Capítulo 1 y 2

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Indeleble es una historia vieja, que estaba en el foro de La Madrastra y fue escrita por una fan en el 2006, su nombre era Rosi.

NO ESTÁ TERMINADA, porque la escritora la dejó ahí, pero es tan buena que creo que se merece que por lo menos los 10 capítulos que tiene, los leamos.

REPITO, NO ES MÍA. Pero disfrútenla.

Indeleble

Capítulo Uno y Dos.

Nunca dejes de sonreír, ni siquiera cuando estés triste, porque nunca sabes quién se puede enamorar de tu sonrisa. García Marquéz

Victoria, incrédula, tuvo que volver a fijar su vista al cielo. Sus fascinantes ojos verdes se abrieron como platos y resplandecían por la luz del sol. Igual que su larga cabellera azabache. No podía creer lo que acababa de ver. Si no se hubiera despertado más cuerda que nunca esa mañana, pensaría que era una visión producto de una borrachera la noche anterior de la que no tenía recuerdo alguno. Pero sabía que no era así. Lo que vio era cierto, a menos que se estuviera volviendo loca. Una mujer rubia, de hermosos ojos azules, más o menos de su misma edad, la sacó de su aturdimiento.

L- Listo. ¿Nos vamos? ¿Qué te pasa? -preguntó Laura tratando de encontrar el punto en el cielo que miraba Victoria-

V- Puede que este volviéndome loca, -dijo, en un tono incrédulo- pero acabo de ver mi nombre, seguido de un te conquistaré arrastrado por un avión.

L- ¿Por un avión? -soltó, frunciendo el ceño pero con una expresión burlona- Por favor, Victoria

V- Es verdad. Era un avión de los que llevan anuncios. No tengo idea de donde salió, pero -suspiró, derrotada por no encontrar respuesta-

L- Ay, tamalita, parece que la menopausia te está calando fuerte -dijo, burlándose de su amiga-

V- Cállate. -interrumpió, siguiendo la broma, pero en un tono mas triste- No hables de eso. Mira que es estas últimas semanas ya lo estoy creyendo.

Laura echó una carcajada. Era evidente que no le encontraba nada extraño a la situación. Pero estaba muy divertida.

L- Bueno y quien quita y es un admirador secreto de esos de las películas.

V- Ay, por favor, no seas tonta.

L- Claro, nosotras todavía levantamos aunque sea sospechas.

Las dos echaron a reír. El buen sentido del humor de Laura, siempre aliviaba hasta la pena mas honda de Victoria.

V- Eres increíble. Bueno, vámonos de aquí, que pronto seremos velas derretidas.

Caminaron desde la pequeña placita invadida por los rayos del sol, hasta el estacionamiento donde cada una tenía su respectivo coche. El calor era abrasador y hacía que hasta el más preparado atleta se sintiera agotado.

L- Ahora sí, dime, ¿vas a venir esta noche conmigo? -preguntó, casi en tono de ruego-

Victoria frunció la nariz e hizo un gesto de desaprobación.

V- No creo. -dijo, sin ganas- Tengo cosas que hacer.

Laura puso los ojos en blanco.

L- A ver, ¿Cómo qué? Recoger los desordenes de tus hijos. Ver como crecen las plantas. Por favor, amiga, ya son seis años que has estado en esto. No es justo para ti, ni para la gente. Date una oportunidad.

V- No -dijo, y suspiró- Precisamente por eso. Seis años es demasiado tiempo. Ya estoy totalmente desconectada, llevo una vida normal. Tranquila. No se si quiera volver.

Laura la observó detenidamente. En su rostro se dibujaba una expresión lúgubre. Como si los recuerdos la atraparan con garras de acero. Se sintió conmovida. No era la misma mujer, llena de vida, con que ella compartía. Era otra. Sintió ganas de estrecharla y ponerse a llorar con ella, pero comprendió que si no era fuerte no lograría sacarla de ese agujero.

L- ¿A qué le tienes miedo? -dijo, con cuidado-

Victoria sentía que las lágrimas tocaban las puertas de sus esmeraltados ojos. Pero estaba más desesperada que otra cosa, por no poder salir de aquella situación que no le permitía ser completamente feliz.

V- No lo se. No se si pueda volver. -dijo, tratando de controlar sus emociones-

L- Entonces déjame ayudarte. Si no me das, si no te das la oportunidad -corrigió enseguida- nunca sabrás cuales son tus verdaderos miedos y no podrás vencerlos.

Victoria era incapaz de hablar. Todo lo que su amiga decía era verdad, pero su miedo era más fuerte.

L- Mira, -prosiguió, Laura- vamos a hacer algo, vienes conmigo. No te tienes que quedar todo el tiempo si no quieres. Pero compartes con la gente que te quiere. Estoy segura que en el canal todos estarán deseosos por verte y...

V- Laura, yo -intentó interrumpir, pero fue inútil-

L- No hay peros que valgan. Esta noche vienes conmigo y punto. -esbozó una amplia y decidida sonrisa- Paso por ti a las siete de la noche, mas vale que estés lista.

Victoria observó con tristeza el coche de su amiga hasta que desapareció en la distancia. La cabeza le daba vueltas a mil por hora. Se sentía muy mal. No pensaba ir a esa fiesta y a su amiga le daría un ataque al llegar a su casa y encontrarla indispuesta. ¿Y cuál era el verdadero problema? Quizás Laura tenía razón, ella tenía miedo, un miedo tonto a algo que ni siquiera se atrevía a pensar. Lo mas miedo que le daba era que parecía que el tiempo era capaz de borrar cualquier cosa menos la peligrosa sensación que le daba en la boca del estómago cuando pensaba en él. Cuando se imaginaba qué hubiera pasado si él nunca se hubiera marchado. Y esa misma sensación le había surgido de nuevo, intacta, cuando vio ese mensaje en el cielo: Victoria Ruffo: TE CONQUISTARE. La sensación parecía intocable por el polvo. Indeleble. Y le daba mucho miedo pensar en el verdadero nombre de esa sensación.

Enseguida apartó esos estúpidos pensamientos de su mente. Después de todo habían pasado seis años desde la última vez que lo vio en persona. El mensaje del avión era una mera coincidencia estúpida. Era imposible ser vulnerable. Además él no estaba por aquellos lugares. No había peligro alguno ¿o, sí?

Exhaló una fuerte bocanada de aire. Se subió a su coche, lo puso en marcha y se dirigió a su casa. Ya había tomado su decisión y no iba a cambiar de opinión.
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C- ¿de verdad?... -decía César, pegado al auricular de su teléfono- Que bien sí, muchas gracias otra vez por su servicio. -soltó una sonora carcajada- No, para nada, gracias a usted. Bien. Hasta luego.

Colgó, soltando su última carcajada y moviendo la cabeza con gesto incrédulo. Le dirigió una mirada divertida a su amigo Alex Fuentes, que se había sentado frente a él un minuto antes. Logró escuchar parte de la conversación.

A- ¿Alguna otra señora enamorada perdidamente de ti? -dijo teatralmente, en tono divertido-

C- Me temo que, sí. Y estoy seguro que ésta estaría dispuesta a hacer cualquier cosa por que le dirija la mirada. Y eso me preocupa bastante. -esbozó una sonrisa pícara-

A- Ten cuidado de las personas con quienes haces negocios. Sobre todo mujeres. Si te encuentran ingenuo... en fin, me daría mucha pena encontrarte desnudo y amarrado a algún cabezal de cama extraña. -bromeó, Alex-

Cesar echó una gran carcajada.

C- Gracias. Lo tendré en cuenta.

Cesar se acomodó en su silla, recostándose del espaldar del asiento y uniendo sus manos encima de su vientre.

C- Bueno, ¿y tú? A qué se debe el motivo de tu visita. No te esperaba.

A- Claro, como tú llegas y no le dices nada a nadie. -hizo un gesto incrédulo, en broma- Entonces tengo que venir yo a visitarte a ti. Y pensé que sería mejor si lo hacía de sorpresa para evitar que te escaparas. Como últimamente andas tan alejado.

C- Gracias, por lo que me toca. Pero no crees que debamos saludarnos como se supone.

Cesar se puso de pie, rodeó el escritorio y abrió los brazos para su amigo. Alex hizo lo mismo y se fundieron en un caluroso abrazo. Lleno de alegría y risa.

C- ¿Cómo va tu historia? -dijo, volviendo a sentarse-

A- Creo que bien. Solo me faltan algunos detalles. Aunque para serte sincero, la leo y me parece que aún le falta algo. Algo impactante. -los ojos de Alex brillaban como luceros-

C- ¿Mas?-dijo, con gesto sorprendido-

A- Sí. Y el protagonista necesita una mujer que lo ame. Que lo ame con locura, y él a ella, por su puesto.

¿Y yo? Pensó César.

A- Creo que voy a hacerle varios ajustes.

C- Hum, conociéndote eso va para largo. Pero te advierto, yo quiero ser el primero en leer esa historia.

A- Así será. ¿Y tú? ¿Qué es de tu vida?

C- Todo igual desde la última vez que hablamos.

A- No me vengas con eso. La última vez que hablamos tú estabas en la Habana y ahora estás instalado en México, otra vez.

César se levantó y sirvió dos copas de licor. Le ofreció una a su amigo.

C- ¿No te parece eso información suficiente?

A- Para nada. -dijo, moviendo su copa. Estaba divertido pero a la misma vez intrigado- Quiero saber todos los detalles.

C- ¿Qué quieres saber?

Alex entornó los ojos, reflexionó un instante y finalmente dijo:

A- ¿Fue por ella, verdad? Regresaste por ella.

C- Wow, que imaginación tan grande. Si no fueras escritor, te diría que fueras escritor.
-Cesar rió y suspiró- En parte. En parte fue por ella. -admitió, y puso los ojos en blanco- Bueno, en muy gran parte. -rió en sus adentros- Es decir, tengo proyectos y creo que es hora de volver a la televisión aquí en México y...

Hubo un silencio reflexivo de ambas partes. Luego César esbozó una leve sonrisa.

C- Pero, decididamente, fue por ella. Por Victoria.

A- Lo sabía. -dijo, en tono triunfal- ¿Y, que vas a hacer?

C- No se exactamente, pero tengo un plan.

A- ¿De conquista? -dijo, encarando una de sus frondosas cejas negras-

C- Algo así. -dijo, en tono sereno-

A- No cambias. Sabes que cuentas conmigo. Quien quita y puedo adaptar tu historia con Victoria a la de mi personaje.

C- Ni se te ocurra. -le advirtió- Pero te confieso que no se cómo comenzar. No puedo ir y simplemente plantármele en frente.

A- Ella ha sufrido mucho. Y se retiró de los medios hace mucho tiempo. No he hablado con ella, pero se que no es la misma.

C- Lo se. Y por eso mismo necesito ser cuidadoso.

El rostro de César se tornó pensativo, preocupado.

A- Si te sirve de ayuda, estuve en el canal hace un rato y escuché a Laura Flores decir que iba a convencer a Victoria para que fuera a la fiesta de esta noche. Tengo entendido que son muy amigas.

Algo en el rostro de César se iluminó. Se inclinó hacia el frente.

C- ¿La fiesta de despedida de Don Juan, el director de piso?

A- Sí. Tal vez ella esté allí.

C- Pues no pensaba ir pero, ahora que me dices esto, puede ser una buena oportunidad.
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Te quisiera ver y no puedo, te quisiera tener y no te tengo, lo único que puedo hacer es amarte pero en silencio. Sandurky


Por fin llegó a la puerta de su casa. Soltó una exclamación, seguida de un suspiro. Estaba agotada de tanto pensar. Había estado todo el día de compras y haciendo diligencias. Quería que la fiesta de logros, de la escuela donde trabajaba dando clases de ingés y de teatro, fuera todo un éxito. Sus estudiantes se lo merecían. Esos niños se habían esforzado muchísimo durante el año para afrontar sus problemas familiares y demás, y salir lo mejor posible en la escuela. Y se habían esforzado para robarle un pedazo de su corazón.

El trabajo que hacía la escuela era admirable. Un equipo magnífico de personas con el más grande corazón. Este año tuvo la tarea de organizar la fiesta de fin de año. Y no iba a ser la excepción. Tenía que ser magnífica. Estaba emocionada, al menos eso la entusiasmaba mucho. Durante los dos años y medio que trabajó como primera dama, después de terminar la histórica telenovela, conoció mucha gente que la ayudaba en sus proyectos. Ahora les estaba pidiendo ayuda para esta causa.

La telenovela, definitivamente, cambió su vida. Era preciso ver la primera plana de los periódicos ¡Extra, Extra!, ¡Extra, Extra! La prensa radial y televisiva. El internet. En fin, todo abarrotado con noticias de la novela, sus personajes y los actores que los encarnaban. Y entre ellos, ella. Y él. César.

Cuando terminó, se dedicó de lleno a su familia y a su nuevo trabajo como primera dama. Ella no tenía idea de cómo era, ni qué se hacía. Pero siempre se caracterizó por ser valiente y afrontar todo con la mejor cara y la mejor disposición. Lo que no se imaginó fue que aprendería tantas cosas de la gente, su país y de sí misma. Después de todo fue una experiencia enriquecedora.

De no ser por la extraña sensación que le daba en todo el cuerpo cuando se acordaba del tiempo que pasó al lado de ese hombre, hubiera sido del todo feliz. Cuando pensaba en eso, o lo veía en alguna cosa en la televisión o en el periódico, no podía dejar de sentir una inmensa alegría. Alegría que era su peor pesadilla, por que se sentía la mujer más mala del mundo. Su esposo la amaba y era lo que cualquier mujer podría soñar. Buen padre, buen esposo, buen amigo. Lo tenía todo. Sin embargo, solo podía sentir por él un gran cariño y la protección de un esposo. Lo quería muchísimo, sin duda, pero la sensación en la boca del estómago seguía ahí. Y eso la hacía sentirse ruin.

Entró a su casa y sintió el olor peculiar a su familia. La gente que amaba. Extrañamente estaba todo en calma, como solitario. Pensó que tal vez Nany habría llevado a sus revolucionarios mellizos al parque. En seguida vio a José Eduardo, su hijo mayor, que a sus 19 años ya era casi un hombre independiente, salir de la cocina y acercarse a ella.

JE- Ma, ya llegaste, que bueno. -se acercó y le dio un beso-

V- La virgen te guarde, hijo. ¿Cómo te fue?

JE- Bien. ¿Y a ti? -preguntó, al tiempo que se sentaba en el acolchonado mueble-

V- Bastante bien. De hecho, creo que mejor de lo que pensaba. Logré que las personas con las que hablé me ayudaran. Y estaban todos muy contentos.

JE- Me alegro, mamá. Ya verás que todo va a salir bien.

Victoria le sonrió cálidamente a su hijo. Se sentía tan orgullosa de él. Siempre era tan atento y buen hijo. Sabía que la quería mucho. Y ahora era todo un hombre.

V- Llegaste temprano. ¿Qué pasó?

JE- El profesor llegó al salón y nos dijo que no nos preocupáramos de la última calificación, que él lo resolvía. Que nos fuéramos por que ya no iba a dar más clase. Imagínate lo tristes que nos pusimos. -rió, de su propio sarcasmo-

V- Me imagino. -rió, también- ¿Y tus hermanos?

JE- Están en el cuarto, viendo una película que les traje. -al ver la expresión de amenaza en el rostro de su madre, alzó las manos en gesto que inocencia- Esta vez es apta para niños. Creo que no se han dado cuenta de que llegaste.

V- Ya veo. ¿Pero, donde está Nany?

JE- Se fue cuando llegué. Dijo que tenía que consultar a la mujer que le lee las cartas, por un deyavú. Ya sabes cómo es. -dijo mientras se levantaba de el mueble- Ah, se me olvidaba, hace un rato un mensajero te trajo un sobre.

V- ¿Un sobre? -preguntó, con curiosidad. No esperaba que nadie le enviara nada-

JE- Sí. Dijo que te lo entregara a ti. Está en la mesa del comedor. -señaló con la mano y caminó por el corredor de la casa-

Sin saber por qué, Victoria experimentó un escalofrío por todo el cuerpo. Era como si todas las señales tuvieran una especie de corriente eléctrica que se activaban con su corazón. Desde hacía tiempo no experimentaba algo similar.

Caminó con cautela por el corredor y atravesó la puerta de la cocina. Miró en dirección a la mesa del comedor y vio un sobre blanco. De nuevo el escalofrío. El único pensamiento que amenazaba con invadir su mente, era precisamente, el que ella se prohibía pensar.

Se acercó a la mesa y tomó el sobre en las manos. Lo observó. Decía su nombre timbrado, como cualquier invitación o carta objetiva. No tenía nada extraño. Podía ser de cualquier cosa.

Con manos temblorosas lo abrió poco a poco. Extrajo el papel que había dentro. No podía creer lo que estaba leyendo. Las piernas le fallaron y cayó sentada en la silla del comedor. Se puso la nota en el pecho, la respiración se le agitó. Volvió a elevarla para leerla por quinta vez. Aquellas letras timbradas que decían: No te equivoques. El mensaje del avión era para ti. Y es verdad, te voy a conquistar.
Nada más. No había firma ni evidencia alguna del responsable de aquella locura. Tomó aire y exhaló. No entendía por qué toda aquella broma le afectaba tanto. Y la hacía perder el control de sus emociones. Ni entendía por qué en su mente el único responsable de aquello podía ser... Quizás por que ella así lo deseaba. En el fondo. Se sorprendió con éste tipo de pensamientos que se tenía prohibidos a sí misma.

Retomó el control, se levantó y guardó la nota en el sobre otra vez. Rezó para que José Eduardo no le hiciera preguntas al respecto. No estaba en condiciones de confesar nada y tampoco le gustaba mentir. Pensó en tirar la carta a la basura, pero reflexionó y decidió guardarla en el último cajón de su recámara. Donde nadie la encontrara.

Mas calmada, salió de su cuarto y entró en la salita de estar donde estaban sus mellizos. Los niños estaban embelesados con la película que su hermano les había traído. Ni siquiera advirtieron la presencia de Victoria en el cuarto.

V- ¿Ya no quieren a su madre? -preguntó, apoyando sus puños en su cintura-

Ambos niños al mismo tiempo giraron sus cabecitas. Con una alegría inmensa y la energía propia de una niña y un niño de seis años, se abalanzaron hacia su madre, haciéndola perder el equilibrio. Victoria cayó sentada en el asiento en forma de cojín inmenso que había en el suelo. Si no hubiera estado allí...

Vicky- ¡Mami!!!!! Llegaste!!! -aún abrazaba a su madre por el cuello, le dio un beso-

V- Ayy!!! -riéndo, trataba de incorporarse- Espérense, me van a matar.

Vicky- ¿Dónde estabas? Te extrañamos mucho, ¿verdad, Anuar?

Anu- Síp. -dijo el niño, que ya se había soltado de su madre y estaba atento a la película-

V- Ya te dije, Vicky. Fui a hacer varias diligencias. ¿Y ustedes qué hicieron?

Vicky- Pues, jugamos mucho. -se sentó con la coquetería que la caracterizaba y, mientras hablaba, movía las manos tal y como lo haría una artista con experiencia. Victoria río en sus adentros por la manera de ser, tan auténtica, de su hija- Bueno, Nany nos obligó a hacer las tareas primero. -dijo, disgustada- Pero luego jugamos.

V- ¿Mucho?

Vicky- Sí. Pero Anuar es un flojo, mamá.

V- ¿Qué es eso de flojo?

Anu- O nooooo. -dijo, sin quitar la vista del televisor-

Vicky- Es un flojo, por que le dije que jugáramos al Zorro. Que él fuera el Zorro y yo la novia. Pero no quiso. Se fue a tocar su bobo tambor.

V- Bueno, ya basta. Si tu hermano no quiere jugar tus juegos, déjalo tranquilo. Ya jugará después. Pero no debes decir esas cosas, Vicky.

Vicky frunció en ceño y abrazó más a su madre, apoyando su cabeza en el hombro de Victoria.

V- ¿Qué película es esa?

Anu- Madagascar. La trajo José.

V- ¿Te gusta?

Anu- Uhum.

Victoria observó a su hijo. Desde que aprendieron a hablar, él siempre había sido el más callado y tímido de los dos. De temperamento muy tranquilo, comparado con Vicky, que era un torbellino con piernas. Y no hablaba mucho. Pero después de la muerte de su padre, se comportaba diferente. Retraído, demasiado tímido para su edad. Le costaba aún mas hablar y prácticamente no se relacionaba con otros niños. Ni otras personas. Se tornó muy desconfiado. En repetidas ocasiones Victoria lo veía mirando a lo lejos y para que hablara se necesitaba paciencia.

Victoria lo llevó a varios médicos pero todos coincidían que, aunque podía tener algo que ver con la falta de su padre, era parte de su crecimiento y poco a poco iba a verse normal. Que lo observara, pero que no se preocupara demasiado. Pero ella no se conformaba. Ansiaba ver al Anuar de siempre. El alegre y curioso.

V- Ah. Entonces no los molesto para que puedan ver la película tranquilos. Pero cuando se acabe, quiero que se laven las manos para cenar, ¿está bien?

Vicky- Pero Ma. Quédate a verla con nosotros. -le rogó-

V- Luego la ponen desde el principio y la veo con ustedes. Pero me voy a dar un baño y a hacer un par de cosas, ¿sí?

Vicky- Está bien.- dijo, con voz desanimada- Ni modo.

Vicky se sentó al lado de su hermano de nuevo. Ambos se quedaron tranquilos viendo la película. Victoria salió de la habitación.

Entró a su habitación. Quería darse un baño, ponerse ropa cómoda y hacer nada. Mientras buscaba ropa en sus cajones, entró José Eduardo.

JE- Mamá, disculpa. ¿A qué hora te vas? ¿Ya sabes cómo te vas a vestir?

V- ¿Irme? ¿A dónde? -preguntó, sin comprender- ¿De qué hablas?

JE- Pues, de la fiesta de despedida de Don Juan, el director de piso de Televisa. ¿Te acuerdas?

V- Me acuerdo. -dijo, frunciendo el ceño- Pero no tenía pensado ir. No me digas que tú también vas a insistir con eso. ¿Esto es obra de Laura, verdad?

JE- Cálmate, mamá. -dijo, haciendo un gesto con las manos y a punto de echarse a reír- No, no fue obra de Laura. La pobre siempre paga. De hecho, la que me llamó fue tía Gaby.

V- ¿Te llamó? ¿Gabriela, te llamó? -estaba realmente irritada-

JE- Ma? pero no te pongas así. ¿Qué tiene de malo que me haya llamado?

V- Todo. Por que estoy segura que han armado un complot entre ellas para que, de todas maneras, yo vaya a esa fiesta. -soltó, acomodándose un mechón de pelo que estorbaba en su cara-

JE- No es para tanto. Solo me pidió que te lo acordara. Nada más.

V- ¿Acordarme qué? Si ella sabía que yo no iba a ir. Es que ni siquiera se cómo se enteró. -exhaló un suspiro- Deja que las vea.

JE- Mamá, -dijo, lentamente y con cuidado- ¿no crees que sería bueno que fueras a esa fiesta?

Victoria lo miró a través de sus pestañas.

V- No creo.

JE- Yo opino lo contrario. Mami, tú has estado alejada de tú mundo, de tú gente, de lo que te apasiona, durante mucho tiempo. Has estado trabajando sin cansancio, incluso desde antes de que ocurriera lo de Omar. Y no te has dado tiempo para ti. Yo creo que es hora de que vuelvas.

V- No voy a volver, José. Es una decisión que ya tomé, y punto. La tienen que respetar.

JE- Bueno, pues, no lo tomes como un retorno. Tómalo como una fiesta más. Una oportunidad para despejarte de todo el trabajo que tienes.

Victoria se sentó sobre la cama. Estaba impaciente por salir de aquella situación. Pero se sentía derrotada ante la increíble habilidad de su hijo para adivinar sus pensamientos.

V- Es que, el mero hecho de llegar allí, va a hacer que la gente comience a murmurar.

JE- Me sorprendes. Tú nunca te preocupabas por los murmullos de la gente.

V- Pero ahora sí. Ahora sí, por que soy otra. Por que yo decidí salir de todo eso y dedicarme enteramente a ustedes y a mi trabajo. No quiero que anden murmurando cosas que no son.

José Eduardo puso los ojos en blanco. Se sentó al lado de Victoria y le puso las manos en su regazo, mientras buscaba su mirada. Dijo con suavidad:

JE- Mami, yo se que lo de Omar te afecto, nos afectó a todos, pero no por eso vamos a detener el curso de nuestras vidas. O cambiarlo radicalmente y sin sentido. Tú siempre has sido una mujer muy fuerte y valiente, siempre. Has sido mi ejemplo.

Las lágrimas de Victoria comenzaron a brotar como un manantial de agua pura.

JE- No llores. -continuó- No llores, por que así es. Tú pasaste una depresión y te pusiste bien. Pero jamás has vuelto a ser la misma. Y se, que si te lo propones, puedes serlo. Es que no quieres. Estoy seguro de que hay algo mas envuelto en esto. Si no me lo quieres decir, esta bien, respeto tu decisión. Pero déjenos ayudarte a romper con eso. Yo necesito volver a ver a mi madre. A mí Victoria Ruffo. La que se lanzaba a pelear con un león, si era necesario, para defender lo que era suyo. Yo necesito recuperarte, mamá. Y estoy seguro, que tú también necesitas recuperarte.

Victoria sentía que se iba a desmayar ante las palabras de su hijo. Se abalanzó hacia él y lo abrazó muy fuerte. El muchacho la abrazó y la sintió tan frágil. Sollozaba entre sus brazos.

JE- No temas, mamá. Yo voy a estar contigo siempre, para lo que necesites. Siempre. Pero déjate ayudar. Por favor.

V- Gracias. -dijo, con voz entrecortada por el llanto- Gracias, no sabes qué bien me hacen tus palabras.

José Eduardo le enjugó las lágrimas suavemente y la hizo levantarse con entusiasmo.

JE- Entonces, ¿qué dices? Tienes que ser la mujer más bella de todas en la fiesta.

V- Supongo que, sí. -dijo, tratando de recobrar fuerzas. Rió suavemente- Pero no tengo nada que ponerme.

JE- Deja eso. No te creo. Ve a bañarte que yo te voy a buscar algo con que te veas hermosa. -dijo, tratando de animar a su madre-

V- No se si confiar en eso. -siguiendo la broma-

JE- Ya verás. Me he convertido en un experto en moda femenina. Te sorprenderás. Lo único que en el peinado y maquillaje no soy muy buena recomendación. Pero creo que esa parte tú la haces muy bien. Y no te preocupes por Vicky y Anuar. ¿Qué mejor niñero que yo? Nos divertiremos mucho.

V- Ya quiero ver la casa cuando llegue. -suspiró y pausó- Hijo, tú crees que...

José Eduardo levantó las manos para hacerla callar.

JE- No digas nada. Se que te vas a divertir y que es una buena decisión. -le guiñó un ojo-

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Al cabo de una hora y media estaba montada en el coche de Laura, camino al hotel donde sería la fiesta. Laura, como siempre, llegó a la hora pautada. Muy puntual. La tuvo que esperar unos minutos mientras se terminaba de arreglar y se preparaba mentalmente. Vaciló al último momento, pero ya no le quedaba otra más que ir.

Cuando quedó arreglada, hasta ella misma se sorprendió. José Eduardo le consiguió un traje muy bonito, negro, de pantalón, que le acentuaba la curva de sus caderas. Con una camisa color verde claro que resaltaba sus ojos. Su maquillaje y peinado eran sencillos pero la hacían ver como toda una reina. Se sorprendió viéndose como una actriz.

Al escuchar la noticia de que iba a salir, los niños, pusieron el grito en el cielo. Sobretodo Vicky. Reía para sí al recordar cómo la niña, poniéndose una mano en la cintura y con un gesto de vieja chancluda le decía: "Pero, ¿vas a volver a salir?" Esa niña estaba demasiado avispada, pensó. Pero luego entendieron y se quedaron tranquilos, sobretodo con las promesas de José Eduardo. A ver cuantas cumplía.

Y ahora estaba de camino a ese hotel. A encontrarse con sus viejos compañeros. Con los que compartió tantos gratos momentos y a los que había considerado no volver a ver. Iba al encuentro con su pasado. Pasado que iba mezclado de culpa. Al menos él no estaría allí. No sabía cual sería su reacción si lo volvía a ver en persona. Cerró sus ojos y recordó su aroma masculina y se estremeció. Pero más por lo absurdos de sus pensamientos.

A medida que se acercaban al lugar sus nervios incrementaban. No comprendía por qué, desde que le mencionaron esa fiesta, los nervios se apoderaron de ella. Era como un presentimiento, un mal presagio. Pero ya era tarde, no debía pensar en eso ahora. Intentó relajarse durante la otra parte del trayecto.

Cuando llegaron a la entrada del hotel, le vinieron muchos recuerdos a la mente. Casi todas las fiestas relacionadas con Televisa se hacían allí. Y hacía tanto tiempo que no lo pisaba. Cuando se descubrió pensando, cada vez más, en aquel hombre, decidió trabajar sin cansancio. Horas y horas entretenida para no tener que pensar en otra cosa. Y estaba haciendo todo muy bien, hasta que ocurrió la desgracia. Ese terrible accidente, en el que el avión en el que iba su esposo, por un desperfecto, se cayó al mar. Ni siquiera encontraron los cuerpos de los tripulantes. En ese momento la vida le dio un giro de 360 grados. Se derrumbó, no supo qué hacer, cómo reaccionar, como darle la noticia a sus hijos. Se sintió más culpable por muchas cosas. Entre ellas, por que sabía que antes de irse, su esposo, había notado su extraño comportamiento, y no pudieron aclararlo. El no regresó nunca más. Se hundió en una profunda depresión. Su madre se hizo cargo de los gemelos mientras tanto. Con la ayuda de su familia y amigos pudo salir adelante mas rápido de lo que se esperaba. Al cabo de nueve meses se recuperó bastante bien y estaba volviendo poco a poco a su vida normal. Aún con miedos.

No quiso volver a la televisión, ni nada relacionado con los medios. Y todavía no lo tenía en mente. Ya habían pasado poco más de dos años desde que salió de la depresión, trabajaba y tenía una vida normal y tranquila. Por ahora.

Cruzaron el vestidor y un muchacho les indicó donde sería la recepción. Victoria contó hasta diez, en su mente, antes de entrar por la puerta ancha.

Allí estaban todos. O por lo menos, la mayoría de los actores, técnicos, libretistas, escritores, productores, en fin toda la familia de Televisa. Era un salón muy amplio, las mesas estaban decoradas con velas y flores. La música era agradable y el ambiente se notaba animado y alegre.

Los que alcanzaron a ver a Victoria cuando llegó, se mostraron sorprendidos pero muy contentos de que estuviera allí.

L- Ya ves. Ya diste el primer paso y no fue tan desastroso. -dijo, Laura, tratando de animarla- Ven, vamos a saludar al homenajeado.

Saludaron a Don Juan, quien le dio un fuerte abrazo a Victoria. Siempre había sido como un padre protector para todos. Por eso lo querían tanto. Le dijo que estaba preciosa y que le daba mucho gusto verla por allí otra vez. Y le daba mucha pena por ya no continuar trabajando con ella. A Victoria se le hizo un nudo en la garganta. Como era posible que todos, excepto ella, le vieran el lado bueno a todo esto y la trataran como si el tiempo no hubiera pasado. Ese era su lugar.

Intercambiaron unas cuantas palabras más y se alejaron de nuevo. Fueron al coctel a tomar una copa e intercambiaron saludos con antiguos amigos. Eduardo Capetillo, Sabine Moussier, Ana Martin, Andrea Lagarreta y otros mas. Entablaron conversaciones muy amenas. Nadie mencionó nada sobre el pasado, ni del fallecimiento de su esposo, ni cuestionaron su alejamiento de los medios. Y mejor así. No quería que le tuvieran lástima, y mucho menos meterse en una conversación difícil en aquel lugar. Aunque, sí, manifestaban que querían que ella volviera a trabajar con ellos. Que hacía falta.

En medio de las conversaciones, Victoria giraba su cabeza, de vez en cuando, buscando el rostro que faltaba. Pero se sorprendía haciéndolo y volvía su cara.

Se estaba divirtiendo más de lo que pensó. Y estaba relajada. En un momento se vio sola, pues la gente que tenía alrededor se había disculpado y alejado por diferentes razones.

Entonces su tranquilidad se desvaneció. Un fuerte escalofrío seguido por una amenazante punzada en el corazón la invadió, estremeciéndola por completo. Todo por la aturdidora, grave, y extremadamente viril voz que escuchó.

C- Hola. Creo que ya he saludado a todos menos a ti.

Estaba muy cerca. En su nuca sintió la caliente respiración de aquel hombre. Aquel inconfundible hombre. Que todos sus sentidos se confabulaban para hacer que su único y más grande deseo fuera por él. Cerró los ojos incrédula, tenía que ser un sueño. Debía ser un sueño. Pero al abrirlos estaba en el mismo lugar, con la misma gente, y ahora le temblaban las piernas. Todo el cuerpo. Sintió que iba a caer al suelo.

Se fue girando lentamente. Preparándose para lo que vería. Y allí estaba, inconfundible, tal como ella lo imaginaba. Tal como ella lo necesitaba. Con mirada dragónica. Con esos únicos ojos que la podían hacer delirar. La miraba profunda y cautelosamente. Casi podía ver a través de sus ojos. Ella sintió una sensación de deseo que no alcanzó a descifrar bien. Incapaz de hablar, por la cercanía entre ambos, se mantuvo mirándolo, en silencio. Se olvido del mundo y del resto de la gente. Entonces, lo vio sonreír encantadoramente.

C- ¿Qué pasa? ¿No me piensas saludar?

Indeleble. #VyCWhere stories live. Discover now