Tan sólo soy... yo

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Volví a mirar hacia aquella mirada que enfurecía con la mirada con tan sólo verla a los ojos.

Sus gafas hacían notorias el enfado de encontrarse ahí en frente de todos nosotros haciéndonos sufrir cada vez que desobedeciéramos algún tipo de regla.

Sentí cómo respiraba con algo de dificultad debido a el estar encerrados sin clima y sin ni una pizca de aire que soplara cerca de nosotros.

Volví la mirada hacia mi hoja de respuestas y la levanté sin poder levantar mi rostro.

Se escuchaban los pasos firmes y exactos hacia donde yo me encontraba, así que no era algo muy cómodo para presenciar; tomó mi hoja al llegar hacia mí y comenzó a leerla en silencio. En realidad, no se escuchaba ni el más ligero sonido por la habitación, todos nos encontrábamos en silencio y lo único que se escuchaba era el "tic-tac" del reloj.

Se retiró entonces.

Me quedé un momento más en la misma posición ansiando que esto no acabara... No quería que acabara.. Volver a casa, es, como digo ahora, volver al infierno, donde sabía lo que me esperaba. Aun afuera del instituto antes de irme. Traté de contener la respiración para asimilar lo que había hecho... No era algo que yo quería, si no que en realidad necesitaba, pero..Aun existe esa duda que me consume, y es...

-Salgan.- Espetó ésta mujer con todos los exámenes en las manos ordenándolos por nuestro código reglamentario.

Claro... Es la hora de la salida, es decir que... Oh, vaya... Preferiría quedarme haciendo las planas que alguna vez me tocó hacer hasta la mañana siguiente.

Tomé mi mochila y caminé hacia el primer piso de tres.

Yo no tengo amigos.. No tengo compañeros y no tengo familia... Pero no puedo decir que estoy sola.

Al llegar, cedí mi mochila a esa mano con un guante blanco puesto. Cerré los ojos y suspiré para decir:

-Podemos irnos.- Ordené.

Sentí como sonrió.

-Sí... Mi ama.- Contestó éste.

Yo iba al frente caminando hacia aquél objeto que transportaba.... Era siglo XXI, pero yo sabía bien que aun poseía la nobleza de mis antepasados: Los Phantomhive.

Al llegar, éste abrió la puerta y entré. En pocos segundos, él entró también.

-Su jornada ha terminado aquí joven ama... ¿Quiere hacer algo en especial?- Me preguntó al encender el motor.

Aun no abría los ojos.

-Sólo conduce de vuelta a casa.- Le contesté.

-Como ordene.- Me dijo conduciendo hacia donde yo le había mandado.

¿Cómo fue que me involucré en esto? Lo continúo recordando, más para mí no es más que una simple cuestión de negocios, venganza, rencor pero... Después de todo.... Yo tan sólo soy..

Una simple humana.

Llegamos muy deprisa a casa, donde ya mis demás sirvientes debieron haber preparado la cena para esta noche... No recibiríamos a nadie, mas a mi me gusta que todo esté en su lugar tal y como mis padres me inculcaron.

Toqué el collar que pasó desde que mi tatarabuelo se había sentado en la misma silla donde yo me siento ahora... Pues soy la última descendiente.

Bajamos entonces del auto.

-¿Dónde querrá cenar, joven ama?- Me preguntó.

-Ya sabes que me gusta cenar en el comedor... Coloca las decoraciones que te he pedido desde siempre.- Le dije entrando a la casa y dirigiéndome hacia mi habitación.

Escuché el "Sí".

Al llegar, decidí cambiarme, pero...

-Sebastian.- Dije.

En ese momento, escuché por consiguiente su voz.

-Dígame, mi joven ama.- Mencionó haciendo una reverencia.

-Debo cambiarme de atuendo..- Ordené.

Éste se desplazó rápidamente hacia mí.

-Por su puesto...- Mencionó acercándose rápidamente hacia mi y se colocó detrás mío.
Mi corazón palpitaba rápido, pero nunca habían hecho algo así conmigo.. A pesar de ya vivir 3 años seguidos junto a él.
Bajó el cierre de mi falda y después la deslizó haciendo que cayera en el suelo. La levantó y la dejó a un costado.
Se giró nuevamente a mi y sonrió.
-Ten cuidado al quitarme la blusa, Sebastian... -Ordené.
-No se preocupe, estoy consiente de eso- me dijo cuando yo alcé las manos y la retiró de inmediato.
La colocó doblada junto a la falta.
Quedé ese tiempo casi desnuda usando sólo mi ropa interior.
Me dio un escalofrío.
Sebastian se desplazó hacia mi ropero y sacó mi vestido rojo con amarillo.
Bajó el cierre y me ayudó a ponérmelo.
-¿Se le ofrece algo más?- Me preguntó.
Le enseñé mis pies.
-Los zapatos, Sebastian- Ordenó.
Asintió:-En seguida.
En un minuto trajo los zapatos y me los colocó.
Después se enderezó.
-Está todo en orden. Podemos bajar- Aseguró.
Lo miré.
-De acuerdo... Vamos.- Señalé.
Caminamos hacia la planta baja y me senté en la cabeza de la gran mesa del gran comedor.
Devoraba mis alimentos con la tal refinación que portaba.
-Sebastian...- Lo llamé.
Se colocó al lado derecho mío.
-¿Sí, joven ama?- me preguntó.
-Estoy llena. Eso es todo lo que comeré por hoy- Le dije.
Éste asintió.
-Muy bien.- Respondió retirando mi plato.

Me encontraba ya en mi habitación. Sebastián me había cambiado para mi ropa de dormir. Corta de algodón.
Me había acomodado ya en mi cama con el libro en manos.
-Su hora de dormir ya ha pasado..- Mencionó tomando mi libro.
-¡Oye! Iba a leer..
-Es mi deber como mayordomo... No puedo permitir que caiga en vela- Me dijo.
Asentí.
Sebastian se acercó hacia la puerta aún con el candelabro en manos.
-Sebastian...- pronuncié. Se detuvo para escucharme- Ahora que estoy libre del instituto.. ¿Seguirás dándome clases tú?- le pregunté.
Éste sin girar me contestó justo lo que yo quería escuchar.
-Por su puesto, después de todo... Yo soy un simple mayordomo.

Tan sólo soy... yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora