𝙽𝚒𝚎𝚟𝚎 𝙽𝚎𝚐𝚛𝚊

III

Krilin una vez le dijo al joven medio saiyajin que las mujeres eran complicadas. Desde Bulma hasta su madre, y desde su madre hasta su futura esposa. A sus 12 años, Gohan no pensaba aún en conseguirse una esposa, y para variar, rogaba porque no fuese tan estricta como su madre.

Él amaba a su madre, pero no quería a una mujer como ella a su lado. Pues a diferencia de lo que todos a su alrededor pensaban, aunque Gohan poseía una paciencia de monje, él no era la perita en dulce que todos creían que era, o al menos no todo el tiempo. Y lamentablemente ahora mismo él sentía su cabeza como una olla de presión a punto de explotar.

Podría ser el híbrido (humano/saiyajin) más fuerte, aún más que el propio Trunks que llegó desde el futuro para evitar la gran catástrofe que acabaría por quitarle todo, incluso la vida. También podría ser el niño más inteligente que haya por toda la Montaña Paoz y por sus alrededores. El más vivaz y astuto.

Todo bien. Cada quien era libre de creer lo que quería.

El caso es que Gohan sólo se sentía como un cobarde.

Todo el tiempo siguiendo a los demás, jamás actuando por su propia cuenta y siempre mirando por sus seres amados. Olvidándose de sí mismo y de lo que realmente le apasionaba.

Para más inri Gohan no sabía exactamente qué le apasionaba y eso lo confundía y después lo irritaba.

Él estaba obligado por su padre a luchar, y aunque su sangre guerrera lo alentase a continuar no era precisamente su meta de vida convertirse en un poderoso peleador como su padre, el señor Piccolo o Vegeta. El deseo de no decepcionar a nadie y de mantener su ritmo como su progenitor lo esperaba estaba consumiéndolo.

Y por otro lado (de igual manera) estaba sumamente presionado por su madre para estudiar, estudiar y estudiar. Tampoco es como si estudiar le molestase, a Gohan de hecho le gustaba llenar su cabeza de conocimientos. Civilizaciones antiguas, geografía y ciencia. Esos y muchos temas eran los que él devoraba en libros día a día como desayuno, comida y cena.

Pero al igual que las batallas, los libros tampoco lo hacían sentirse pleno por mucho tiempo. Gohan no quería admitirlo, pero se sentía frustrado por saber que se sentía atascado en un hueco oscuro en el cual corría en círculos buscando una salida que no existía.

A pesar de su corta edad, Gohan también tiene derecho a soñar, ¿verdad? Después de todo, él era un niño y de cierto modo sentía curiosidad por saber cómo sería convivir con otros de su edad.

No es como si con todos sus amigos no se divirtiese, o se sintiera dichoso por tenerlos consigo. Sin embargo ese lado tan seco de experiencia y emoción que le gritaba a Gohan porque consiguiese al menos a un amigo que le hablase, sin batallas ni de libros de por medio, estaba cada vez más y más inquiero. Él deseaba hablar de otras cosas (lo que fuese) que no sean enemigos locos o inventores reconocidos.

Aquel lado suyo que le rogaba por un poco de paz en su vida estaba empezando a ganar terreno en su cabeza. Y cada vez se hacía más y más ruidoso.