Historias cortas de miedo

Vuelve...

-Huele a quemado..

Era lo que el  pequeño siempre decía cada día al despertar, lo había notado no hace mucho. Aquel olor que lastimaba sus pequeñas fosas nasales y le hacían poner una cara de asco al sentir tan despreciable hedor.

Y es que por más que caminar a fuera, fuera a un cine o al parque el olor no se iba. Permanecía allí acosándolo  y sin darle un respiro de aire fresco.

La madre sólo reía ante lo que el pequeño decía, no le tomaba importancia a lo que su hijo le reclamaba, ya que era imposible que el olor a quemado fuera a todo lado, y peor aún si en la ciudad no había habido un incendio en mucho tiempo.

Cada vez lo molestaba el niño que al final decidió llevarlo a revisar con el médico a cargo de esa especialidad.

El día de la cita llegó, ambos fueron a tiempo y el pequeño fue revisado, demostrando así que no tenía nada mal. Más sin embargo el olor seguía allí.

La madre decidió entonces que ello se debía a su imaginación, y ordenó que no se hablara más del tema.

Aún así el niño trataba de entender de dónde venía el aroma, pero según su nariz era de todos lados, todo desprendía aquello y estaba desesperado.

Quizá su padre si lo entendería, quizá él le diría qué era ese extraño aroma y lo sentiría con él, y juntos así llegarían a saber qué era.

Tanta fué  su esperanza en su padre que se dispuso a esperarlo con toda la paciencia del mundo. Pero tanto el tiempo que pronto aprendió a ignorar el olor que lo molestaba para así vivir una vida plena. De todos modos Chernovil era un lugar bellísimo para disfrutar, aunque esperaba con ansias que su padre volviera de su viaje de trabajo... algo que nunca pasó, pues estaba demasiado ocupado llorando a su familia quienes estaban presentes es ese fatídico día donde el reactor de la ciudad explotó.