Hay mucho mullicio, papá llegó tarde otra vez y esta vez no había podido pasar desapercibido. Ella siempre parece preocupada por él, sin embargo cada vez que lo vé le grita hasta que se queda sin aliento.
Así era su relación, o eso quería creer, pero cada vez pasaba más seguido y no podía evitar tener más y más miedo conforme se hacía más grave. Era una noche de aquellas mamá abandonó la casa y más no supe de ella.
Las tardes y noches eran ahora sin vida, silenciosas y solitarias, papá trabajaba mucho y siempre volvía con un olor demasiado acentuado, hablando raro y tambaleandose de un lado al otro, siempre en la mañana me decía que me escondiera en mi cuarto y cerrara la puerta si en la noche llegaba así, y por más que gritara que le abriera no lo hiciera bajo ninguna circunstancia, no importaba qué tan fuerte gritara y pateara la puerta.
Un día aquello no sirvió, la puerta cedió y con él un papá que no reconocía entró, con miedo corri a la ventana y corrí tan lejos como pude. Corrí, hasta perderme por completo en la oscuridad de la noche y el laberinto de la ciudad, realmente no sabía donde estaba y completamente cansado caí dormido antes de darme cuenta.
-¡Despierta!
Me decía una voz chillona, sacudiendo mi brazo de rato en rato hasta que finalmente logré hacerle caso, y vi a una niñita lo bastante pequeña para parecer de mi edad, ella se puso de cuclillas a mi lado y sonrió.
-¡Viva! Estas vivo ...
Tomó mi brazo para ayudarme a levantar, el cuerpo me dolía y al frotar las partes afectadas note que estaban muy frías, como el cemento sobre el que había despertado...
La niña de mejillas algo quemadas por el sol, un par de trenzas algo sucias y un vestidito que parecía estar algo viejo me dió una cajita de chicles, la miré extrañado sin entender, y antes de siquiera preguntar ella me explicó.
- Bien que has llegado, me sentía muy solita y tenía una cajita más.
Tomó mi mano para llevarme a la calle, espero a que el semáforo estuviera en rojo para que los autos pararan y me dijo que fuera caminando hasta que estuviera en verde, en ese momento tenía que irme a la acera.
Como no sabía de que trataba me negué, ella pegó mi cabeza haciendo una mueca de fastidio.
-Por lo menos un poco listo me hubieras salido... ¡Tonto!
Me sacó la lengua y fue a hacer lo que me había indicado con su propia caja de chicles, iba de aquí para allá ofreciendolos a los conductores de los carros, al cabo de un momento el semáforo cambió a verde y corrió a la acera como me había indicado, mostrándome todas las monedas que le habían dado.
-Esto es lo importante, con esto podemos comprar comida... y ahora que eres uno de los míos... Si quieres comida rica, esto es lo que se pide a cambio.
Miré un momento las monedas y luego a la niña, quería tomar una para verla pero ella apartó las manos.
-No niño listo, estas son mías, si quieres las tuyas debes ir a pedir que te compren chicle.
Se puso de pie, el semáforo estaba en rojo y nuevamente volvió a hacer lo mismo, por mi parte mi estómago se estrujaba tanto que no importaba qué tonto se viera, empecé a vender los chicles con ella todo el día.
Nuevamente se hizo de noche, mi cajita estaba vacía y empezamos a caminar por las calles que ahora estaban menos transitadas tanto como por personas como por autos.
-Mañana compraremos más, realmente das mucha suerte y pudimos vender todo muy rápido.
Dijo con una sonrisa amplia tomando mi mano y haciendo que la siguiera, no había hablado mucho con ella, pero actuaba de manera tan amistosa como si me conociera de toda la vida.
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Historias cortas de miedo
Misterio / Suspensoen primera persona son historias de pocas letras y un sólo capítulo, algunas relaciondas con otras quizá por la estrecha relación que guarda en su perspectiva.