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Los preparativos para la boda llevaban su primera semana, jamás la había visto tan entusiasmada por algo.
—Adivina qué... —. Me dijo apenas llegué a su casa.
—¿Ya te decidiste con la decoración?
—Mejor que eso, pude contratar a JAY —. Dio saltos de alegría mientras la observaba confuso.
—¿Un cantante o algo?

Ella fingió estar ofendida llevándose una mano al pecho con los labios simulando una "o" que resaltaban su carnosidad, invitándome a besarla, pero debía continuar con la escena dramática, era parte de un juego que nos gustaba, para hacer más divertida nuestra relación.
—¿Un Cheff?
—¡Es el mejor organizador de eventos de todo el mundo!

Sabía que exageraba cuando decía "de todo el mundo" pero no podía continuar contradiciéndola.
—Eso es genial —. Me limité a decir posando mis labios finalmente sobre los suyos.

   No sabía nada de él pero suponía que era famoso debido a su emoción.
—Su secretaria dijo que esta misma noche se reunirá con nosotros, está en camino desde París.
—Y yo que esperaba tenerte para mí esta noche —. Susurré mosdisqueando su cuello, ella soltó una risa cómplice.
—Me tendrás muchas noches para tí luego de que nos casemos.

     Decidimos apresurar los planes y la ropa fue terminando en el suelo, ella era toda una diosa tanto con ropa como sin ella, cuando la tenía sobre mí y nos mirábamos detenidamente pensaba que jamás podría haber encontrado a una mujer más perfecta que ella.

Estuvimos tan ensimismados en el otro que cuando cayó la noche y el timbre sonó nos tomó por sorpresa.

Nos vestimos a las apuradas cuando supimos que se trataba del "famoso" JAY.

Ella lo recibió mientras terminaba de abotonarme la camisa, no me dio tiempo de terminar por anudar la corbata cuando saludó.
—Buenas noches — su voz era suave, demasiado gentil a los oídos para tratarse de un hombre, porque era un hombre ¿no? — un gusto conocer al novio.

Me volteé encontrándome con un chico, lo examiné de pies a cabeza solo para estar seguro y sí, efectivamente se trataba de un hombre. Sus facciones eran más bien delicadas, con la estatura casi confundible con la de un niño, en cambio él no necesitó mirarme con tanto detalle.
— Oh — alcanzó a decir con una ceja levantada antes de mirar su reloj de pulsera — me disculpo, debí haber configurado mal mi reloj y vine antes.
Me sentí avergonzado, ¿tan desarreglado estaba? Intercambié una mirada con mi futura esposa, quien tenía las mejillas coloradas por la vergüenza.
— Llegas a tiempo —. Contesté entonces.
— Yo, quiero mostrarte unas cosas, enseguida vuelvo —. Añadió mi novia abandonándome con el desconocido en un abrir y cerrar de ojos.

Un silencio incómodo se adueñó de la habitación, mis dedos se volvieron extrañamente torpes cuando quise prender los botones de las mangas de mi camisa.
— ¿Necesitas una mano?

Asentí por un momento por inercia pensando en ella, no fue hasta cuando sentí sus pequeñas manos rozar mi muñeca cuando lo noté, tragué en seco y lo observé.

Traía el cabello rubio peinado hacia atrás, perfectamente acomodado con gel, sus ojos estaban delineados sutilmente simulando unos ojos más grandes y abundantes pestañas bien arqueadas. Su cutis libre de imperfecciones mostraba un ligero maquillaje por encima de ella, tapando quizás los puntos oscuros en la zona de la barba.

Olía increíblemente bien, dulzón pero sutil. Mis alertas se encendieron de inmediato cuando lo vi acomodar mi corbata con un perfecto nudo.

¡ESTE TIPO ES GAY!

Di un paso atrás tal vez demasiado brusco cuando la voz cantarina de mi novia anunció su regreso. El corazón me latía muy rápido, no era homofóbico, pero no lo quería cerca de mí ni por un instante.
— ¿Piensas unirte o permanecerás ahí tal cual estatua? —. Usó ella su tono gruñón.

Cuando la miré ya los vi a ambos sentados observando la tablet de ella, al parecer viendo fotografías.

Me senté guardando una distancia de más de un metro de él y estiré el cuello para mirar de vez en cuando de qué fotografía hablaban.
— Pensaba llegar en un carroaje como de Cenicienta, con caballos blancos —. Decía ella, él era muy expresivo, arrugó la nariz más no la interrumpió.

Ella no paraba de hablar, mientras él asentía o fruncía el ceño, torcía los labios o hacía ese gesto con la nariz.
— Perdona que te interrumpa cariño —. Habló de pronto él, ya casi me había olvidado de su voz para entonces y la de mi novia seguía tamborilleando dentro de mi cabeza.
— Sí, ¿sucede algo?
— Han pasado unas horas desde que llegué — miré el reloj colgado en la pared, habían pasado exactamente tres horas — ¿me podrías invitar un vaso de agua?
— ¡Oh por Dios! ¡Qué mala anfitriona soy!

Salió disparada dejándonos a solas nuevamente, cosa que me daba escalofríos, más cuando él plantaba su mirada en mí de esa forma, sonrió de lado y se acomodó un mechón que había caído sobre su frente, me moví unos centímetros más lejos de él, temiendo que me atacara en ese mismo instante. Sin duda sólo se quiso deshacer de ella para hacer un movimiento conmigo.
— Has puesto mala cara todo este rato — murmuró entonces — ¿te preocupa el precio?
— ¿Eh? —. Su pregunta me dejó colgado.
— Es mi trabajo, conozco las reacciones de mis clientes y sé que hay algo que no te gusta.

Estaba en lo cierto, no me gustaba Él.
— Escucha, ella se ve muy entusiasmada y las peores peleas son cuando les cortas la inspiración, luego ellas buscan pelea por cualquier detalle durante toda la organización, yo anotaré todo y veré distintos presupuestos, luego pondré mis sugerencias y te visitaré personalmente para acordar las cosas. Normalmente son más pacíficas con negativas de un extraño que con la de su pareja en estas situaciones.

Me quedé atónito.
— Eres tú el que ha estado haciendo caras —. Contraataqué.

Él rió de forma melodiosa.
— No creo que hayan sido peores que las tuyas pero me has pillado — suspiró llevando su mano izquierda a su hombro derecho intentando masajearlo — trabajar con animales... no es muy pulcro, ya sabes, defecan u orinan cuando se les antoja, imagina al caballo haciendo de las suyas en plena llegada de la novia.

Reí con aquel pensamiento a la par que él, entonces me relajé un poco por primera vez en su presencia.

Se frotó los ojos y tapó con una mano un bostezo. Se veía cansado. ¿Cuántas horas duraba un vuelo de París a Corea?

No estuvo ni cerca de atacarme como lo pensé, bajó la mirada y le devolvió la atención a sus apuntes, donde anotaba las ideas de mi inspirada futura esposa.
— No más de cincuenta millones de won —. Murmuré entonces.

Él me miró a los ojos antes de volver a bajar la mirada y asentir.
— Ok —. Una simple palabra pronunciada enternecedoramente, y mi corazón dio un salto en mi interior.

Garabateaba sobre la hoja con una sonrisa, mi novia llegó con una variedad de jugos y de nuevo continuó hablando sin parar. No me había hablado ni de la mitad de todas sus ocurrencias. JAY la escuchó muy atentamente todo el tiempo.

CulposoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora