Tan sólo soy... De la Realeza

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Aún podía escuchar los gritos tan desesperados de esas personas que alguna vez tuvieron en su vida algo de amortaje felicidad rodeándolas.... Lo sé, yo estuve ahí.
La manera de poder escuchar y sentir lo que se sentía era muy penetrable, casi irresistible.. Pero claro, ¿Qué se puede esperar de un maltrato por generaciones?

Me desperté rápidamente de golpe; había sido una memoria; coloqué mi mano en el pecho y al colocar mi mano en mi pecho comprobé que mi corazón estaba agitado.
Suspiré hondo y traté de tranquilizarme. Me percaté que Sebastian ya estaba ahí.
-Sebastian..- Dije.
-Buenos días joven ama. ¿Cómo amaneció?- me preguntó acomodando el desayuno en la bandeja de plata.
No podía mentirle, pero no era necesario.
-Tuve un sueño muy extraño..- Fue lo que contesté.
-¿Un sueño?- Repitió.
Dejó la charola en mis piernas. Estaban cubiertas por las sábanas de mi cama. Muy acogedor por cierto.
-Así es... Pero no me interesa más, tengo ese tipo de sueños seguido- Mencioné tomando la taza de té para beber.
-¿Seguido, my lady?- me preguntó; dejé la taza de té.
Lo miré.
-No importa ya. Puedes retirarte. Cuando haya terminado te llamaré.. Quiero estar sola- Le ordené.
Hizo una reverencia antes de irse diciendo:
-Sí, my lady- Y caminó hacia la puerta..
Dirigía mis alimentos mientras pensaba en la sonrisa que alguna vez miré... Esa sonrisa que hacía todo de mi mejor.
-Shinigami...- Susurré.

FLASHBACK
Mi regalo se encontraba en frente de mi. Una gran sonrisa se plasmó en mi rostro.
Tomé la cinta y tiré de ella.
Mis ojos se iluminaron y sentía que todo estaba cada vez más especial, y eso que habíamos comenzado la mañana.
-Me alegro que te guste...- susurró una voz desde la esquina.
Sonreía extasiada de felicidad.
-¡Muchas gracias!- Exclamé corriendo hacia el y abrazándolo fuertemente, más este no sentía no la más mínima pizca de dolor. Sonrió.
-Me alegro que te guste.. Es justo lo que deseabas, ¿no es así?- me preguntó, aunque ya sabía la respuesta.
-Así es- dije sin soltarlo.
Me cargó entonces y caminó llevándome hacia mi cama nuevamente, donde se sentó conmigo.
Tomó el muñeco y lo mostró delante de mi.
-¿Cómo quieres nombrarlo?- me preguntó.
Sonreí.
-Sebastian- le dije.
Sonrió.
-Muy bien.. Sebastian- Mencionó poniendo alrededor un aire morado y dorado. Eso significaba firmarlo por dentro.
-Ya está pequeña... Ya está.- Me dijo entregándome nuevamente el muñeco.
-¿Algún día podré ser como tu?- pregunté mirándolo.
Éste sonrió.. ¡Amo cuando hace eso!
-¿Quieres ser alguien como yo, verdad?- Me preguntó sonriendo igual.
-¡Sí! Quiero pasar mi tiempo junto a ti, ¡lo sabes!- Respondí cerrando mis ojos y riendo.
Éste asintió.
Entonces escuché ese ruido en la primera planta. Al voltear el ya no estaba más... Pero aún tenía el muñeco en manos.
Tomé mi bata y bajé con rapidez hacia donde mi madre y mi padre se encontraban.
-¡Buenos días!- Saludé.
Mis padres sonreían desde el fuego de la chimenea. Corrí hacia ellos para abrazarlos.
Esa era mi familia...
Claro que todo lo que sube, baja; todo lo que empieza, acaba... Y Nada es para siempre estable.
Esa noche el volvió a visitarme con la misma sonrisa en los labios. Durmió a mi lado, más al despertar con esos inmensos gritos, no estaba más.
Corrí hacia la habitación de abajo y miré a todas esas personas entrar y apuntando a las cabezas de mis padres.
Estaba a punto de gritar, pero fue mucho peor ver como la bala atravesaba la cabeza de mi padre matándolo.
Tomé el bastón que mi padre tenía en su recámara. Entonces corrí hacia mi habitación y cerré con llave. Abrí el balcón y vi 10 coches especialmente para 10 personas que llegaron al asesinato. Miré como se llevaban a mi madre y como las despojaban de sus ropas, haciéndole algo obsceno en el patio delantero de mi mansión. Comencé a llorar, más eso provocó que los hombres de percataran de mi presencia y se dirigieran hacia mi habitación. Tenía que huir, subirían también por el balcón.
Abrí la recámara y corrí hacia el fondo del pasillo, donde al abrir la ventana y tener un pie afuera me jalaron y en ese mismo pasillo rompió ese hombre que daba asco mi bata y comenzó a tocar mis piernas. Mientras pataleaba, sentí como otros 2 me tomaron las piernas mientras comenzaban a quitarse el chaleco y la corbata. Otros se bajaban el pantalón mientras yo luchaba por soltarme. Entonces sentí una gran necesidad de descargar toda esa ira.
Ahí fue..

Tan sólo soy... yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora