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Continúas ráfagas de viento azotaban la espalda de Daniel. Tenía el cuerpo abrigado por su singular vestidura pero la cara, al estar descubierta, estaba colorada por el frío. Le había comenzado a arder la garganta, lo cual no era solo por sentir ese aire cada vez más gélido a medida que ascendían por la ladera de la montaña, sino por los incontables insultos y maldiciones que le brindo a Bastián, su captor.
Hacia un tiempo que había dejado de forcejear contra ese gigantesco ser. Aunque su mente seguía tratando de encontrar una forma de liberarse, físicamente estaba agotado por el esfuerzo. En ningún momento Bastián había aflojado su agarre y se encontraba en la misma posición que cuando lo atrapó, alzado como si fuera un bebé recién nacido.
Bastián caminaba dando enormes zancadas, pasando por al lado de una estatua tras otra. A pesar de su gran contextura física y peso, se movía con mucha agilidad, dejando marcadas sus enormes huellas en la hierba escarchada. Cada tanto se detenía y levantando su blanca cabeza miraba al cielo. Después de la tercera vez Daniel compendio que no lo hacía para buscar una orientación, sino para descubrir algún cambio en la aurora. La cual permanecía igual de deslumbrante, sin perder brillo o color alguno.
Ya hacía más de una hora que lo llevaba a cuesta y a medida que iban subiendo, la frecuencia con la que se topaban con esos tótems iba bajando. Daniel solo podía verlos por un instante dado que estaba de espalda hacia donde se dirigían. Muchos eran parecidos a Bastián, pero otros tenían una apariencia más animal, como si fueran criaturas de cuentos de fantasía. Lo que sí pudo ver Daniel, era que todos compartían ese aspecto majestuoso, como si se tratarán de caballeros de una antigua orden.
Nuevamente otra parada. Daniel pensó que era para contemplar otra vez el cielo pero cuando giro su cabeza para ver a Bastián, esté estaba mirando al suelo, con un dejo de tristeza en su rostro. Luego de unos segundos, la marcha continúo y Daniel pudo ver qué era lo que había visto. Eran los restos de una de esas esculturas, completamente destruida en cientos de pedazos. Al voltear nuevamente para ver a Bastián, se encontró con una pequeña lágrima que descendía por su mejilla y sus ojos clavados en la montaña, era pura determinación. Daniel sin saber por qué, lo admiró y compartió su tristeza.

—Ya puedes bajarme—. Le pidió Daniel serenamente después de unos minutos.

—¿Intentaras escapar?—. Sin dar señales de detenerse, Bastián le respondió.

—No sé adónde iría. Y la verdad es que no estoy seguro si quiero. No puedo ser más honesto que eso—. Daniel se quedó mirando el curso del arroyo, expectante por la respuesta.

—¿Juras que harás lo que te diga y no nos retrasaras?—. Mientras le preguntaba, se había detenido y agarrado a Daniel con sus dos enormes manos. Lo sostuvo en el aire, colocándolo delante de él, a la altura de su cara y a un metro del suelo.

—Vas a tener que responderme a miles de preguntas si quieres que te prometa eso—. Ambos se miraban a los ojos, los cuales eran idénticos.

—No hay nada en este mundo que no anhelé más que tú confianza. Pero no tenemos tiempo que perder Daniel. Falta muy poco para dejar el santuario. No voy a poder responder a tus preguntas y a la vez protegerte.

—¿Protegerme? ¿A qué te refieres? ¿De qué santuario hablas? ¿Te das cuenta que no logro entender nada de lo que me estás diciendo?—. Daniel volvía a irritarse.

—Lo único que debes comprender ahora, es que esto es real. Estás en este mundo. Tu cuerpo permanece dormido en el tuyo, eso es verdad, pero tu mente no. Fuiste elegido hace mucho tiempo para proteger Onir. Eres un guardián, lo que aquí llamamos, un Soñador. Pero para poder cumplir con tu destino, nuestro destino, primero debemos llegar a los pilares. Es la única forma de que puedas volver.

—Es la segunda vez que me dices eso. Que si no llego a los pilares, no podré volver a mí mundo. ¿Acaso voy a estar atrapado aquí para siempre? ¿Jamás despertaré?

—No Dani, todo lo contrario. Si no llegamos a los pilares... es a Onir al que no podrás regresar. Yo dejare de existir y tú despertaras en tu cama sano y a salvo. Con el tiempo pensarás que tan solo fue un simple sueño. Ni siquiera te acordarás de mí y todo el sacrificio que se hizo para traerte será en vano.

Daniel no estaba preparado para recibir tanta información. No sabía cómo manejarla. No podía articular palabra alguna. Por más que tratara de reaccionar y preguntar algo, su mente permanecía entumecida. Él era tan solo un chico de 16 años, común y corriente. Con una vida por momentos triste y complicada, pero nada fuera de lo normal. Había millones de chicos como él.

—Tenes mucho que procesar, lo sé—. Bastián con su grave vos trataba de traerlo de vuelta, apartarlo del torbellino de pensamientos que lo hostigaban. —Caminemos juntos, tenemos alrededor de una hora de marcha hasta llegar al final de este santuario. Después de eso, tanto tú como yo estaremos expuestos, habrá que estar atentos.

Daniel comenzó a caminar tratando de seguirle el paso a Bastián. Su mente estaba absorta en sus pensamientos y ni siquiera miraba por donde iba, solo se limitaba a pisar sobre las huellas que Bastián iba dejando. El camino se había vuelto cada vez más empinado y grandes rocas empezaban a sobresalir de entre la hierba. Mentalmente repasaba la conversación que habían tenido hace minutos. Bastián había dicho que lo habían elegido, que era un Soñador, un guardián de...

—¿Onir?-. No sé dio cuenta que estaba pensando en vos alta.

—Es el nombre de nuestro mundo- Bastián por más preocupado que estaba por llegar a destino, también le prestaba mucha atención a Daniel y por eso logro escucharlo a pesar del viento, que cada vez soplaba más fuerte.

—¿Quién más vive aquí... en Onir?

—Hace mucho tiempo existían diferentes seres vivos, miles de ellos. Sería imposible enumerarte cada uno de ellos. Me hubiese encanto conocerlos—. Bastián hablaba melancólicamente pero súbitamente adoptó una dura expresión en el rostro. —Lamentablemente ahora, tan solo somos un puñado de especies. Esa es la razón por la que has sido llamado, vivimos en tiempos de guerra. Sé que no soy el indicado para estar diciéndote esto, pero te aseguro que jamás permitiré que algo malo te pase. Yo soy tu protector.

—¿En guerra contra...—. Daniel iba a hacer la pregunta obvia que cualquiera haría en esa situación. Pero en ese momento, con los últimos rayos del sol y por estar mirando hacia abajo, vio su sombra. —¡Tú sombra!—. Dijo Daniel sobresaltado mirando a dónde debería estar la de Bastián. —No está... yo la vi. Me atacó apenas tu apareciste—. Se había olvidado del miedo que había sentido en ese momento y como tuvo que saltar para esquivarla.

—Deseaba que no te dieras cuenta. Faltaba tan poco por oscurecer—. Bastián detuvo su marcha y se dio vuelta para enfrentar a Daniel. —No hay una forma fácil de decirte esto y menos que lo comprendas al instante. Así que no intentare despejar tus dudas. Cuando llegaste a Onir, yo cobre vida. Fui creado para cuidar de ti. Soy tu protector, nacido gracias a tu luz interior—. Bastián parecía más grande de lo habitual, inflado de orgullo al decirle eso a Daniel. —Pero así como yo nací, también otro ser nació, propio de tu oscuridad—. Una corriente de electricidad recorría el cuerpo de Daniel, erizándole la piel, mientras Bastián continuaba. —Dónde hay luz, hay oscuridad... Y los humanos están lejos de ser la excepción. En éste mundo, como el Soñador que eres, conocerás a tu luz y juntos enfrentaremos a tu oscuridad. Es el precio que los Antiguos decidieron pagar por traerlos a ustedes a este mundo—. Bastián miro nuevamente a la aurora, después hacia donde se dirigían y por ultimo volvió a mirar a Daniel. —Lamento no poder ser más específico, pero no tenemos más tiempo. Hemos llegado al final—. Ahora señalaba con su mano a un gran pilar de piedra, el cual Daniel no sabía, pero determinaba el final del Santuario. —El propósito de mi existencia, está por comenzar.




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⏰ Última actualización: Apr 08, 2018 ⏰

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