5. Sincronía

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-¿Me das más?

-Sírvete tú.

-Estoy enfermo. –se queja y lo ve ponerse de pie, le entrega el plato vacío de arroz con esperanza de ese tipo de cuidados que uno recibe cuando está con fiebre pero lo ve quitárselo de su camino y tocar su mejilla. Enrojece en seguida al imaginar qué es lo que piensa y notar el contacto de su piel con la tersa mano contraria.

-Un poco, supongo. Nada que te impida levantarte y servirte. –se vuelve a sentar y mirar hacia la nada. Luego de unos segundos en los que el rubio parece mejor rascar en sus residuos, le presta atención. -¿Qué piensas?

-... ¿Sentiste mis cicatrices?

Joder.

Ya empezó con sus pensamientos e ideas extrañas, piensa Sasuke mientras endereza la espalda y lo mira fijamente. ¿Desde cuándo Naruto puede reflexionar tanto?

-Me refiero a las de mis mejillas. –las apunta.

-¿Complejo?

-No, me gustan. Bueno... hace ya mucho que superé eso de odiar mi cuerpo.

-Te gustan tus marcas...

-Sí. –asiente incluso y baja las manos hasta sus piernas, las limpia por el sudor que ya está creando por el miedo a un rechazo. –Y me pregunto... ¿te gustan a ti?

Lo toma por sorpresa esa pregunta.

Naruto ama esa expresión que hace: mirando inocentemente hacia él y luego hacia el techo, apuntando ligeramente hacia la derecha, se ve infantil, se ve libre. Le gusta. Porque esa mano sosteniendo su mentón es agradable, parece una escultura, una pintura que ameniza un lugar. Sasuke podría ser una preciosa y lujosa obra de arte.

Está pensando.

-Si no te gustan, está bien. –Se apresura a cambiar la atmósfera.

-Es la primera vez que las toco. –suelta. –Y la verdad es que no le puse atención al contacto. Solo quería ver tu temperatura.

-Pues... están disponible veinticuatro siete. –intenta sonreír, sus pies se columpian bajo el comedorcillo. Sasuke no contesta nada, lo mira con algo de curiosidad. -¿Qué ha...? –detiene la pregunta cuando lo ve estirar sus brazos pálidos hacia él sin mucho esfuerzo por alcanzarlo, sabiendo que responderá en seguida: con acelerada emoción se sube a la mesa para acercarse a esas manos y posa su rostro entre ellas.

Las manos de Sasuke son tibias, casi frías.

Cierra los ojos. Será la fiebre o el cariño que le tiene, pero está flotando.

Sus pulgares se arrastran lentamente en esas tres líneas como si fueran cuerdas de guitarra, Naruto puede escuchar la música, se mece en olas tibias de agua salada.

-¡Naruto!

Abre los ojos.

-¿Te dormiste? –le dice aun sosteniendo su cabeza con sus manos.

-... Lo siento. –se arrastra hasta su silla y quiere tocarse el rostro pero sería profanar el contacto, la memoria de esas manos. No debe hacerlo.

-No te enfermes, Naruto. –vuelve a su expresión de aburrimiento. –Llevo apenas tres días aquí ¿y ya voy a empezar a saquear farmacias?

Bueno, Sasuke no es un pastel.

Pero igual es delicioso.

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