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Llegado el día de nuestra huida, tú ya no estabas en casa.


Te busqué en todos lados.


El pasillo, el baño, la sala, la cocina, e incluso el patio y el jardín.


Pero tú no te hallabas.


Mi hermana se acercó a mí y me comentó que habías salido antes, con tu mochila y una expresión triste.


Me pregunté el porqué te habías ido. Mi hermana notó mi dolor.


—Mejórate. —Dijo, dándome una palmada en la espalda.

 —Dijo, dándome una palmada en la espalda

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Sana Obsesión © [Destinados]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora