- 5 -

1.2K 185 77
                                    



   Me levanté de golpe.
— ¡Maldita sea Jiwon! —. Lo regañé.

   Salí con prisa y busqué su auto.

   Cuando lo encontré corrí hasta él, había cerrado la puerta de un fuerte golpazo.

    El sonido de su motor empezó a sonar entrecortado, él pegó el volante con rabia cuando su auto no encendió. Era un coche de lujo, por lo que asumí aquella oportunidad como una señal divina.

   Golpeé su ventana con mis nudillos, él la bajó un poco.
— Dejé la luz encendida, creo murió la batería.

   Su voz sonaba tan diferente, alterada y entrecortada.
— Traeré mi auto —. Susurré.

   Lo coloqué frente al suyo, cuidadosamente puse las pinzas por ambos coches. Una vez que el suyo pudo arrancar me acerqué de nuevo a él.
— Escúchame, lamento mucho lo de antes, él es así, habla sin pensar y dice un montón de idioteces.
— ¿Le dijiste que soy gay?

   Su pregunta me tomó por sorpresa, asentí ante su atenta mirada que me clavaba en el pecho como afilados cuchillos.
— ¡Pero no tenía ninguna mala intención! — Me defendí — ¡Soy completamente heterosexual!
— Escucha, gracias por ayudarme con lo del auto, necesito irme y estás pegado al coche. No quiero pasar sobre tus pies y hacer que se suspenda la boda por mi culpa o algo así.
— Solo...
— ¿¡Podrías moverte!? —  mi corazón se partía en pedazos con solo ver las lágrimas asomándose por esos ojos tan bellos, me sentía horrible por provocar semejante expresión en su rostro. Una carita tan hermosa desfigurándose por la tristeza —  Por favor... — . Terminó en un susurro, petrificándome la lágrima que recorría el lado izquierdo de su mejilla.

   Quería abrazarlo, sin pensarlo dos veces abrí su puerta. Invadiendo su espacio personal lo abracé. Y entonces sentí el temblor de todo su cuerpo, sentía la humedad de sus lágrimas en mi hombro y lo estrujé aún más.

   No quería dejarlo ir, no así, no con el recuerdo de esa expresión tan dolida.  Sus manos que me trataron de empujar, pronto, dejaron de insistir.

   Era tan pequeño, cabía tan perfectamente entre mis brazos, me aparté de él luego de mucho tiempo, mi mano encontró su lugar favorito en su nuca, mirando sus ojos brillosos, mi corazón empezó a latir tan rápido. No daba crédito a la hermosura de su rostro, con los labios entreabiertos y esos dos ojos mirándome intensamente, tan indescifrafles porque nunca, jamás, en toda mi vida, alguien me había mirado de esa forma. Ni siquiera ella.

   Confuso, acerqué mi rostro al suyo, con mi mano libre sequé una lágrima y sentí su respiración tan cerca. Sabía que me debí haber vuelto loco como para intentar besarlo, como para querer besarlo. Pero no iba a detenerme.

   Entonces de lejos se oyó el sonido de un auto siendo desbloqueado, me asusté y alejé de golpe, llevando mi cabeza contra la parte superior del auto golpeándomela con fuerza.
—  No se preocupen por mí, sigan con lo suyo — . Habló Jiwon, se subió a su auto y se fue.

   JAY respiró ahogadamente entonces, cerró la puerta y sin ninguna advertencia, con mi auto estando frente al suyo solo retrocedió. Di unos pasos atrás por la impresión, entonces salió del estacionamiento con un manejo veloz y brusco.

   Cuando entré al restaurante, mi novia estaba discutiendo aún con la chica, pero aquel sujeto ya no estaba con ellas. Me senté y sin ánimo de presenciar algún escándalo, llevé a mi novia alterada a su casa.

   Fue la primera vez que usé la excusa de "Estoy muy cansado hoy" para el sexo con ella. Y me fui a casa. Girando y girando en mi cama, no pude conciliar el sueño y me sorprendió la mañana sin poder pegar los ojos siquiera un minuto.

   Llegué a la oficina de muy mal humor, mi asistente me dijo que  JAY lo recibió aún cuando no abrían las puertas y le dejó el pañuelo que le presté la última vez. No lo vi, ni supe de él hasta que fui a parar a la casa de mis padres.

   No tenía idea de cuál sería mi recibimiento en esa casa, me fui sin ninguna expectativa.

   Había buscado en internet su contacto pero solo encontraba el de su oficina, donde su secretaria me había dicho que él salió de viaje por la mañana temprano.

   Cuando mi madre me recibió no lo pude creer, nos sentamos a almorzar juntos. Todo marchaba bien, hasta que ella empezó.
—  No has venido solo para disculparte ¿verdad?

   Tan suspicaz. Me conocía tan bien como decía, bajé el cuchillo y tenedor sobre mi plato semi vacío.
—  ¿Aún conservas su tarjeta? — . Levantó una ceja.
— ¿De quién?
—  De JAY.
—  Ah, de Jinani...
—  ¿Cómo?
—  ¿Siquiera sabes cómo se llama?

   Negué con la cabeza. Ella imitó mi gesto pero más en forma de desaprobación y se llevó una mano en la frente.
—  No sabes nada de él y ya te gusta.
—  No vuelvas a decir algo así...
—  ¿Sigues negándolo?
—  Porque no es verdad, ¡Aish! ¿Por qué todos piensan que estoy interesado en él?
—  Porque tú no ves la cara que pones cuando lo tienes cerca.

   Suspiré, no tenía ánimos de seguir discutiendo. Ella buscó en su bolso y me extendió la tarjeta. Sonreí victorioso al tenerla en mis manos. Salió tan bien en esa foto.
—  ¡Shin Hye! ¡Un espejo! — . Gritó mi madre y esta vino corriendo con él.
—  Aquí está señora.
—  Solo mírate -. Me sugirió mi madre, me levanté ignorando su petición.
—  Gracias, mamá — . Le di un beso en la cabeza y me fui.

   No pude aguantar y apenas al salir de la casa llamé a su número.

   "El número al que usted está llamando está fuera de servicio"

   Lo reintenté antes de lanzar una maldición.

   No podía seguir así, en la oficina no podía calmar mis ansias. Googleé "JAY" y me metí a ver sus entrevistas, sus trabajos.

   Su nombre real era Kim JinHwan, nació en la isla Jeju y amaba ese lugar. Cuando estuvo en la escuela media recibía muchos regalos, chocolates de las chicas y rosas de los chicos. Tenía buenas críticas, las personas que lo conocían lo amaban y no dudaba de ello, tenía un carisma especial.

   Se vestía tan bien, todo le quedaba hermoso. Guardé varias fotografías suyas de su sesión de fotos, sus conjuntos con traje eran buenos, quería copiar algunos.

   Cuando volvió a Corea, solo supe de él por mi novia, las visitas que debía hacerme él a la oficina, lo hacía su secretaria. Los presupuestos, mis dudas, todo, me lo informaba por una tercera persona en medio.

    La fecha de la boda se acercaba y yo me sentía más insoportable, discutía con ella a diario, sus gustos diferían tanto de los míos. Me enloquecía tan solo escuchar su voz. Pero la había amado por tanto tiempo y quería creer que tan solo era una etapa.

   Dejé de comentar en su contra y las cosas mejoraron, y en un abrir y cerrar de ojos, me hallaba yo, poniéndome el traje, con mi madre llorando en un rincón de la habitación y mi padre palmeándome el hombro en señal de apoyo.

   Era el día de mi boda.

CulposoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora