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    El paso del noviazgo al matrimonio parecía ser el indicado luego de tres años pacíficos de cariño, respeto y comprensión.

    Fue por eso que la invité a un restaurante costoso, pedí su plato favorito, mandé que le tocaran su canción preferida y me puse de rodillas luego de disfrutar de una charla confortante bebiendo Champán.

    Cuando ella dijo que sí la llevé a la terraza y di la señal para que empezara el espectáculo de fuegos artificiales y en medio de un apasionado beso el empleado nos sacó una fotografía con el paisaje de colores como fondo. En menos de cinco minutos publicada esta con la noticia en nuestras redes sociales, los teléfonos empezaron a sonar.

   La llevé a un hotel de lujo y me acosté a su lado mientras ella leía los comentarios, feliz, mientras depositaba besos en su aterciopelada piel.

    El anillo de diamantes relucía en su hermosa mano, sin duda había sido una buena elección. Una vez más le demostraba a mis padres que estaban equivocados con lo de — "son demasiado jóvenes para que funcione" — ya que estábamos perfectamente bien. Eso creí.

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