las aulas se repetían, a cada lado, una atrás de la otra. En sus oídos resonaba el llamado de una mujer que lo instaba a apurar el paso. Supuso que era para no perder el ómnibus escolar que lo llevaría a la excursión. Intentó con correr más rápido todavía, pero la salida nunca aparecía. La voz seguía llegando a él, como un susurro lejano.

-Ya es tiempo Ikén, ya es tiempo. Solo quedamos nosotros... Apúrate-. No reconoció quién era. Sin embargo la melancólica voz entristecía todo su ser.

Después el silencio. Solo el ruido de sus zapatos contra el piso, de mosaicos negros y blancos que se repetían en forma de un tablero de ajedrez infinito, lo acompañaba. La única luz que había era la que salía por las puertas de los salones a su derecha, cuyas ventanas abiertas daban a la calle permitiendo que el sol entrara. Esta claridad matutina le otorgaba al pasillo un efecto hipnotizador, y él empezaba a sentir que las esperanzas de poder llegar se desvanecían.
A través de las puertas se podía observar que toda las aulas estaban vacías. Todo alrededor suyo estaba sobrenaturalmente limpio y reluciente. La adrenalina inicial empezó a disminuir y un sudor frío le recorrió el cuerpo. Hasta fue consciente del instante en que la soledad mezclada con pánico empezó a manifestarse en su interior. El pensamiento de que nunca vería a esa mujer y que jamás volvería a salir de ahí, se formó en su mente. Comenzó a gritar de la impotencia. Gritaba y lloraba como si su juguete favorito se hubiese roto. Era un fuerte grito que salia del fondo de su corazón y que retumbaba en las paredes y techo del pasillo.

-¡Ya voy! ¿Dónde estás?... ¡¡¡AYUDA!!!

Conforme pasaba el tiempo, menos podía soportar ese extraño encierro. Las lágrimas continuaban resbalando por sus mejillas. Y por más que quiso volver a gritar pidiendo ayuda, no pudo. Su garganta estaba seca y le ardía al querer tragar un poco de saliva. Sin aliento, se detuvo de golpe agachándose con las manos puestas en sus rodillas, ya que no podía respirar debido al esfuerzo. Mantuvo esa pose por un rato, resignado.

-¿Dónde estás?- Se preguntó a él mismo en voz baja. En ese preciso momento, al levantar la cabeza, el final del pasillo se manifestó mágicamente ante sí, como si la salida siempre hubiese estado ahí.

Conteniendo su agitada respiración, pudo escuchar el sonido de gritos y risas muy alegres al otro lado de la puerta. Al aproximarse cada vez más, a un paso renovado, se dio cuenta que se trataba de un grupo de niños. Eran sus compañeros de jardín y denotaban un fuerte entusiasmo. Arrojo su pequeño cuerpo contra la puerta doble de madera para abrirla con todas sus fuerzas. Pero súbitamente un agudo timbre estalló y una barrera de calor y una blanca luz cegadora entro del exterior, apoderándose de él, envolviendo todo a su alrededor.

SOÑADORES #PGP2018Donde viven las historias. Descúbrelo ahora