La voz

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***
Los fuertes gemidos inundaban por completo la habitación. Podía sentir con gran placer las fuertes embestidas que daba contra mi cuerpo mientras ambos nos besábamos apasionadamente con nuestras lenguas luchando salvajemente para saber quién ganaría aquella lucha de pasión.

Me sujeté con gran fuerza a su trabajada espalda para poder tener un sostén, a la vez que un gran grito escapó de mis labios. Aquella corriente cubrió todo mi cuerpo, había llegado a mi punto máximo, mi clímax. Y pude sentir cómo segundos después él también hacía lo mismo.

—Marinette... —me llamó— ¡Marinette!
***
Me desperté rápidamente con la respiración agitada. Y pronto caí en cuenta en lo que había soñado... ¡¿CÓMO ES POSIBLE QUE HAYA SOÑADO ESO?!

—Marinette despierta, te vengo llamando hace casi 10 minutos —Alya se escuchaba algo desesperada y de repente todos mis sentidos se pusieron en alerta. Que ella estuviera en ese estado no podía significar nada bueno—. Vamos, ya tengo el baño listo para ti, procura salir pronto. El señor Agreste vendrá en un momento así que ya debes de estar lista cuando eso pase.

Mi cuerpo se tensó, y el miedo se volvió inminente. Lo más seguro era que esta vez no podría escapar como la vez pasada.

—Ten —Alya me extendió una muy provocativa ropa interior negra con encaje del mismo color— tienes que usar únicamente eso cuando él llegue—.La observé con gran asombro cuando la tomé, ya que rápidamente pude notar de que se trataba de una de las marcas más prestigiosas y costosas de todo París. Nunca en mi vida me imaginé usar algo como eso, y muchísimo menos en aquella situación. Su precio era igual al de 5 salarios completos, tanto míos como de Marín. ¿Qué clase de demente gasta algo así de caro para alguien que tiene secuestrada?

Rápidamente hice lo que Alya me pidió y en tan sólo unos 15 minutos ya estaba completamente lista. Me volví a colocar en mi posición y ella me puso gentilmente las esposas para que no me lastimaran. Aunque ya era tarde, la gran marca que tenía tanto en mis muñecas como en mis tobillos iba a ser complicada de sacar.

—Perfecto —mirándome con gentileza— sólo resiste un poco más, estoy segura de que saldrá todo bien —realmente le agradecía mucho el que me diera tantos ánimos, justo en ese momento era lo que más necesitaba.

Ella se marchó dejándome sola en aquel lugubre lugar. Miré con atención el pequeño foco encendido del techo y cómo una polilla que revoloteaba al rededor de iba acercando lentamente. Poco a poco la distancia se iba acortando cada vez más, hasta que llegó su destino inevitable. Ahí, cayó precipitadamente al suelo el cadáver de aquel insecto. Su deseo por la luz la consumió.

¿Y si a mí me pasaba igual?...

¿Y si al final yo también terminaba quemada por acercarme tanto a la luz?...

Sentada en mi lugar, junté mis piernas hacia mi cuerpo para abrazarme a ellas. ¿Cuánto más?... ¿Cuánto más podré soportar sin quebrarme? Y lo peor era... que ni siquiera llevaba una día ahí...

Me secuestró el 14 de febrero, ayer, a las 17 hs. No recordaba cuánto tiempo pude estar inconsciente pero si al poco rato de eso me dio de comer, creía que debían de ser más o menos entre las 8 y las 11 de la noche. Entonces lo probable era que ahora ya era de día. Lo supuse así, ya que aquel sótano no poseía ninguna ventanilla que conectara al mundo exterior.

En total serían más de 12 horas fuera. Marín para esta altura ya debió de hacer la denuncia en la policía. Yo nunca me ausentaba más de tres horas sin avisarle antes. Pero no me comenzarían a buscar hasta que no hayan pasado 24 hs de mi desaparición. Maldito gobierno y sus estúpidas reglas. Esto me hacía sentir muchísimo más desamparada. El saber que seguramente iba a morir en ese instante y que nadie me buscaría hasta pasada la posible hora de mi muerte, era sin dudas muy duro de asimilar.

—Rose... ¿tú qué me aconsejas? —observé el cadáver en busca de alguna respuesta.

«Trata de resistir... si no haces nada estúpido, entonces no tiene motivo para lastimarte» me imaginé que contestaba.

—Lo sé... pero es difícil, quiero volver, volver a mi casa, con mi hermano... —pequeñas y cristalinas lágrimas surgieron de mis ojos—; si tengo que morir... por favor, que no sea aquí... que no sea en este horrible lugar...

«Sabes que si pudiera hacer algo... ya lo hubiera hecho... en verdad lo lamento»

—No tienes que lamentarte Rose, tú no hiciste nada —y en ese momento un fugas recuerdo se atravesó por mi mente— tal vez... tal vez me merezco todo esto...

«¿Por qué hablas así Marinette?» aquel nombre atravesó mi pecho provocándome un inmenso dolor.

—Yo hice algo muy malo hace tiempo... pero no fue mi intención... yo nunca quise que todo terminara así. Si pudiera cambiarlo, lo haría...

«¿Qué fue eso que hiciste?»

Cuando estuve a punto de responder, algo hizo que mi conversación imaginaria se terminara.

Mi dulce tortura [Adrinette] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora