Me aparté y me dirigí al rincón más cercano, podía oír varias respiraciones muy agitadas junto con múltiples gemidos. Se escuchaba con si fueran dos animales en celo desesperados por la atención de cada uno. En un vago intento de poder detener aquello que mis oídos escuchaban, tapé con fuerza mis orejas con mis manos, aunque era inútil, podía seguir escuchándolo.
Pero parecía que alguien había atendido a mi pedido, haciéndolos callar, aunque en su lugar un feroz grito de pánico y miedo cubrió por completo la habitación. Contemplé cómo aquella morena mujer me observaba tanto a mí como a Rose con una mirada de profundo terror. Rápidamente Adrien la tomó por la espalda. Con una mano tapó su boca y con la otra le inyectó algo en su brazo. A los pocos segundos se desplomó en el suelo igual que la pequeña polilla. No había dudas, fue lo mismo que me inyectó a mí cuando quedé inconsciente.
-Ahora tendrás una compañera querida Marinette -aquella sonrisa psicópata volvió a aparecer en su rostro. Un gran escalofrío recorrió mi columna y como acto reflejo bajé mi mirada. Podía sentir cómo todo mi cuerpo temblaba sin parar-. Ya está comenzando a apestar aquí, será mejor que le diga a Alya que saque a esa porquería de este lugar -no pude ver cuándo se fue, pero si logré oir sus pisadas subiendo las escaleras.
Aquella porquería... seguro hablaba de la pobre Rose. La miré con gran lástima y me imaginé cómo su familia o sus seres queridos debían de estar buscándola, desesperados y aún con aquella esperanza de poder volverla a ver sana y salva... Pero yo sabía que nunca volverían a contemplar aquella bella sonrisa que seguro tenía.
«No te sientas así por mí, por más que te pongas triste no puedes hacer nada, así que no te sientas así...»
-Realmente me hubiera gustado conocerte, seguro hubiéramos sido grandes amigas... -pronuncié con un profundo dolor.
«Yo estoy segura de que sí»
Alya no tardó mucho en llegar. Primero se encargó de desnudar a la nueva y de colocarle una ropa interior muy parecida a la mía. Cuando terminó con eso, prosiguió por ponerle las cadenas. Pobre chica, se querrá morir cuando despierte.
Luego de eso, tomó la bolsa negra que había traído y comenzó a colocar con cuidado los restos de la rubia. La luz no me lo permitía ver tan bien, pero estaba segura de que varias lágrimas fueron derramadas en aquel momento y ninguna fue mía. Cuando terminó de hacerlo, subió nuevamente las escaleras con aquella pesada bolsa. En el suelo tan sólo quedó el gran charco de sangre espesa.
-Adiós Rose... -pronuncié de modo de despedida, bajando mi mirada.
«Aún no me he ido» aquellas palabras me hicieron sobresaltar de alegría.
-Pero...
«Que Alya se haya llevado mi cuerpo no significa que me fui completamente, no pienso dejarte sola» Formé una amplia sonrisa al escuchar aquello.
Al rato ella volvió a aparecer con un balde y un trapeador. En silencio comenzó a limpiar la sangre. Creí oportuno no decir nada, sabía que Rose era alguien a la quien le tenía cariño y hacer eso con una persona que aprecias debe de ser lo más duro de todo. Seguro que lo que menos quería Alya en ese instante era que yo la estuviera molestando con alguna tontería.
Si tan sólo ella también la pudiera escuchar... tal vez sería menos doloroso.
ESTÁS LEYENDO
Mi dulce tortura [Adrinette]
رعب«"Nunca confíes en una cara bonita" Eso era lo que siempre solía decir mi madre, pero claro, nunca le hice caso. Me dije a mí misma ¿qué tiene de malo tener una cita a ciegas? ¿qué puede salir mal? Pues... todo...» Marinette Dupain Chen, una joven d...