10 PM.

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DICIEMBRE 24, del 2023.

10 PM

...


—Y tú, ¿qué es lo que tienes que contar?

Marinette se encogió de hombros. Vaya que sí tenía mucho que contar, sólo que no sabía cómo empezar. No sabía si sería correcto hablar de esos temas con alguien que había tratado de suicidarse, fuera de juego o no.

—Supongo que no se compara con lo tuyo— dijo, mientras escondía la mitad del rostro en la afelpada bufanda que Jagged le había conseguido. Los dos habían salido del elevador con cara de haber visto un muerto y enseguida el personal de la disquera los había atendido con honores. Estaban hablando en la parte VIP del salón, Marinette casi podía sentir las miradas rabiosas de los otros pasantes, a excepción de Nino, que levantaba los pulgares con orgullo desde la consola del DJ.

– Creo que hay mucho que debo de hacer.

—¿Cómo qué?

—Como cortar con mi novio.

—Irónico. No creo que haya tutoriales sobre eso. —La diseñadora se ruborizó, lo que no era novedad. Jagged se tomó de un solo trago el tarro de café que había ordenado. — ¿Qué hizo aquel miserable como para que tú, Santa Marinette, decidiera cortar con él?

—No es tan fácil... Porque no hay tal cual una razón en específico. Son cosas que se han acumulado a lo largo de los años.

—Venga, entonces cuéntalo.

— ¿Qué?

—Que lo digas, te escucho. Luego volveré yo a torturarte con mis problemas, pero es tu turno. No puedo hablar tanto, porque debo de cantar en un par de horas.

—Bien— Marinette se rascó la barbilla, nunca le había contado a nadie lo que realmente pasaba. Tal vez tenía que dejar de pensar tanto las cosas y hacerlas. — Supongo que debo empezar por el detonante. Él siempre fue el chico perfecto, ¿sabes? Esa clase de chico que (literalmente) sólo puedes ver en las revistas y que tiene dinero y pretendientes suficientes como para limpiarse el trasero con ello. Por azares del destino, terminó en mi clase, y ya te imaginarás lo que pasó después...

—Te enamoraste del típico patán y badboy, pero lograste cambiarlo para que fuera mejor persona, ese cuento ya me lo sé.

—Pues no, porque él no era así. Para mi sorpresa, todo eso que pude haber pensado de él era mentira. Demostró tener corazón, pese a toda la basura de su vida, seguía siendo amable y educado. Gentil. Creo que eso fue lo que me enamoró de él: Su bondad y honestidad, no tenía miedo de defender su opinión o proteger a los que quería. No, él se hacía oír con su propia presencia, no necesitaba del apellido de su padre, abrió un camino él solo y continuó con lo que amaba. Aprendió muchas cosas, sabe hablar mandarín, tocar el teclado, practicar esgrima, cada cosa nueva que se conocía era una sorpresa que lograba impresionar hasta el más diestro en la materia. Era atlético, culto, su voluntad era de acero.

>> Fueron muchas cosas más allá de que fuera guapo o no, o puede que fuera una niña ingenua que era fácil de impresionar. El punto es, que aquella brillante envoltura se fue deteriorando con el paso de los años. No hablo de lo externo, porque sigue siendo igual de atractivo que de joven, puede que incluso más. El deterioro es interno, parece estar a punto de romperse. Aquella bondad se está desmoronando a pedazos y el amargo recuerdo de sus padres no hace más que arruinarle el día. Su madre desapareció poco antes de que entrara al instituto, pero nunca pareció afectarle tanto como ahora. Es su padre quien ha tomado el control, luego de tantos intentos, de la vida de su hijo. El muchacho del que yo me enamoré ya no es el mismo. Comprendo perfectamente que las personas cambian, pero hay cambios cuya línea no vale la pena cruzar.

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