Valentina

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—... Entonces, queda decidido: la portada para el equipo de fútbol, los tres reportajes, la entrevista al profesor de Educación Física y las composiciones de los de primero de la ESO como cierre. ¿Alguna pregunta?

Rodrigo paseó la vista por los rostros de las personas congregadas en la sala, que le devolvieron la mirada sin decir nada. Al cabo, alguien levantó la mano.

—Dinos.

—Sí. —El chico que había levantado la mano, alto y de mirada despierta, esbozó una sonrisa burlona—. ¿Qué hay del reportaje sobre "la brisa justiciera"? ¿No lo vamos a publicar?

—Ese, uhm... ¿Cuál era ese...?

—Pues claro que no, hombre —se le adelantó Salima—. Esa idea se quedó en el tintero; ni siquiera está escrita. Además, no podemos publicar esa clase de contenido.

—¿Y por qué no? —cuestionó el chico, como si no lo hubieran hablado ya otras veces. Hubo una especie de suspiro colectivo por parte del resto del equipo de redacción.

—Muy sencillo —contestó Salima—: es un asunto de la calle, no del instituto. Está fuera de nuestra jurisdicción.

—Bueno, "fuera de nuestra jurisdicción"... Tampoco somos policías, ¿sabes?

—¿Lo está? —intervino Rodrigo, desubicado.

Salima lo miró como si le hubiera preguntado una obviedad.

—Pues claro que sí, jefe. Después de todo, si hay una "heroína misteriosa" ahí fuera que ayuda a la gente en apuros y no deja tras de sí más que una corriente de aire de origen inexplicable...

—Además, seguramente no sean más que rumores —aportó una chica—. No nos podemos basar en ese tipo de información, ya sea del centro o de fuera.

—También es verdad —concordó otro chico.

Discutieron la idea durante unos minutos, cada quien a favor o en contra de la propuesta. El director del periódico zanjó la cuestión:

—La fecha límite es dentro de una semana, así que no incluiremos el reportaje de la... "brisa justiciera" —dictaminó Rodrigo con firmeza—. Si después alguien insiste en que quiere investigar el tema más a fondo, que lo hable con Diego para reservarle un hueco en el próximo número. ¿Objeciones?

Alguno abrió la boca para contestar, pero al final nadie dijo nada. Rodrigo dio una palmada.

—Bueno, pues eso es todo por hoy. Nos vemos el lunes para empezar con el montaje, ¿de acuerdo?

—Valee —corearon todos, incluido el chico que había hecho la propuesta, que parecía satisfecho con que su idea al menos fuera a ser tenida en cuenta.

Unos minutos después, todos los miembros del equipo del periódico Voces, salvo Salima y Rodrigo, que se retrasaron con la excusa de ordenar un poco el material, se habían marchado para volver a casa. Cuando los dos amigos se quedaron solos, y habiéndose asegurado de que no había nadie cerca que los pudiese oír, Salima se apartó de la mesa en la que estaba apoyada y puso los brazos en jarras.

—¿Se puede saber en qué estabas pensando?

Rodrigo, sumido en sus pensamientos, tardó en darse cuenta de que se estaba dirigiendo a él.

—¿Eh? Ah, pues... no sé...

—No recuerdas cuál es el reportaje sobre la "brisa justiciera" cuando eres perfectamente consciente de que la tienes delante de tus narices, en persona... —Suspiró—. Últimamente estás en las nubes, ¿sabes?

Cuando te veaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora