CHAPTER III

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Quedé realmente sorprendida tras las palabras salidas de la boca de mi amiga aquel día que me confesó aquello

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Quedé realmente sorprendida tras las palabras salidas de la boca de mi amiga aquel día que me confesó aquello.

"Me declararé al chico que me gusta"  Vaya que sí fue una sorpresa, debido a que ella siempre ha sido tímida en ese aspecto.

Pero eso era lo de menos...

—Por fin, mi queridísima amiga se declarará al chico que tanto le gusta, estoy orgullosa de ti. Te deseo buena suerte Mari, yo te ayudaré si algo sale mal, así que no lo arruines ¿está bien?, mucho ánimo.— Dije con voz de aliento, decir tus sentimientos no es algo fácil, y más si eres alguien con personalidad cohibida, es algo que debes tener bastante valor. Me enorgulleció el haber escuchado aquello dicho por mi amiga.

Decidimos esperar hasta después de las clases.

—¿Y cuando se lo vas a decir? ¿en el  receso? —Preguntó Alya mientras caminaba a su aula correspondiente.

—¡¿Estás loca?!— posó sus manos en sus mejillas que ya se encontraban sonrojadas tras lo anterior dicho por la morena— claro que no, se lo diré en la salida para así estar más segura de mi misma, y, prepararme un poco más...— Expresó con plena timidez, sí, no estaba lista aún, pero tenía que hacerlo.


                                

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—Tienes que avisarle al menos ¿No crees?— Expreso de manera juguetona la ojos carmesí.

A veces la morena no podía evitar burlarse un poco de la timidez de la azabache, aunque no abusaba de ello claro.

—Así que ve y háblale. Venga, te doy un empujón.— Dijo, para después tomar a su amiga de los hombros y empujarla hacia el rubio y su amigo, que se encontraban en el aula a unos pocos metros de ellas.

Para su suerte solo estaban ellos y dos de sus compañeras dentro del aula.

Cayó a uno pocos centímetros de los pies de los anteriores mencionados, los dos solo observaron extrañados a la cabello azulado.

—Alya, vas a pagarlo.—dijo en un susurro, para su suerte poco audible. Le dió una mirada fulminante, mientras la morena solamente reía; vaya que aquella  amiga suya le gustaba burlarse de sus desgracias amorosas.

—Oh, ¡Hola Marinette!— Saludo un animado Nino, sacándola de su momentáneo trance mental.

Mientras esté estaba ayudándola a levantarse de aquel piso, sintió unos ojos esmeralda observándola.

—Nino, gracias y hola, Adrien.- Saludé como pude, estaba nerviosa, sus manos sudaban, hoy sus células sudoríparas estaban haciéndole una mala jugada.

¿En qué se estaba metiendo?

¿En qué se estaba metiendo?

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